domingo, 24 de octubre de 2010

El último exorcismo

La historia de niñas poseídas por el demonio parece aún no terminar. Desde el estreno de El Exorcista (1973), no ha habido película que haya causado similar impacto a la película de William Friedkin. Si tomamos memoria de una de las escenas más memorables de este filme de horror, muchos elegirían las piruetas por las escaleras de la inocente Reagan o la muy citada torcida de cuello en 360°. Dichas imágenes posiblemente son una de las fuentes directas que muchos directores desearían igualar, y ahí es donde se manifiesta el primer error, o más bien “horror”. Sí algo le sobra a las películas de terror hoy en día, son los sonidos estridentes y repentinos, y el abuso de los efectos especiales. Es asì como el exorcizado ya no solamente baja por las escaleras, sino camina por los techos, ya no solamente hace girar su cabeza, sino se la saca y lo vuelve a su lugar. Naturalmente, el suspenso y el verdadero terror, quedan en segundo plano.
El último exorcismo de Daniel Stamm marca la diferencia entre las secuelas e imitaciones del famoso filme de Friedkin. Es a diferencia de las otras películas sobre exorcismos que su director no se atreve a recurrir a las mismas marcas del cine de terror actual. El último exorcismo posee los efectos especiales necesarios para la historia y, en contraparte, estos podrían ser casi deficientes, ya que es natural que el espectador espere a ver más que una torcedura de cuello y miembros dislocados en el cuerpo de una niña. La historia se podría ubicar dentro del género de falso documental. Al igual que películas como [REC] (2007) o Actividad paranormal (2007), El último exorcismo está basado en el documental que le realizan dos jóvenes a la última sesión del reverendo Cotton Marcus (Patrick Fabian) y su exorcismo a una niña, supuestamente, poseída por el demonio. Marcus confiesa haber perdido la fe, así como la existencia de demonios que se apoderan del cuerpo de las personas. La historia se centra cuando los tres mencionados tendrán que viajar hasta un pueblo que es zona de cultivos, donde conocerán a Louis (Louis Herthum), un granjero, y sus dos hijos adolescentes, Caleb (Caleb Landry) y Nell (Ashley Bell), siendo esta una niña de 16 años y, según su progenitor, poseída por almas demoníacas.
Tres factores fundamentales se pueden identificar en el filme de Stamm. Dos primeros serían el fanatismo y la pérdida de fe. El personaje de Cotton Marcus es un hombre que ha perdido de la fe, muy a pesar es el “showman” de una iglesia evangélica. El inicio de la película es casi una breve biografía de la vida de Marcus, hijo de, también, un reverendo que desde niño lo inculcó a predicar para su iglesia, orando y sanando los espíritus de las “ovejas descarriadas”. Marcus ha llevado una vida de una figura emblemática para su iglesia, siendo casi una estrella de rock para sus seguidores. En paralelo, su vida familiar se ve perturbada por la presencia de su único hijo, quien habría nacido prematuramente y por eso mismo es dócil inmunológicamente. Seguido de ello es cuando el reverendo confiesa su pérdida de fe, y es por eso que ha convocado a los dos documentalistas para que cubran lo que sería su último exorcismo (una actividad usual en su tarea como reverendo), acto que según sus experiencias, será toda una puesta en escena, casi como su mismo oficio religioso.
Stamm atrevidamente utiliza a un agnóstico para que sea un mediador de fe. Esto, muy aparte de lo que está por suceder, es un medio atractivo al provocar un juicio anticipado de lo que podría pasar. Hay una cita directa al El exorcista. El padre Karras, si bien creía en Dios, este pasaba por un conflicto de fe, ello producto de su alcoholismo y su vida personal. Entonces, es más trágico (o espeluznante) ver a un incrédulo de fe intentando hacer un exorcismo, que a un cura conservador haciendo lo suyo. El atrevimiento de Stamm se incrementa cuando toma a toda una congregación (o un pueblo) y la convierte en una secta encubierta. El último exorcismo así se perfila como un filme lleno de ironías, donde el que parecía ser no era realmente.
Un tercer factor es sobre la pubertad femenina, algo que nos remonta a la película de Brian De Palma, Carrie (1976). La pubertad naturalmente se relaciona con la sexualidad femenina, esta como una germinación del pecado. En ambas películas se puede observar la presencia de la madre castrante. Nell hace años ha perdido a su madre, víctima de un cáncer “de mama”. Los celos que son propios de la madre para los hijos, fueron heredados al padre. La imagen de Louis es la de un padre sobreprotector, casi enfermizo, velado además de un fanatismo "personal". Es personal debido a que Louis no cede a la religión de su misma iglesia evangélica (representado en el filme como el recinto del fanatismo). Al igual que en Carrie, la presencia de la madre es asfixiante y perturbadora, subordiana también a la religión. Con esto podemos concluír que la imagen del padre-madre es un catalizador que evoca el terror.
El último exorcismo hubiese sido una buena película si no fuera por su desacertado final. Daniel Stamm en gran parte del filme sabe manejar el suspenso y aprovechar los momentos de terror. Ninguno de ellos se vuelca a la exageración ni a “vuelta de tuerca” de los sonidos repentinos que hacen saltar al público de sus butacas. El terror que impone en el transcurso de la trama no es falso ni tramposo. Los escenarios son adecuadamente seleccionados. Los espacios abiertos pero oscuros, entre pastizales y corredores estrechos, son lugares donde lo diabólico reina. Las escenas del cuerpo de Nell en pleno climax demoníaco son generosas y suficientes, y lo que es mejor, es que se hacen esperar. Son apenas cinco minutos los que se ve a la adolescente posesionada por el espíritu maligno. El último exorcismo es escaza del gore. Todo el rodaje contiene tan sólo manchas de sangre, dibujos tétricos (una fuente muy citada, pero, sin embargo, efectiva en medio de la oscuridad) o gritos, tópicos que empañan al espectador de un gran desconcierto. Las actuaciones siempre provocan verosimilitud, sin embargo, la presencia de Caleb, el hermano de Nell, es absolutamente la mejor performance. Una de las mejores escenas es la primera aparición de Caleb. Es de día y a campo abierto, pero es su mirada y su tono de voz diabólico (él parece ser el poseído) los que manifiestan esos momentos de mucha tensión.
En conjunto, El último exorcismo termina siendo una mezcla de El proyecto de la Bruja de Blair (1999) y The reaping (2007). El final no es justo para una película que había logrado su cometido en el terror. La cámara que corre a campo traviesa es un refrito que posiblemente se veía aproximar, aunque no en tal estado. El desenlace además de ser ineficaz es precipitado, casi fugaz, dejando en un profundo enigma ciertas preguntas: ¿quién desvirgó a Nell? ¿Fue el chico de la cafetería, tal como lo habría confesado la misma Nell? ¿Es acaso el mismo joven el diablo? ¿Era en realidad gay?

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