jueves, 11 de agosto de 2016

20 Festival de Lima: Neruda (Competencia Ficción)

Una grata sorpresa Neruda (2016). En su nuevo filme, Pablo Larraín aviva la llama de su historia con el lado polémico y morboso de su protagonista principal, aunque con una intención de desprestigiar esas mismas premisas. Este biopic sobre Pablo Neruda (Luis Gnecco) inicia con la “cacería de brujas” que ordenó el gobierno chileno a los comunistas durante la década del 40. Neruda, senador y paladín del comunismo en ese país, tendrá que pasar a la clandestinidad en medio de una popularidad alentada por su propio partido y el de una sociedad bohemia que –como el escritor– observó en esa causa proletaria el mejor medio para ser eje de idolatría. Con la persecución al poeta chileno, iniciará entonces su momento de mitificación, tanto ahí como en Europa. Es Neruda versus el Estado opresor. El individuo común versus una nación que soltará a sus perros, entre ellos el prefecto de la policía Óscar Peluchonneau (Gael García Bernal), su más feroz perseguidor, y también su más entrañable.
Neruda –de anfitrión parodiando a Nerón entre una multitud de seguidores a un “perseguido por la ley” que escapa a hurtadillas de sus celadores para ir en busca de seguidores– se siente frustrado ante tal desazón rutinaria como enemigo público. Será el más comentado de todo el continente, pero de qué le sirve si no puede celebrar tal prestigio. Neruda, en su gran parte, es el retrato de un ególatra que se mueve según conveniencias coyunturales. Eran tiempos en que la sociedad se dejaba seducir ante los conceptos románticos. Siendo poeta y comunista, Neruda tenía a medio mundo a sus pies. Solo tenía que ser orador político y recitar su Poema XV (incluida la modulación de voz de poeta) en público y hasta el cansancio. Larraín perfila, en tanto, al literato sobrevalorado, explotador de la sensiblería, quien mientras tanto le sacaba brillo a su insignia de buen amante. Todo esto se estaba derrumbando ante la ausencia producto del cautiverio, pero sobre todo, producto de su despertar personal.
Pero Neruda no solo es Neruda, es también Peluchonneau. La presencia de este teje una historia policial, la novela negra, siendo el mismo Peluchonneau el detective del relato, siempre pisándole los talones al fugitivo. Es el burlado por Neruda y humillado por sus jefes. Él es policía de talante inflexivo, obstinado y melancólico por naturaleza. Esto es a consecuencia de su historial. Bastardo, sin familia o afecto que lo ate a algo. No hay nada ni nadie que le otorgue significado a su vida. Por eso es implacable, pero también triste. Por eso quiere dar cazar a Neruda, su héroe, tal vez porque ya lo conocía (¿por su literatura?) o porque en el camino se encariñó con él. Neruda, a camino de su fin, despierta una trama que la convierte en metaficción. Peluchonneau, un nombre tan estereotipado, posiblemente siempre fue engaño de ese ególatra que tenía de buhonero, pero también de genio creativo, y quien hizo de su persecución sea un evento tan dramático que se extendió hasta los nevados chilenos emulando una odisea western. Sin duda, es la mejor secuencia del filme. 

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