Inspirado en los relatos de la escritora Mariana Enriquez, La virgen de la Tosquera (2025) relata una coming of age en plena crisis nacional en la Argentina de principios de este siglo. Desde su primera secuencia, la directora Laura Casabé nos adelanta estaremos ante un escenario violento y obsceno. Un pordiosero es humillado en plena vía pública ante la mirada entre flemática y morbosa de una vecindad y la consecuencia de esa ofensa será una suerte de karma. Aquí los personajes parecen estar “embrujados” por su coyuntura, tiempo de anarquía, ira y revanchismo. Para vísperas del 2002, el país latinoamericano en cuestión transitaba su peor momento. Luego de establecerse una serie de medidas abusivas que atentaban contra la propiedad privada, el gobierno de turno dimitió y en consecuencia se generalizó el caos agudizándose la tasa de pobreza e inseguridad. Dicho esto, desde esa primera secuencia, La virgen de la Tosquera va perfilándose como una alegoría al sentimiento de esa crisis nacional condenada por las negligencias estatales. Ahora, lo atractivo es que Casabé opta por el retrato absurdo. Hay algo de kafkiano aquí, a propósito de que estamos ante un escenario en donde un sistema gubernamental ha alterado los nervios de una sociedad a tal punto que ha deshumanizado a todo el país a su cargo. Pero lo asumo también como un relato buñueliano. El humor, lo macabro, la sátira y lo grotesco toman las riendas de esta película.
martes, 28 de enero de 2025
Sundance 2025: La virgen de la Tosquera (World Cinema Dramatic Competition)
Natalia
(Dolores Oliverio) está enamorada de Diego (Agustín Sosa), pero sus “avances”
han comenzado a retroceder desde la llegada de Silvia (Fernanda Echeverría),
una mujer mayor y frívola. Es decir, lo que bien pudo haber sido la germinación
de un amor de verano para la adolescente, en su lugar se va convirtiendo en una
etapa de inquietud, descontento y rabia. Pero ese no es tanto el problema. A
diferencia de varios coming of age, en donde siempre existe un consejero
que sirve de guía para un inmaduro protagonista, en la película de Casabé es
nula la intervención de un sujeto responsable o que auxilie a Natalia, y esto
parece replicarse en su entorno. De pronto, vamos reconociendo varios casos de
inasistencia. No es gratuito que tanto Natalia como algún otro personaje sean
huérfanos, únicamente acudidos por el instinto de personas ciertamente
indolentes. En ese sentido, Natalia es síntoma de esa negligencia. Su tránsito
a la adultez revela una ruta cuestionable. El descubrimiento de su sexualidad,
sus vínculos amicales o familiares, así como sus expectativas a futuro, son
defectuosos. Y, obviamente, no se evidencia una voz madura que la corrija. Todo
lo contrario, se le alienta a que empodere su estado instintivo o arcaico. Ahí
están los absurdos consejos médicos que se emiten en un programa de televisión
o los rituales o conjuros que parecen ser parte de una herencia. Esto es
importante: es como si se afirmase que el estado primitivo es tradicional o
hasta natural en esa sociedad.
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