domingo, 2 de diciembre de 2018

VI Transcinema: La casa lobo

La película de Cristóbal León y Joaquín Cociña no deja de retraerme al cine de Jvan Svankmajer, un director que para las historias de sus largometrajes también se ha inspirado en las fábulas, género que mezcla las dialécticas infantiles con las adultas. En La casa lobo (2018) se agrega al cuento un atractivo prólogo. Lo que se verá es el resultado de un filme rescatado, que a su vez es ofrenda de las comunidades alemanas que viven en retiro en áreas rurales en Chile. El relato tiene como protagonista a María, una adolescente que ha escapado de la comunidad aludida y se ha refugiado en el hogar que pertenecía a un lobo. En resumen veremos a la joven asumiendo con candidez su independencia. Es su encanto libertario frente a ciertas ataduras que le sometía su comunidad. Pronto las cosas no serán como ella piensa. Es el trayecto de la inocencia a la madurez proveyéndonos de una lección, como toda fábula. Pero eso es lo que menos interesa de esta película.
Volviendo a Svankmajer, el checo tiene una vasta creatividad para recomponer fábulas que en cierta forma pueden sernos familiares. Para esto el director se adentra a las fronteras del surrealismo, género que le permite ampliar los límites de su imaginación bajo su frecuente técnica de la animación en stop motion. En adición, la personalidad de su cine se inclina a lo extravagante. La maleabilidad de su mundo de plastilina le otorga licencias para fabricar lo bizarro, lo grotesco. Como en la mejor etapa de la Walt Disney, Svankmajer es un mago que no deja la animación a medias tinta, nada está suelto o inactivo. Todo esto resume el trabajo de Cristóbal León y Joaquín Cociña, quienes no solo se contentan con experimentar con el stop motion, sino con otras técnicas de la animación, combinando además el registro fílmico convencional. La casa lobo es un arduo trabajo que si bien no encuentra gran estímulo en su historia, su sola vitalidad visual se encarga de otorgar interés.

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