La exigencia anímica de la competencia deportiva pone contra la pared a Camille (Samuel Kircher) justo cuando se encuentra en su momento más vulnerable. La Danse des Renards (2025) relata la historia de una joven promesa del boxeo flaqueando ante su equipo. Todos comienzan a cuestionar su resistencia física, así como su compromiso para con el grupo. La presión asediará al protagonista y entonces las cosas comenzarán a salirse de control. El director Valery Carnoy nos expone un drama orientado por un conflicto interno, un dolor que es imperceptible para cualquiera, salvo para quien lo experimenta. Su idea es imaginarse la posibilidad de que sea un adolescente quien cargue con ese peso. Una persona que, ciertamente, no tiene la madurez o la fortaleza emocional para evacuar eso que le resulta incontrolable. Pero hay más presiones. Estamos tratando también con alguien que se dedica al boxeo, lo que implica una escena que demanda resistencia en toda su amplitud, saber lidiar con los roles masculinos y los impulsos volátiles de sus compañeros. Todo eso no resultaría intimidante de no ser porque Camille se encuentra transitando un postrauma.
martes, 20 de mayo de 2025
Cannes 2025: Wild Foxes (Quinzaine des cineastes)
Luego
de mostrarnos las buenas aptitudes del protagonista para con el deporte en
cuestión, vemos a este mismo joven sobreviviendo de milagro a la muerte. La
Danse des Renards plantea de esa forma un antes y un después. Existe un
Camille antes del accidente y otro muy distinto luego de ese. Ahora, es
importante también concientizar sobre cómo el “otro” Camille creará un desorden
dentro de su círculo de boxeo, y no solo para con sus compañeros de entrenamiento,
sino para otros personajes que interactúan con él. A propósito de ese accidente/milagro,
se provoca una reacción en cadena. Surge así la pregunta: ¿es acaso Camille
culpable de las consecuencias? El juzgarlo implicaría juzgar su mala fortuna,
aquella de la cual nadie está libre. Le pudo haber pasado a cualquier otro
miembro del equipo, pero sucedió con la promesa. Valery Carnoy, sin embargo, no
tiene en mente hacer que sus personajes se vayan enderezando en su camino fruto
del aprendizaje o estado de conciencia. Aquí las cosas parecen ir cayendo por
su propio peso. Por ejemplo, el tratamiento psicológico, tan mencionado en la
película, nunca acontece. La Danse des Renards me suena más como una
alarma. Esto es lo que pasa cuando el postrauma no se orienta y más aún
tratándose de un adolescente y todavía en un espacio enérgico e impulsivo. Es como
un zorro huyendo de una cacería.
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