David O. Russell es un
director de comedia. Hasta la actualidad, The
fighter (2010) es su única película que escapa de este género. Russell tiene
creatividad cuando se trata de provocar conflictos que ridiculizan a sus
personajes, haciendo de sus vidas y oficios una madeja de sátiras. Claro que me
refiero al primer Russell, el director que fue antes de la película citada. Es
decir, antes de ser víctima de las grandes producciones, aquellas que incluyen
grandes estrellas e historias humanas que aspiran a los premios de la Academia.
Russell, hoy en día, apuesta a lo seguro. Historias que siguen siendo cómicas,
siguen ridiculizando a sus personajes, pero, lastimosamente, con una dosis de
creatividad casi extinta. Silver linings playbook (2012) es un ejemplo de un filme gratuito, que se ganó una fama a
través del carisma de sus actores y una historia reciclada. La película no es
mala, como tampoco buena, ni mucho menos excelente. Lo mismo pasa con The figther.
Escándalo Americano (2013) es lo más rescatable que ha realizado el director en
los últimos años. Una película que se asoma al género criminal, pero que en
realidad es más una comedia, inclinada incluso a la comedia romántica. Si bien
es un grupo jugando a ser policías y ladrones (turnándose dichos roles), es muy
notoria la presencia del romance que se concibe entre ellos. Son los conflictos
amorosos los que sin querer complican tanto sus estrategias como sus planes de
estafa, poniendo en riesgo la empresa como la relación entre sus mismos socios.
Hablar de una película rigurosamente criminal, implica a personajes que actúan
hasta un punto demencial, perverso e innato. Los personajes de Russell son más
bien emotivos. Se enternecen, colapsan, se celan entre ellos, se pelean, se
amistan. Son vulnerables y volubles, y eso es lo que hace que se compliquen las
cosas.
Hay, sin embargo, una
intención del director por insistir a hacer su propia película criminal.
Aquella que bien le haría recordar a un filme como el de Buenos muchachos (1990), de Martin Scorsese (quiebre argumental,
técnicas de formato, personajes explosivos o violentos), o tal vez a uno más
pretérito, como por ejemplo remembrando al clásico cine negro. Por un lado, Escándalo
Americano ambienta una época, más que política, cultural. El vestuario y
las pistas musicales aquí son esenciales para provocar dicha nostalgia. Está
también la ambientación a un mundo anónimo y peligroso. La presencia de la
mafia asume un perfil intimidante, aunque solo en apariencia. El personaje de
Robert De Niro fantasea con ser un Al Capone o el James Conway del filme de
Scorsese. Como estrategia desesperada, Russell resuelve hacerle un brevísimo flashback a este individuo de “duro
semblante”. Tal vez en realidad así lo sea, aunque no se sabe porque no
aparecerá más.
Como filme criminal, Escándalo Americano se frustra, muy a pesar
si tiene como aliciente a otro subgénero clásico. El personaje de Amy Adams es
casi nuclear en el filme. Más adelante, la intervención de Jennifer Lawrence
será fundamental para darle un giro a la trama. Frente a esto, los personajes
masculinos giran en torno a los femeninos. Russell se acerca al subgénero de
los años 40, el screwball comedy. Un
cine de noción detectivesca o criminal, pero que alberga también una trama
romántica, siendo la intervención femenina trascendental en la actitudes
masculinas. Christian Bale y Bradley Cooper están ceñidos a los juegos de
seducción de las dos damas de la historia. Es así como Russell termina por
realizar una película menos impredecible que sus anteriores. Personajes
faltando sus propios discursos. Ladrones redimiéndose, agentes embarrándose.
Lástima que un sector la elogie con fascinación. Jennifer Lawrence no es la
gran actuación que mencionan. Tampoco es la mejor película de David O. Russell.
De lo más reciente sí, pero su ópera prima, Spanking
the monkey (1994), es de lejos lo mejor del “otro yo” (ya casi extinto) del
director.
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