miércoles, 5 de octubre de 2022

Sonríe

Basta mencionar una sola película para revelar el conflicto y hacia dónde se direcciona el destino de la protagonista de esta historia. A fin de evitar spoilers, obviamente, no la mencionaré. Lo que sí podría decir es que, tras el testimonio de una presunta demente a inicio de la película, se me vino de inmediato a la mente Invasion of the Body Snatchers (1956). Eso de cuerpos que parecen tener el mismo aspecto físico, pero han dejado de ser ellos, es una fantasía que nace con el sci-fi. Ahí están películas como The Thing (1982) o Night of the Creeps (1986), en donde vemos “cosas” espaciales apoderándose silenciosamente de la humanidad. Pero en Sonríe (2022) no estamos tratando con seres del espacio. Esto previene de un efecto paranormal o sintomático, o las dos cosas a la vez. De pronto, un evento traumático activa una sensibilidad alucinatoria, la cual no es posible desligarte. Estás con el virus. Sí, pueda que sea una alegoría sobre la coyuntura pandémica. Una representación sobre cómo es que la sociedad comienza a menguar producto de la tragedia en cadena, aquella que veías dentro o fuera de tu casa, en la televisión, por el celular o la Internet. Era casi imposible escapar de las noticias trágicas del COVID-19 en un mundo con un flujo informativo activo y disperso. Todos tuvimos un shock asegurado, en especial los terapeutas.

Sonríe tiene como personaje principal a la doctora Rose (Sosie Bacon), una psicóloga muy comprometida con su oficio. Ella trabaja en un hospital público, en donde curiosamente es ella misma quien se deja explotar producto de esa abnegación hacia lo que se dedica. No puede dejar de atender paciente tras paciente, incluyendo a una chica que acaba de ver cómo su maestro cometía un suicidio de la manera más desagradable. Entonces así es como inicia esta película sobre personas que sonríen antes de ponerle fin a su vida. Aquí la risa tiene un efecto sintomático. Es como un gesto de subordinación. Eso que se hace cuando sabes que ya no hay forma de enmendar las cosas. “Me rindo, jaja”. Parece gracioso, pero absolutamente no lo es. La risa aquí es equivalente a la proximidad de la muerte. El acabose. Rose se tarda en comprender eso. Es una dedicada a los manuales clínicos, mecánica y no creyente de las eventualidades paranormales o ajenas a la ciencia. Ya para cuando se comienza a volver “loca”, es más abierta al conocimiento. Esta es una película sobre la aceptación de realidades alternas e incluso las reprimidas.
Es casi un mantra en las películas de terror que una psicóloga deba tener antecedentes traumáticos. ¿Eso enriquece la trama? En esta película, tal vez hubiera dado igual. Tenemos una mujer que ha sido poseída por un trauma. Este atormenta su cotidiano, ha desequilibrado su racionalidad y cordura. Pero, en paralelo, tiene otro trauma que resguarda, acalla, y que, si lo libera, bien podría emerger similares síntomas como los que percibe en su estado de posesa. Sonríe es una película quiere abordar el tema del trauma desde dos terrenos: el lógico y el ilógico. Rose, hasta cierto punto, es atacada por los dos flancos y ya no se sabe cuál es el que deberíamos prestar más atención. Incluso parece que la protagonista no está del todo segura cuál curar o atacar primero. A propósito, puede que esa intersección de conflictos sea la razón de por qué opta por un cierre de lo más flojo. El director Parker Finn tiene esta buena idea de reformular un conflicto ya casi familiar dentro del género. La apropiación es habitual en estos tiempos; decir lo mismo solo que asociado a una coyuntura o representación totalmente distinta a sus precedentes. Esto intenta hacer el autor. Sin embargo, y para mal, trae consigo ciertos mecanismos repetitivos, agotados y que ningún efecto positivo provoca. Eso de andar asustando a la gente con algún grito, ruido o aparición intempestiva está muy pasado de moda. Cosas como esas no merecen apropiarse.

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