Un carácter beligerante resuena a lo largo de la nueva película del director Pedro Pinho. Sergio (Sergio Coragem) es un portugués que es convocado para desarrollar un plan ambiental que pudiera poner en marcha la construcción de una carretera que conecte una zona desértica con una zona selvática en un país africano. Es mediante esa premisa que O Riso e a Faca (2025) devela un choque ideológico a propósito de la interacción entre un bando neocolonialista y otro colonizado. Ahora, ese versus no manifiesta un lado bueno y otro malo. De hecho, cada uno aquí colabora con la preservación de la discordia, todos, excepto Sergio, el recién llegado, quien como nuevo en el vecindario y en calidad de inspector ambiental observará desde una postura pasiva y abogando por el respeto hacia lo ajeno. Lo del “respeto a lo ajeno” aquí es muy amplio. Es en razón a ello que Pinho se toma el tiempo necesario para desarrollar la postura de su personaje, la cual resulta un desafío mantener en dicho perímetro en donde lo hostil se refleja a través de la naturaleza como de la propia gente, sean autóctonos o foráneos. Así iremos reconociendo una variedad de retos para la tarea de Sergio y, por tanto, para la fundación de un consenso colectivo que pudiera unir algo mucho más que una carretera.
sábado, 17 de mayo de 2025
Cannes 2025: I Only Rest In The Storm (Un Certain Regard)
En
primer lugar, O Riso e a Faca define las políticas sociales de una ONG
sostenido por métodos improvisados. Asimismo, hace un acercamiento a las
brechas sociales existentes en una comunidad incendiada por los clamores
colonialistas. Por último, se evidencia una mirada etnográfica al recopilarse
una serie de tradiciones africanas, algunas en estado de agonía. Cada escenario
es reconocido como un muro que impide la integración o comunión que, por
ejemplo, Sergio precisa reconocer para que su presencia tenga sentido. Él es
quien en teoría —a partir de sus conocimientos ambientales— sería el que pondría
la primera piedra para iniciar con la construcción de una autopista que
conectará dos escenarios totalmente distintos —desierto y selva—; muy a pesar, va
siendo testigo de qué tan difícil es percibir un “buen ambiente” en ese lado de
África. ¿Cómo hacer un plan ambiental en un sitio minado por las conveniencias
y los resentimientos? El hecho también es que estamos ante un protagonista
obstinado, una especie de detective necio por descubrir algún ala que pudiera
darle señas de que ese lugar está listo para esa conexión vial que simbolizaría
el progreso. Obviamente, la autopista en sí misma es puramente simbólica, así
como el compromiso ambiental de Sergio.
O
Riso e a Faca es una película que en el transcurso nos
adelanta el destino de esa autopista. ¿Cómo traer el desarrollo en un ambiente en
condición volátil y que insiste con mantenerse así? ¿Se puede forzar eso? El
portugués busca, y cuando cree haber encontrado el lugar ideal, bien
acondicionado, listo para el “cambio”, termina recibiendo algún desaire,
cuestionamiento o algo que lo persuada a mejor buscar por otro lado. Claro, no
me refiero necesariamente aquí a una búsqueda relacionada a la misión laboral
de Sergio. A propósito, es curioso que son muy pocos los momentos en donde
vemos trabajar a este protagonista. Lo que vemos más bien es su ritual de
turista, inmerso en un estado de exploración abierta, desde cultural hasta
sexual. Irónicamente, en cierta perspectiva, toda esa experiencia resulta ser
material importante para su cometido oficial. A esa rutina significativa se
incluye a Sergio inspeccionando los últimos pasos de su predecesor, alguien que
desapareció misteriosamente. Eso no significa que O Riso e a Faca llegue
al thriller. Ya lo dije, el tipo es un detective, pero acá no hay mucho de misterio.
De hecho, hay mucho descaro. Pedro Pinho nos muestra un escenario casi
irreconciliable. Muy a pesar, el director no se atreve a exterminar el
idealismo de su protagonista. Dentro de todo, hay algo de optimismo brutal en esta
película.
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