Un “director” llega a una nueva ciudad para hallar inspiración. Reconoce la zona, busca a su protagonista. Cuando por fin lo encuentra, decide imaginarse su historia. Para ello, le crea una compañía y de paso una obsesión: Sylvia. Entonces comenzaremos a seguir al protagonista, quien a su vez sigue a esa mujer que le recuerda a Sylvia. Todos los muros que pueda la piel (2023) me recuerda a En la ciudad de Sylvia (2007), al menos en su principio. El director Ángel Pajares llega a alguna ciudad de Brasil. Es también el extranjero nuevo de la zona, pero sobre todo un extraño invitado a un hogar habitado por una joven pareja. Ahora, a diferencia de la cámara de José Luis Guerín, Pajares no hace un reconocimiento formal de la locación que está ante sus ojos. Mientras que el español se esforzaba por encuadrar y fabricar multitud planos, el peruano simplemente se vale de su handycam encendida y espera a que algo suceda. Es decir; mientras el primero se exige a encontrar a su personaje, el segundo parece aguardar a que aparezca el/la protagonista. Entonces, resulta un tanto relajado y hasta cómico la manera cómo es que esta ópera prima da sus primeras señas de concepción. Es el director esperando. Incluso se da el lujo de grabarse comiendo naranjas como para poner en registro de que mientras la cámara esté encendida en algún momento aparecerá esa historia que aguardaba ser descubierta.
jueves, 12 de octubre de 2023
4 Lima Alterna: Todos los muros que pueda la piel
Y, en efecto, así sucede, aunque
no después de que Pajares haga un par de ensayos. Capaz el director, víctima de
la ansiedad y el deseo de acortar su espera, opta por aplicar caminos para arrancar
su película. Si no encuentras la historia, entonces imagínala. Primero, vemos a
Pajares en su faceta de documentalista tradicional: él hace preguntas para ver
si la historia sale a flote. Segundo, vemos a Pajares incentivando a sus únicos
actores disponibles -sus anfitriones- a que dramaticen algo para él. Ni uno ni
lo otro parecen convencerlo. Me estoy imaginando -esto es cosa mía- un momento
de frustración. El director desmotivado porque historia no tiene. Cuando de
pronto, unos gritos llaman su atención. Lo más estimulante de Todos los
muros que pueda la piel es toda esta introducción o el preámbulo a la
revelación de una historia, lo equivalente a estar ante un proceso de creación
o inspiración. Es lo que casi siempre ha realizado o referido el cine de
Guerín. El cine siempre es búsqueda, es un ejercicio en donde se aguarda, se
medita y se tiene que ser selectivo. Es escoger un fragmento de la realidad y registrarla
con “objetividad” o, en otros casos, recrearla. Caso Ángel Pajares, sigue una rutina
o capaz todo es parte de un montaje. Sea o lo que sea, esa historia sobre una
pareja y sus problemas pospandemia desde su inicio ya es una apropiación
creativa. El acto de registrar una imagen siempre será un acto que transgrede
la realidad. Por algo la historia “empieza” con una cámara invadiendo la
intimidad tras una puerta entreabierta. Es el director apoderándose de una
realidad ajena.
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