En una cueva, durante
la era de la Prehistoria, el cavernícola Crug se niega a salir de su escondite.
La regla es clara e impuesta para toda su familia, salir de la cueva implicaría
exponerse a posibles peligros que provocarían su extinción. Las únicas salidas
están dedicadas tan solo a las rutinas de caza o de comida. No hay otra razón
para salir de la cueva. Lo que haya afuera es mejor ignorar, a que ser víctimas
fáciles de un depredador o alguna otra cosa que es mejor tenerle miedo, afirma
Crug. Y todos hacen caso, todos excepto Eep, la hija curiosa de la familia,
quien un día al ver como un destello de luz surcaba en el exterior, decidió
abandonar la cueva para verlo por sí misma. Lo que en principio fue una sombra,
luego se convirtió en una silueta para, finalmente, tomar forma de algo que
nunca antes la joven cavernícola había visto en su vida. Esto señores (no se
asusten), es filosofía.
Los Croods (2012), último filme animado de la Dreamworks, narra la
historia de un grupo de cavernícolas que temen al exterior, a lo desconocido o
ignorado, al mundo real. Lo que ellos han visto, es apenas un mínimo fragmento
de lo que en verdad es. Lo que Crug o su familia sabe, es de hecho una verdad a
medias o una verdad imaginada. El padre cavernícola a diario narra cuentos,
historias inventadas, es decir, eventos falsos que nunca sucedieron, pero que
dentro de la cueva la familia (e incluso él mismo) toma por verdad. Crug a
diario imparte el mensaje del miedo: temer lo que está afuera está bien. El
miedo entonces los mantendrá alejados del peligro, a salvos en casa,
eternamente ajenos al exterior, a la vida real; siempre cavernícolas. Los Croods es sin duda una lectura para dummies de la filosofía de Platón en
base a su “Alegoría de la caverna”, esa que narraba como un grupo de hombres
vivían encadenados en una cueva, dando la espalda al mundo, sin saber qué es
exactamente lo que ocurría afuera.
El personaje de Eep no
es nada más que el experimento de Platón, sobre cómo el hombre, liberado de sus
cadenas, reconoce la verdad, reconoce el mundo de las “ideas”, palabra que
redunda en el guión de este filme animado, y que lo motiva el personaje de Guy,
el habitante que vive fuera de la caverna, aquel que ya ha visto el mundo tal y
cual, pero que a pesar de todo no está satisfecho con lo visto. Él quiere
llegar a donde ilumina el sol, astro que para la filosofía griega representó la
verdad o la perfección misma. Guy es el alter-ego del filósofo griego. Los Croods sigue la trama sobre la
hégira de un grupo de personajes que huyen del cambio global. A diferencia de La Era del hielo (2002), en Los Croods los personajes pasan por un
proceso de aprendizaje. Al final de la película, Manny, Diego y Sid, no han
hecho más que hacer nuevos amigos. El final de los cavernícolas es distinto. Su
vida ha tenido un cambio radical, regresar a la vida cavernaria es inadmisible,
no después de haber cruzado ese límite que divide el tránsito de la ignorancia
a la curiosidad.
Punto aparte, Los Croods juega a un discurso
peligroso. Eep, el personaje femenino, joven y aventurera, a primera vista nos
podría traer a la mente a esa figura que está en búsqueda de la nueva heroína, imagen gestada por
personajes como Katniss en Los juegos del hambre (2012) o Merida en Valiente
(2012). Lo cierto es que Eep es más bien la aspirante frustrada a esta nueva
heroína, una que en efecto es aventurera, masculinizada, más no partidaria de
un libre pensamiento, transgresora, tanto familiar, social como íntimo. Eep se
queda a medias, es la que se rebeló ante el mandato patriarcal, más no al
mandato afectivo del enamoramiento. Eep es la típica adolescente que solo está
mudando su protección paternal. Es el desligamiento a Crug y el encantamiento hacia
Guy. Es entonces la desobediencia al padre y la obediencia al joven enamorado,
y eso se refleja en una escena cuando el padre niega a su hija se acerque a las
aguas de una laguna. Esa es otra historia, dominación masculina, más conocida
como machismo, algo muy común en la Edad de Piedra.
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