lunes, 6 de agosto de 2018

22 Festival de Lima: Matar a Jesús

Es como si nada hubiera cambiado desde La virgen de los sicarios (1999). La película de Laura Mora nos descubre a una Medellín plagada de mata recompensas que anidan en tugurios que solo recorren sus iguales. De la misma forma que en el filme de Barbet Schroeder, la juventud está dominada por este oficio, y tal parece no existe aliciente o intención de salvación. Existe sí un detalle, punto crítico, que distingue a Matar a Jesús (2017) del clásico colombiano. En esta coyuntura lo estatal ha perdido las riendas del asunto. Medios de comunicación y redadas nos evidencian que los responsables del orden funcionan como copartícipes de los actos delictivos. La violencia se ha institucionalizado.
Matar de Jesús nos narra la historia de una adolescente enfrentando un hecho impune. Sicarios y policías son los responsables del pesimismo social que se concentra en Laura (Natasha Jaramillo), testigo de la muerte de su padre. Mora nos desplaza por la ruta de la frustración, el del protocolo policial. Es el panorama social desde una perspectiva superficial. Ya después, inicia un nuevo conflicto. Por cosas del destino, Laura tiene la posibilidad de realizar su desquite, y con ello se manifiesta un panorama social, esta vez desde el corazón de la violencia. Matar de Jesús nos conecta con una extraña “convivencia”, por momentos inverosímil, pero que no deja de desembocar a una reflexión en donde el crimen es sintomático, nunca inherente.

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