Un fantasma o un
espíritu. ¿Qué de especial tiene un ente para ser temido? El conjuro (2013) tenía esa virtud de dejar en conocimiento que lo
intangible era sinónimo de impotencia. Esa sensación de incombatibilidad hacia
algo que apenas percibes o solo reconoces a menos que este se manifieste, sea
mediante apariciones o posesiones. Para ambos casos, expurgar es la clave.
Enfrentarlo es lo errado. No se puede enfrentar a las fuerzas malignas. El
hombre asume pasividad frente a estos casos, es decir, tiene las de perder, y
esto ya es suficiente materia prima para promover el terror. En Insidious (2010), James Wan no logró
entender por completo esto, muy a pesar, había madera para componer el miedo.
Ingresar al pesado ambiente de la inestabilidad y provocar a partir de ello la
inseguridad, algo que, por el contrario, en su secuela pierde total emoción.
Insidious 2 (2013) es la continuación del final abierto de su
predecesora. Son los rezagos impregnados en Josh (Patrick Wilson) luego de su
viaje al “más allá” en pie de rescatar a Dalton (Ty Simpkins). El caso de su
menor hijo ya ha sido resulto, sin embargo, es ahora el padre quien tendrá que
sufrir las consecuencias de su acto heroico. Espíritus lo han seguido desde el
inframundo hasta el terreno de los vivos. Ahora viven detrás de él, acechando a
sus espaldas, alimentándose de su miedo y el de su familia, y pronto habitarán
en su cuerpo. Los fantasmas de su infancia han retornado a su vida. Pesadillas
que ya habían desaparecido pero que han vuelto a revivir. James Wan entonces
nos obliga a virar al pasado. El principio de la película se compone en
flashbacks, los que nos aproximan a la infancia de Josh y al misterio de “la
novia que viste de negro” (que nada tiene que ver con Truffaut).
En paralelo a esta premisa, en el presente, la espiritista que ayudó al rescate de Dalton fue muerta luego del final de dicha sesión, justo después que Renai (Rose Byrne) captara en una fotografía de cómo un espíritu ahora habitada a la espalda de su marido. Todo esto ya había sucedido en la primera parte, salvo la muerte de Elise (Lin Shaye). Ahora, ¿a qué viene mi intención de contar lo que sería la sinopsis del filme? Pues el simple hecho de dar a notar que desde su anterior capítulo, James Wan nos tenía preparado una historia de intriga. Lo que a continuación se verá en Insidious 2 no es una historia de miedo o de terror; para nada. Es la historia de un asesinato, es atrapar al asesino. Ese individuo que, al estilo del cine noir, toma por prestado una identidad y la convierte en el falso culpable. En esta película hay un crimen (la espiritista), hay pruebas (la foto), hay antecedentes (el pasado de Josh y todo lo que implique sus antiguas pesadillas), hay “investigadores” de fantasmas, unos que juegan a los detectives con ayuda de espíritus que les “echan una mano” en un caso que incrimina a un inocente.
Insidious 2, como filme policiaco, se gana cierta simpatía al crear
coherencias y encajes frente a los otros tiempos, tanto los correspondientes a
la precuela como los que pertenecen al pasado de Josh. No sé por qué se me vino
a la mente la trilogía de Volver al
futuro e Inception (2010), de
Christopher Nolan. Como filme terror, James Wan hizo la inversa de El conjuro. El efecto “boo” está
latente. El carrito y el intercomunicador del bebe que se enciende, el piano
que toca por sí solo. Por cierto, Wan ha convertido el armario en un nuevo
cliché fantasmal. El director comete el error de hurgar al pasado, al origen de
la enfermedad. Asistir a las respuestas o razonamientos, es acercarse a la
ciencia, lo que reemplaza el miedo por la lógica. No existe nada menos
atractivo que ver a un grupo de personas intentando burlar a los muertos. El
grupo del tipo con su tecnología de dados y sus secuaces que le ponen la dosis cómica;
menudos detectives.
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