Del 22 al 17 de noviembre, se realizará el Festival de Cine Europeo en su edición 25. Dentro de su transcurso iremos haciendo algunas críticas de las películas que vayamos viendo.
De pronto la necesidad
de eliminar al único de testigo de un triple asesinato se convierte en la
obsesión de Santos (José Coronado), algo que parece ir más allá de salvar su
propio pellejo. ¿Redención o algo puramente personal? No habrá paz para los malvados (2011), de Enrique Urbizu, tiene
como mayor atractivo a un protagonista que rememora a un detective sacado de un
filme noir combinado con un duro de
la década de los 80. Santos es una especie de sujeto híbrido. Alcohólico,
divorciado, atormentado por un pasado que calla hasta el final de la película. Santos
tiene las facultades de todo buen veterano, es duro de roer, sin embargo, todos
los de su departamento creen que ya es momento de un retiro definitivo. Santos
es víctima de “achaques”, como él mismo llama, y son estos mismos los que han
provocado que cometa un terrible y ridículo error.
No habrá paz para los malvados es la historia de un hecho absurdo que
conduce a un hecho increíble. La muerte accidental de tres sujetos ocasiona una
doble investigación. Por un lado, Santos localizando al único testigo de su
crimen; en paralelo, una jueza indaga el mismo caso calificado como un ajuste
de cuentas. A medida que ambos avanzan, el ojo de la tormenta va tomando forma.
Enrique Urbizu hace memoria al atentado del 11-M, además de la crisis social y
económica en España. Dentro de este contexto, Santos se revela como un
antihéroe, uno que no obedece a las normas morales, sino a las cínicas. Cazar
al villano es desmantelar toda una red que conspira contra toda una nación. A
Santos esto le tiene sin cuidado, él solo quiere matar al maldito. No habrá paz
para él hasta no haberlo tachado.
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