miércoles, 21 de mayo de 2025

Cannes 2025: Dandelion's Odyssey (Semaine de la Critique)

Luego de sobrevivir a una catástrofe, cuatro hermanitos iniciarán un viaje sin rumbo en busca de un nuevo hábitat. Esta película trae spoiler si nos ponemos a pensar en las varias de las producciones estadounidenses destinadas para el público familiar que acontecieron entre la década de los 80 y los 90. Desde The Land Before Time (1988) hasta Homeward Bound: The Incredible Journey (1993) han sido diversas películas que han retratado historias de personajes obligados a emprender una arriesgada aventura consecuencia de un giro trágico. Es como una road movie solo que a pie. Al igual que dicho género, aquí también los personajes aprenden en el camino fruto de los retos que vayan experimentando o las riñas pasajeras que tienen entre ellos dado que cada uno tiene una personalidad distinta a los otros. Eso es más o menos lo que se representará en la ópera prima de la japonesa Momoko Seto. Con ello y todo, Planetes (2025) es una película atractiva y hasta original. Desde los primeros minutos, sabemos que estamos ante algo alucinante. Lo dicho anterior es algo que se percibe para cuando ya estás familiarizado con la historia. Sin embargo, su principio parece decirnos que estamos ante un documental animado que nos acerca a la naturaleza de manera que nos obliga a maravillarnos con lo que supuestamente nos debería resultar cotidiano.

Hecha la presentación, aparecerán los hermanitos de esta historia: cuatro filamentos de un diente de león. ¿A quién se le hubiera ocurrido? Planetes no solo se da la libertad de “humanizar” a estas semillas volantes —específicamente uno tiene una curiosa personalidad—, sino que además se impone el reto de no generar diálogo. Vuelvo a lo documental. Pienso en las películas de Ron Fricke y Godfrey Reggio, ambos directores que se olvidan de ponerle voces, contexto o historia a sus documentales para que lo visual y auditivo —siempre de la mano del espectacular montaje— sean únicos motores que logren enganchar al espectador a lo largo de sus “enmudecidos” relatos. Claro, la película de Momoko Seto no tendrá la banda sonora a nivel de un Philip Glass, pero eso no la hace menos estimulante y experimental. Planetes es un primerísimo plano a la vida microscópica. Es el momento del mundo vegetal y el de los insectos. Es como Honey, I Shrunk the Kids (1989) tras beber un trago de alucinógenos. Esta alucinación incluirá una serie de sonidos que por momentos estremecerán los sentidos. Es la realidad fílmica que imaginaron varios cineastas experimentales como Jean Cocteau o Stan Brakhage. Pero sería injusto relegar su trama. A propósito, es curioso —y hasta casi perverso— que, a diferencia de sus referentes de aventuras, aquí no sufrimos tanto con la dramática migración de los hermanitos. En su lugar, disfrutamos y recordamos lo maravilloso y complejo que es el tránsito de la vida.

martes, 20 de mayo de 2025

Cannes 2025: Wild Foxes (Quinzaine des cineastes)

La exigencia anímica de la competencia deportiva pone contra la pared a Camille (Samuel Kircher) justo cuando se encuentra en su momento más vulnerable. La Danse des Renards (2025) relata la historia de una joven promesa del boxeo flaqueando ante su equipo. Todos comienzan a cuestionar su resistencia física, así como su compromiso para con el grupo. La presión asediará al protagonista y entonces las cosas comenzarán a salirse de control. El director Valery Carnoy nos expone un drama orientado por un conflicto interno, un dolor que es imperceptible para cualquiera, salvo para quien lo experimenta. Su idea es imaginarse la posibilidad de que sea un adolescente quien cargue con ese peso. Una persona que, ciertamente, no tiene la madurez o la fortaleza emocional para evacuar eso que le resulta incontrolable. Pero hay más presiones. Estamos tratando también con alguien que se dedica al boxeo, lo que implica una escena que demanda resistencia en toda su amplitud, saber lidiar con los roles masculinos y los impulsos volátiles de sus compañeros. Todo eso no resultaría intimidante de no ser porque Camille se encuentra transitando un postrauma.

Luego de mostrarnos las buenas aptitudes del protagonista para con el deporte en cuestión, vemos a este mismo joven sobreviviendo de milagro a la muerte. La Danse des Renards plantea de esa forma un antes y un después. Existe un Camille antes del accidente y otro muy distinto luego de ese. Ahora, es importante también concientizar sobre cómo el “otro” Camille creará un desorden dentro de su círculo de boxeo, y no solo para con sus compañeros de entrenamiento, sino para otros personajes que interactúan con él. A propósito de ese accidente/milagro, se provoca una reacción en cadena. Surge así la pregunta: ¿es acaso Camille culpable de las consecuencias? El juzgarlo implicaría juzgar su mala fortuna, aquella de la cual nadie está libre. Le pudo haber pasado a cualquier otro miembro del equipo, pero sucedió con la promesa. Valery Carnoy, sin embargo, no tiene en mente hacer que sus personajes se vayan enderezando en su camino fruto del aprendizaje o estado de conciencia. Aquí las cosas parecen ir cayendo por su propio peso. Por ejemplo, el tratamiento psicológico, tan mencionado en la película, nunca acontece. La Danse des Renards me suena más como una alarma. Esto es lo que pasa cuando el postrauma no se orienta y más aún tratándose de un adolescente y todavía en un espacio enérgico e impulsivo. Es como un zorro huyendo de una cacería.

