martes, 28 de enero de 2020

Mujercitas

Es a propósito de un debate (interior) de Jo (Saoirse Ronan) que se descubre el rasgo más interesante de la última película de Greta Gerwig. Mujercitas (2019) hace balance entre la comedia y el drama. Es la mirada entre el pasado y el presente, el soñar y la resignación, la ingenuidad y la madurez. La historia no narra el proceso de aprendizaje de un grupo de niñas, sino hace comparación entre las temporalidades, presta atención a los cambios y la resistencia de sus personajes a preservar ciertos encantos que resulta difícil sobrellevar en una vida adulta. En un presente, las mujeres siguen teniendo los mismos conceptos, incluyendo las fantasías, que tenían de niñas; sin embargo, la realidad se las pone complicada. La Guerra Civil ha terminado, y con ello la etapa romántica ha cumplido su tiempo de vida. ¿O no?
En esa escena crucial, que además sirve para desarrollar la personalidad de Jo, se pone en manifiesto dicha incógnita: ¿ceder al compromiso o insistir al deseo de independencia? Es decir, ¿ceder al romanticismo o un nuevo cambio? Jo afirma su postura, pero no deja de poner en evidencia eso que le está embargando. ¿Es que acaso ha traicionado su propia naturaleza? ¿Jo, al igual que todas sus hermanas, ha decidido a resignarse? Ahora, ¿es que es resignación o simple consenso? Escenas más adelante, Jo negocia su novela. Nuevamente, el mismo debate se germina. Finalmente, vemos a la escritora llegando a un acuerdo. No es un gesto de resignación, es un indicio de afincar una idea –la de Jo– en medio de un imaginario contrario. Mujercitas es romántica de inicio a fin, pero dentro de ese universo ficcional, un cambio se avecina.

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