lunes, 17 de marzo de 2014

Balada de un hombre común (o Inside Llewyn Davis)

Los hermanos Coen son referentes del cine actual. Son uno de los pocos directores que desde su ópera prima han mantenido un estilo fílmico firme, como por ejemplo lo ha venido construyendo Wes Anderson, solo que a diferencia de este último el dúo ha mudado sus referenciales a distintos géneros. En su cine no existen redundancias, sino constantes. Citados específicos que se filtran en situaciones que fingen ser ajenas e independientes al resto de su filmografía. Los Coen desde Sangre fácil (1984) habrán madurado pero no han derivado su línea idiomática. Como sucede en el cine de Michael Haneke o David Cronenberg, las filias de estos directores son omnipresentes e incurables. En una película realista como Fargo (1996) su argumento no se libra de eventos absurdos; los hay también surrealistas. En sus filmes siempre estará el guardián “mudo”, extraño y de figura intimidante; personajes que aparecen y desaparecen de la nada; pistas o marcas que juegan a ser una especie de epifanías; un humor sarcástico y a veces excéntrico. Hay un universo inconfundible y muy notorio en los Coen.
Inside Llewyn Davis (2013) tiene de esto, además de un pesado ambiente lleno de melancolía, algo que los directores ya habían provocado en pequeñas dosis en los cierres de Sin lugar para los débiles (2007) y Temple de acero (2010). Son los años 60. Llewyn (Oscar Isaac), un cantante de música folk, intenta abrirse paso como solista en un negocio musical que, dentro de su género, acoge exclusivamente a duetos y tríos. Los Coen replantean un conflicto ya difundido en su filmografía en base a personajes que persiguen algo, y cómo esto los conduce a la vía del éxito o el fracaso. Sea en el rapto a un bebé (Raising Arizona, 1987), la búsqueda del sueño americano (The Hudsucker Proxy, 1994), el chantaje (El hombre que nunca estuvo allí, 2001) o el atraco perfecto (El quinteto de la muerte, 2004), los directores brindan a sus personajes una meta específica. Es el caso de Llewyn el ser reconocido como solista de música folk, algo que desde un principio se contempla con desesperanza. Si bien Llewyn posee el talento como músico, es también dueño de un karma que atrae la negatividad.

Desde un gato extraviado hasta un estilo de vida errante, su tensa relación con su hermana y una amante furtiva, son una serie de pistas que Llewyn va dejando y lo destinan a una imagen en ruina. Las canciones que él mismo interpreta son un himno al pesimismo: personas que no pueden volar, marineros mercantes jubilados, diarios de suicidas. Por donde vaya o camine, Llewyn será el protagonista de sus propias historias musicales. Son parte de su pasado, su presente o lo que tal vez le espere en un futuro. Son además una mirada a sus deseos o fantasías frustradas. Inside Llewyn Davis juega a comportarse como una road movie. Llewyn es un viajero que va de sofá en sofá o de auto en auto, y que a cada paso se (des)encuentra con un conocido o desconocido que se hace cargo de estrujarle sus defectos o las dificultades que le impedirán lograr su éxito como solista. Lo que bien podría ser contemplado como un drama o una aventura en pie a alcanzar un sueño, los Coen se deciden por convertirla en una ironía. La burla y la paradoja se filtran de forma sutil en esta trama que tiene además un referente cercano a una de sus anteriores películas.
La historia de Llewyn tiene mucho del personaje de Barton Fink. Ambos artistas con talento pero que dado el contexto, la temporalidad o las circunstancias, son empujados a la decepción. Los Coen si bien provocan una alegoría al fracaso, hacen también una especie de homenaje a los no reconocidos. Se me viene a la mente el documental Buscando a Sugarman (2012). Tanto Rodríguez como Llewyn, dos artistas no descubiertos por un ámbito que todavía no estaba preparado para el “síndrome de Bob Dylan”. Barton Fink (1991) es una alegoría al guionista frustrado también por las mecánicas del negocio. La diferencia es que Barton está destinado a la mediocridad, muy a pesar, dentro de su pesimismo arraigado, parece asomarse en el destino de Llewyn una especie de estímulo, aquello que lo invita a la no rendición, esto a pesar que las cosas no parecen haberle sonreído ni tampoco complicado desde el principio de su historia. Dicho esto, cabe la posibilidad que el inicio de Inside Llewyn Davis no necesariamente tenga que ser digerido como un flashback, sino también como el punto de partida de una fábula cíclica. Llewyn tal vez esté destinado a asumir sus metas como simples fantasías lejanas, como las carreras espaciales o qué país es la potencia mundial, además de otros inventos de EEUU que, por cierto, se exponen en la canción “Please, Mr. Kennedy”. Me parece es la primera vez que los Coen hacen una alusión política sobre su país en referencia a sus mecánicas del fracaso.

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