jueves, 19 de octubre de 2023

Los asesinos de la luna

En The Age of Innocence (1993), Michelle Pfeiffer interpreta a una condesa que llega a la ciudad de New York allá por finales del siglo XIX. Dada su condición de mujer separada, además de ser poseedora de pensamientos liberales que trae del continente europeo, chocará con las tradiciones de la alta sociedad neoyorquina al punto de convertirse en una proscrita dentro de esa localidad. Son varias las películas de Martin Scorsese que relatan historias del chico o la chica nueva ingresando a un barrio que funciona y, por tanto, trasciende en razón a la obediencia de sus normativas. En ese sentido, ese sujeto extraño tendrá que tomar uno de dos caminos: atenerse a las reglas de la casa o sufrir las consecuencias. Desde el punto de vista de Scorsese, toda comunidad a vista de un extranjero es una mafia. Los ejemplos más evidentes. En Goodfellas (1990), el pequeño irlandés Henry Hill quiere ingresar a la comunidad de mafiosos italoamericanos y para ello tendrá que pasar por una serie de pruebas. En Gangs of New York (2002), un hombre retorna luego de muchos años a New York y deberá “volver a empezar” para reacondicionarse a los muchos cambios que sufrió la ciudad. Por su parte, en Casino (1995), un impetuoso individuo llega a Las Vegas e impondrá sus normas a fin de ingresar al mundo de las apuestas. Ejemplos menos evidentes. En The Color of Money (1986), Tom Cruise es un talentoso jugador de billar que será instruido por el veterano Paul Newman a aprender los códigos de juego en el escenario de las ligas mayores. En New York, New York (1977), una cantante y un saxofonista de poca monta desean ingresar al duro mundo de la industria musical. En Silencio, dos jesuitas llegan a la inquisidora Japón del siglo XVII en busca de un mentor y continuar la misión.

Muchos de los personajes de Scorsese se encuentran con una mafia. Algunos deciden sumarse a la causa, otros se resisten a seguir las normas. A propósito, el cine de Scorsese está plagado de rebeldes y transgresores, así como de cobardes y traidores. Definitivamente, todos quieren ganar, sea amasando dinero o filtrando —o incluso imponiendo— una ideología. La filmografía del director describe escenarios de codicia y pugna. Killers of the Flower Moon (2023) es una película que está en sintonía con todos esos calificativos y conflictos. La historia sucede en Oklahoma de la década del 20. Llega un nuevo habitante al territorio petrolero de la nación Osage. El joven veterano de la Primera Guerra Ernest (Leonardo DiCaprio) será adoptado por su tío William Hale (Rober De Niro), un rico anciano que tiene mucha influencia dentro de esa comunidad a pesar de no ser indio. Acto seguido, el viejo le enseñará al joven cómo funcionan las cosas en ese lugar y es así cómo debe continuar. Tom Cruise y Paul Newman de The Color of Money parecen reencontrarse, pues se renueva esa iniciativa sobre un protagonista adoptando una nueva tradición que le prometerá fortuna, y qué mejor que en un lugar que la posee de la manera más descarada. El contexto implica un nido petrolero patrimonio de los Osage, quienes han comenzado a inquietarse cómo es que algunos de sus miembros mueren o enferman de manera misteriosa sin que la autoridad local haga caso o investigación ante las denuncias.

Scorsese es ducho para describir cómo trabaja una industria del crimen. El director presenta a sus ejecutores, sus procedimientos, la mascarada a la que asisten con el fin de mantenerse entre las sombras a pesar de que siempre le cae a alguno de sus miembros luz sobre el rostro. Scorsese gusta de los perfiles criminales imperfectos, sinvergüenzas, a veces abusando de su torpeza. “¡Qué pasa contigo!”; es una frase que De Niro repite en Goodfellas para cuando uno de sus empleados mete la pata. Es un momento hilarante ante el desborde de negligencia. El personaje de De Niro en Killers of the Flower Moon también tendrá varios instantes en que tendrá que resondrar a sus peones. Es un gag de Scorsese que alguien cometa una infracción y De Niro llamándole la atención en su condición de líder que se esfuerza por hacerle recordar a sus seguidores las normas del vecindario. De Niro ha jugado ese rol varias veces estando a la orden de Scorsese, incluyendo en la última película del director. Por ejemplo, el De Niro de Goodfellas es el de Killers of the Flower Moon salvo por un detalle que tiene que ver con el contexto. De Niro es una suerte de ídolo supremo en el escenario western, y no en Goodfellas. El omnipotente de esa película era el personaje de Paul Sorvino, llamado Paul Cicero. De Niro en Killers of the Flower Moon es una aproximación de Paul Cicero, y digo “aproximación” porque en un entorno tan poco supervisado por la ley estatal no vale la pena ser muy serio o exigente frente a la ineptitud de sus subordinados.

La nueva película de Scorsese se asienta en un escenario no vigilado. En tanto, la llegada de un comité de fiscalización será el conflicto de ese grupo de villanos que se ha “esforzado” por acumular sus riquezas a costas de la nación Osage. Dicho impase hace referencia a las primeras acciones del FBI asignadas por John Edgar Hoover, el Paul Cicero del bando de los buenos. Es a partir de esa situación que Killers of the Flower Moon hace alusión a lo que acontece en The Departed (2006). Hay una suerte de infiltrado, pero la referencia es más que todo porque vemos a una comisión ingresando a la comunidad con el propósito de desenmascarar a los mafiosos. De aquí radica lo más novedoso de la película, la revisión histórica que concluirá con una particular representación que servirá de anales y autopromoción del FBI. Por lo resto, percibo a Killers of the Flower Moon como la reformulación de una ilación de hechos criminales en un contexto distinto. Es entretenida y fluida. No percibo rastro de tedio a lo largo de sus más de tres horas, algo que sí sentí en su anterior The Irishman (2019). Muy a pesar, el magistral cierre o epílogo de The Irishman compensa esas caídas argumentales. En esa conclusión, Martin Scorsese concibe dentro de su filmografía una fase distinta de una mafia decadente como en su momento lo hizo Francis Ford Coppola en el transcurso de la trilogía de The Godfather (1972 – 1990). En Killers of the Flower Moon, solo veo una renovación de lo anteriormente representado.

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