Réquiem por un sueño (2000) posee una temática universal más abierta e inquietante a diferencia de su ópera prima, una ajena a sistemas numéricos o misteriosos y turbulentos descubrimientos. La segunda película de Darren Aronofsky, sin embargo, no se aleja de la historia sobre los personajes paranoicos o anímicamente vulnerables. Así como ocurrió en Pi, el caos se gesta desde la mentalidad humana y no desde su propio contexto. Los nuevos personajes de Aronofsky son seres de fábula, infantiles, inciertos, frágiles y sobre todo soñadores.
La historia es compartida por cuatro personajes, cada uno de ellos asumiendo un rol principal e independiente, esto a pesar de estar relacionados uno con el otro. Sara (Ellen Burstyn) es una mujer viuda y solitaria. Ella es adicta a la televisión y en cierta ocasión recibe el anuncio de parte de un medio para salir en un programa de concurso. La anciana espera con ímpetu la llegada de su anuncio oficial y mientras tanto se pondrá a dieta para lucir su antiguo vestido rojo. Harry (Jared Leto) es el hijo único de Sara, un adicto y vendedor de narcóticos que tiene como única meta formar en algún futuro una tienda de diseño en vestuarios junto a su novia, Marion (Jennifer Connelly) una joven de origen de clase alta, víctima de los mismos vicios de su amante, con una gran habilidad para el diseño en telas, y con un gran deseo de emprender ese futuro negocio. Por último, Tyrone (Marlon Wayans) es amigo de la pareja y también vendedor de drogas junto con Harry. Él imagina acumular el dinero suficiente para poder lograr algún día retomar una felicidad perdida.
Aronofsky fabula a sus personajes en el sentido de ofrecerles una introducción, un cuerpo de su historia y un desenlace. Réquiem por un sueño se divide en tres partes, la temporada de verano, otoño e invierno, tres momentos que separan la dicha y la desdicha de cada personaje que en un inicio fue optimista en medio de una rutina solitaria o degradada. Verano para el cuarteto significa la esperanza, la oportunidad de superación, de alcanzar sus sueños más deseados. Harry, Marion y Tyrone observan cómo crece su oportunidad de alcanzar sus metas o deseos sin la necesidad de abandonar su rutina calamitosa. El seguir (con)viviendo con el mundo de las drogas no infiere que ellos sean incapaces de sacar partido de ello. Harry y Tyrone se ponen a fabricar las sustancias para luego venderlas, mientras que Marion se dedica con énfasis a crear uno y otro diseño de ropa. Cada uno celebra –siempre con excesos de drogas –la acumulación de ahorros que es guardada en una caja de zapatos oculta tras una pared. El negocio va viento en popa.
El caso de Sara es distinto. Su mundo no es una opción, es una realidad. Ella es viuda desde hace algunos años y su rutina de esposa y madre –luego que Harry se marchara de casa –ha terminado. La Tv y algunas amigas de su generación son su nueva vida, una desmotivada en comparación a la que hace mucho llevaba, siempre latente por la multitud de fotos situadas en cada habitación o un vestido rojo que guarda en el ropero, uno que usó cuando Harry se graduó, el mismo que su marido adoraba verla usar, aquel que combinaba muy bien con su cabello rojizo, hoy opaco y sin vida. La repentina llamada de una empresa de medios será la nueva motivación para Sara. Ella ha sido elegida como una de las posibles finalistas para un programa de concurso. Su rostro será visto por miles de personas; la oportunidad para que ella se vea reflejada en el lugar que le ha hecho compañía durante sus años solitarios, la Tv, la oportunidad de poder vestir una vez más el vestido rojo, túnica que simboliza sus años cumbres, cuando entonces gozaba de una familia. Usar el vestido; he ahí el dilema. Tendrá que bajar de peso para ello. Es así como se inicia el calvario de una mujer obsesionada con un cercano día en el que la cremallera logre cubrir su espalda. La única forma: tomar cuatro pastillas diarias.
Otoño es el inicio del infortunio. Tyrone, a punto de hacer un gran negocio, es sorprendido en una redada y encarcelado. Gran parte de la ganancia que había obtenido con Harry servirá para saldar la fianza. Una vez más partir de cero, y lo peor es que ahora hay más trabas para el negocio, por lo tanto, menos acceso a la comercialización. La inspiración de Marion está agotada, así como el mismo amor que sentía por Harry. La pareja se siente frustrada. Pelean y se ofenden. Al final deciden que Marion empeñará su cuerpo a un millonario para conseguir un capital. Por otro lado, la ausencia de narcóticos, además de no traer nuevas ganancias, ha traído ansiedad en los tres jóvenes por probarla, ya es parte de su rutina, lo tienen impregnado en sus venas, y en casos, como ocurre con Harry, se manifiesta. Harry tiene el brazo infectado y parece andar de mal en peor. A Sara, por su lado, le ha cerrado la cremallera, muy a pesar dos nuevos problemas la acechan. Se ha vuelto dependiente a las pastillas, las que le recomendó un seudomédico no son suficientes. La dosis que su cuerpo ha recibido por algunos meses ya no le causa el mismo efecto que antes. Asimismo, aún no le llaman para el programa, y sus deseos por salir en el programa se ha incrementado. Dicha presentación será la oportunidad de anunciar que su hijo Harry es el mejor, y además está a punto de comprometerse con una buena chica. “Tendrán un bebe”, murmulla para ella misma.
Invierno es el desenlace, la estocada final. Los personajes caen a un límite infausto. Harry y Tyrone intentan irse a Florida en busca de nueva “pasta”, pero terminan detenidos y luego encarcelados. Harry en un hospital con un miembro amputado y Tyrone en la cárcel sometido a trabajos forzosos. La adicción de Marion se ha elevado. Ella decide ir a buscar drogas en cambio de su sexo. Sara, atormentada por visiones surreales, termina siendo recluida en un hospital psiquiátrico, sometida a diario por pruebas infrahumanas. Aronofsky ha creado una tragedia. Es el relato de cuatro personajes en mira de un buen futuro, pero que sufren un cambio radical en sus vidas, uno que parece no tener marcha atrás, trágico e irremediable. No habrá primavera para estos personajes, no más esperanzas, no más sueños en su realidad, sino tan sólo en sus propios sueños. En la escena final sus personajes, postrados en camas solitarias y ajenas, deciden reunir la poca tranquilidad que se les concede y toman la forma de la inocencia, la forma embrionaria, como queriendo retroceder hasta las entrañas maternales deseando que todo vuelva como en su inicio. Hay un halo en cada uno de ellos graficándose sus propios deseos. Esto no pasará en su realidad, pero sí en sus sueños. Sonrisas se dibujan en el rostro de cada uno; nadie ultrajará sus sueños.
Darren Aronofsky con Réquiem por un sueño ha logrado enfatizar sus técnicas fílmicas. Los cortes rápidos son una dinámica que agiliza la narración de los hechos. Este estilo de elipsis es además una mirada distinta y perturbadora, adjunta con sonidos graves y bruscos, que dramatiza el estado nebular de sus personajes. Hay continuas aceleraciones de acción, agilidad que se le ofrece al espectador manifestando la alteración mental de los personajes, así como sus comportamientos bajo el efecto de las drogas.
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