* Posible alerta de spoilers
Las trilogías y las secuelas a través del tiempo han ido estigmatizando en nuestro saber, que la diferencia entre su producto original y sus posteriores entregas obedecen a un efecto de “ley de gravedad”; todo lo que sube debe de bajar. Obviamente “los siguientes” nunca se igualarán a “su original”, siempre se comenta. Esto no ajeno a famosas sagas como Star Wars, Volver al futuro, Matrix, Shrek, entre otros. Cada uno con un linaje que a pesar de su descenso cualificado, siempre ha sido un propósito de expectativa.
Toy story 3 es respecto a sus dos precedentes, la mejor. Ubicar una trilogía en estos últimos años, tan sublime desde su inicio hasta su fin, sería forzar a la memoria a una aproximación lejana. En la última década ha surgido una oleada de sagas que han finalizado sus tramas con un gesto improvisado, engañosamente disfrazados de una tecnología de punta, como para salir del apuro. Nunca las “últimas batallas” habían resultado tan decepcionantes, nunca antes las “nuevas aventuras” habían resultado tan familiares. El cowboy Woody y el astronómico Buzz Lightyear, en esta, su última entrega, dan cátedra de cómo los héroes renacen de las cenizas (11 años después) para ascender al Olimpo y ser divinizados. Esta nueva historia, a manos del director Lee Unkrich (director de Buscando a Nemo y Monstruos S.A.) y el guionista Michel Arndt (guionista de Pequeña Miss Sunshine), se inicia días antes de la partida de Andy, ahora convertido en un adolescente de 17 años, rumbo a la universidad. La intriga se origina cuando los juguetes de siempre comienzan a preocuparse por su futuro incierto.
Pixar ha dejado en claro que sus temáticas son notablemente relativas, generacionalmente hablando. Estas abarcan desde el valor de la amistad hasta el valor humano. Su idioma puede ser por lo tanto tan sutil pero a su vez desgarrador. Lo que para un niño la vejez puede representar la simpatía de un anciano renegón, para un adulto representa la soledad, el pesimismo, la desidia, el preámbulo de la muerte. Toy story 3 no es ajeno a esta regla. Los juguetes de Andy toman una sensibilidad humana inquebrantable. La realidad de los juguetes es limitada. Uno al otro recuerda a aquellos juguetes que no sobrevivieron con el tiempo. Todos sabían que “ese” día en cualquier momento iría a llegar. Andy se marcharía, y es obvio que ahora él no tendrá tiempo para jugar. Frente ellos tres son las opciones: ser parte del desván, de una donación o de la basura. El primero representa el olvido, el tiempo será el responsable de decidir si la próxima generación de la familia contará con ellos. Ser parte de la donación es la mejor salida, representa la esperanza de dar significado a lo que son: juguetes; brindando alegría a otros niños. La última será la opción más trágica. Ser parte de la basura es perder su significado, es poner fin a su existencia. No más arrancarán sonrisas, no más serán cómplices de la imaginación infantil. La transición de ser juguetes felices a ser juguetes desechados, convierte sus vidas en tragedias.
Para Woody el significado de “ser tu juguete” va más allá del pertenecer a alguien o ser dueño de alguien. El tema de la fidelidad y el amor incondicional salen a flote. Woody ha reconocido que Andy ha crecido y ya no es el mismo niño que en sus días de juego lo convertía en héroe. Muy a pesar de esto él confía, e inclusive ciegamente, que Andy no se olvidará de ellos y nunca permitiría que los echen a la basura. El astronauta y los demás piensan diferente. Los soldados de plástico han desertado y es preciso que ellos también; la alternativa es Sunnyside, el nuevo refugio donde reencontrarán viejos recuerdos, como el de los interminables juegos donde todos participaban en familia. Woody decidirá seguir a Andy, mientras que sus amigos tomarán un nuevo rumbo. A esto le sigue el valor de la amistad, el de amigos por siempre, y el del adiós. Woody ha entendido que nunca debió separarse de sus amigos. Entenderá además que es momento de dejar a Andy. Él ahora es casi un adulto, pero ha comprobado que nunca dejará de ser completamente un niño. Woody y los demás jugarán por última vez con Andy, tal vez el último juego, más quedará en el recuerdo de cada uno las miles de aventuras que disfrutaron juntos. Adiós, y amigos por siempre; “la aventura nos aguarda”.
Aparte de su entrañable historia, Toy Story 3 se lleva los laureles por ser una historia diferente a sus anteriores. Con un estilo narrativo distinto ajeno a las dos primeras, Unkrich y Arndt utilizan técnicas narrativas como el flashback (la historia de Lotso) o una falsa historia dentro de la historia (en la primera escena, el juego imaginario de Andy). Si bien su anterior director John Lasseter, se había encargado de crear los personajes principales dentro de la historia, aparecen otros que además contienen una gran riqueza personificada. Lotso, irónicamente, un oso de peluche con olor a frutas, es un juguete despiadado, inundado por una ira que va filtrando a los demás juguetes. Bebote, un muñeco nada tierno, será su brazo derecho, bautizado como el verdugo de aquellos que desobedezcan las leyes dentro de Sunnyside. Ambos se coronan como dos de los villanos más temibles dentro de la generación Pixar. Toy Story 3 hace además tributo a las películas western, a las de ciencia ficción (estas mostradas en la primera escena), al género carcelario (la construcción y el escape de Sunnyside), al género de los gansters (el perfil de Lotso está modelado en los patriarcas de la mafia), al terror clásico (reflejado en el aspecto grotesco y tétrico de Bebote, un Frankenstein de juguete), además de un cameo de un personaje de Hayao Miyazaki (de Mi vecino Toroto, 1988).
Hace 15 años Pixar veía a la luz a su primer primogénito, Toy Story (1995), una película que traía consigo una nueva revolución en la definición animada por computadora. Toy Story 3, sin bien no es lo mejor de Pixar, es un buen ejemplo del progreso en ascenso de las películas que ofrece esta aún joven industria.
1 comentario:
SI BIEN TOY STORY 3 NO ME ARRANCO LAGRIMAS COMO EN UP, ME ENCANTO Y SE LLEVA MIS APLAUSOS
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