martes, 28 de septiembre de 2021

Cry Macho

Una divergencia me suscita la última película de Clint Eastwood, ambivalencia de valoraciones que anteriormente me había gestado un filme como Gran Torino (2008). Ésta es una buena película, sin embargo, no podía pasar por alto diversas convenciones muy propio del cine del director. Su historia parecía una congregación de clichés, empezando por el personaje interpretado por Eastwood haciéndola de pistolero retirado. Estaba también esta caricatura de familia de asiáticos, el modo cómo se representaban las pandillas de la zona, los diálogos tan familiares que se oían tan naturales en el veterano actor y tan forzados por el elenco juvenil que, en serio, parecía haberse saltado una dirección de casting. Eso último era lo que, a mi vista, ponía en más desventaja a Gran Torino. Muy a pesar, había mucha humanidad en la dialéctica —sobre todo emotiva— que surgía entre esos dos mundos o generaciones distintas. Ese choque es lo que hoy en día la juventud llamaría como un crossover: el mundo de la vieja escuela y la novata en un mismo escenario. No solo porque es lo viejo y lo joven, sino también porque es la experiencia y la que aprende de esa misma. Pero insisto en lo dialéctico. Es una historia en donde el viejo también aprende del joven. La definición dramática me resulta un accesorio. Lo que vale de Gran Torino son las incidencias, esos pequeños desencuentros, entre cómicos y cálidos.

Entonces, logro percibir mismos pro y contras en Cry Macho (2021), solo que aquí esas bondades son más débiles y los defectos son casi superlativos. En las últimas décadas, los personajes añejos de Eastwood son equivalentes a dispensadores de valores que los jóvenes no han adoptado o correctores de conceptos de la vida que los mismos muchachos han malinterpretado. Estos hombres maduros no son más los héroes del escenario. En su lugar, los vemos reconocer su decadencia o la cercanía de su ocaso, piensan en sus antecedentes y toda esa vivencia que los perfiló como sujetos defectuosos hasta el punto de estancarlos. Es dentro de esta etapa que observan una motivación, un lazo para salir del hoyo y resarcirse anímicamente. Hay una disposición por redimirse. Y aquí es importante la figura de la juventud. Es a propósito de las generaciones más tempranas que estos viejos se ven estimulados a gestionar un cambio que logre impactar en esos desconocidos descarriados, huérfanos, criados entre los prejuicios y la hostilidad. Tómese como ejemplos A Perfect World (1993), Million Dollar Baby (2004), Invictus (2009), La mula (2018) y, obviamente, Cry Macho (2021). Mike Milo, protagonizado por el director nonagenario, es el criador de caballos retirado que se convierte en guía de un adolescente a partir de una sabiduría acumulada.

Cry Macho luce como el viejo rescatando al joven, pero hay más bien una mutua salvación. Dos generaciones interactúan y se reforman. Es un gesto humano tomando en cuenta que dicha iniciativa es puramente desinteresada. Estamos hablando de un filme moralista con mucho aprendizaje en el trayecto. Una road movie es una zona de conforte para Eastwood. La ruta y la convivencia provisoria se convierte en método que para que dos personas reconozcan sus valores y falencias a lo largo del camino. Definitivamente, el modo de instrucción del director es muy tradicional. Claro que eso no convierte a las películas de Eastwood en retratos cerrados con la coyuntura o intereses en tendencia. En La mula, ya veíamos a un abuelo cool que bailaba música urbana y reconocía con humor las libertades de expresión. Se repetía riéndose para sus afueras: “Puedo aceptarlo”. Es el equivalente a un político ganándose al elector juvenil; forzado dentro de tanto progresismo. En tanto, Cry Macho, desde su título, ya anuncia un nuevo intento por derrumbar poco a poco ese halo conservador de su cine. “El ser macho está sobrevalorado”; le dice al niño mitad yanque y mitad mexicano —una alianza malévola del patriarcado—. Y así camina esta película. El anciano y el adolescente “lloran” en el camino, ellos dejan de fingir una dureza impostada y se franquean con llevar una vida en compañía de alguien que los ame. Es eso. Hasta el gallo que deja de pelear se libra de esa representación de lo macho y su nombre deja de tener sentido.

Pero, todo eso es cliché. Ya ha sido visto. Y pues molesta esa impostación del elenco mexicano sacado también de una caricatura o telenovela versionada por los gringos. Aquí incluso no funciona la construcción de los vínculos humanos. Es la mayoría tan básico, casi un telefilme aleccionador, mediadamente dramático y cómico. Muy a pesar, Cry Macho provoca algo que no había sucedido con tal vitalidad en otra película de Eastwood. Esta despierta afición y un estremecimiento ante un punto que curiosamente escapa de su propia historia. Me atrevo a entenderla como un cine dentro del cine. Mike Milo no es un simple mortal que imparte valores. Este es la condensación de toda una representación o sabiduría fílmica. Mike Milo es evidencia de la resistencia de un personaje tipo que ha trascendido y se ha regenerado a lo largo de décadas. Por otro lado, no comparto el nivel de algarabía de ver a un director de su edad dirigiendo, produciendo, protagonizando, etc. Claro que sí, es una proeza, sin embargo, meramente anecdótica. Pero ver de perfil la figura de Clint Eastwood —ya no a la representación ficticia, sino la real—, seguido por un travelling también es poderosamente sugestiva. El contraste entre la vida que se mueve a un ritmo distinto a su andar lánguido y encorvado entusiasma y a la vez conmueve. Es una divergencia puramente cinéfila que, obviamente, pasa por alto esas redundancias ya mencionadas. Siento que de aquí en adelante será casi un evento ver al veterano en acción, y es que existe una afición innata del espectador por presenciar la culminación de algo. Es ver al tiempo en acción.

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