lunes, 19 de mayo de 2025

Cannes 2025: Kika (Semaine de la Critique)

Lo atractivo de Kika (2025) resulta de la retrospectiva. A principio, una película que parece hacer guiño al drama social que luego transita por el drama personal, el melodrama, pasan cosas para después evocar a un escenario exótico, totalmente ajeno a lo que se nos presentó o nos imaginamos, pero que, curiosamente, dialogará con coherencia con lo que ha venido conteniendo su protagonista. Kika (Manon Clavel) es una madre de familia que labora para una oficina pública. Su vida da un vuelco para cuando conoce por accidente a un hombre. Es una hermosa anécdota que su directora Alexe Poukine decide no elaborar a profundidad. De hecho, la primera parte de su ópera prima de ficción es una serie de episodios. Elipsis tras elipsis. Es un ritmo dinámico que hasta cierto punto se detiene. Podríamos tomar todo ese seguimiento intensivo como la introducción a lo que será la nueva rutina de su protagonista, la que implica su nueva versión, nuevos retos, el sobrevivir el día a día y un drama que cala en lo más profundo de su ser. Estamos ante un trayecto que me recuerda al retrato de un drama social europeo promedio. El espectador irá empatizando con un personaje a propósito de su ritmo de vida intenso, aflorando en el camino las contradicciones de la sociedad moderna.

Entonces veremos a Kika asediada por su infortunio, en tanto, ella inventando la forma, primero, cómo escapar, después, cómo resolver. A partir de aquí se va descubriendo ese lado contradictorio o ambiguo de la protagonista, quien presa del miedo se deja orientar por el instinto y la improvisación. El carácter de lo ambiguo se revitaliza para cuando comience a reconocer ese nuevo nicho que bien podría ayudarla a superar su situación. Aquí vale mucho la pena no spoilear ese escenario. La mujer, presa del miedo ante la derrota y la represión emocional, verá en un oficio extravagante un medio para sacar a flote su vida. El hecho es que fruto de ello comenzará a ser víctima de una serie de experiencias, aquellas que chocan con su moral tradicional y conservadora. Ahora, eso no significa que Kika sea una adepta a un discurso cucufato o mucho menos religioso. Sucede que la mujer se le ocurre asistir a una comunidad muy poco tradicional efecto de su desesperación. Esto implicará que una y otra vez su modo de pensar se estremezca. En ante dicho vaivén que Kika resulta estimulante y revelador. Uno no hubiera pensado que la película llegaría a “ese lugar”. Pero lo importante de esto, dramáticamente, es que Alexe Poukine no invoca esa extravagancia con el fin de explotarlo, sino aprovecharlo para crear beneficios a su protagonista en distintos niveles. Esta es una película sobre alguien en dirección a su sanación.

Cannes 2025: Ciudad sin sueño (Semaine de la Critique)

Descrito como el mayor asentamiento ilegal en Europa, la Cañada Real, ubicada a la periferia de Madrid, es una franja de 14 kilómetros aproximadamente que, actualmente, por orden del ayuntamiento, está en proceso de desalojo. Dada la precariedad de varias de sus zonas, dentro de las cuales se ha encontrado evidencia de nidos para la producción y venta de droga, es que muchas de las familias se han visto obligadas o bien a migrar a otras zonas mediante sus propios recursos o a aceptar las condiciones del Estado para ser reubicados en edificios localizados en distintos municipios madrileños. Ahora, a esto se suma la gente que se resiste a moverse del lugar que ha sido su casa por años. Y aquí no solamente se trata de predios mal levantados, que son varios. Si bien es cierto que a lo largo de este asentamiento existen las malas condiciones humanas, están también las familias que han sabido administrar su terreno, vivir con decencia y —hasta cuando se pudo— cumplir con los pagos al ayuntamiento. Muy a pesar, las normas públicas son iguales para todos. Es en ese escenario que acontece la ópera prima del director Guillermo Galoe.

Ciudad sin sueño (2025) cuenta la historia de Toni (Antonio Fernández Gabarre), hijo de una familia de chatarreros, quien será testigo de los cambios, dramas y también ilusiones que se van manifestando en los alrededores de la Cañada Real, lugar que siempre fue su hogar, pero que ahora está en riesgo de abandonar. El adolescente de esta historia, si bien se esfuerza por expresar una personalidad dura y precoz, poco a poco va reluciendo un lado sensible consecuencia del “soltar”. Esa es una palabra clave en esta película de tratamiento realista, casi documental. Lo que observamos es prácticamente lo que se podía contemplar en el neorrealismo italiano. Lo cierto también es que eso no significa que dramáticamente lo sea. Acá los personajes de hecho tienen una salida que bien podría garantizarles un final próspero. El hecho es que surge la interrogante: ¿es de esa forma cómo se siembra la prosperidad? Los abuelos de Toni no quieren irse del lugar que construyeron. En tanto, los padres de Toni ya no resisten los cortes de luz y demás limitaciones de servicios que el ayuntamiento ha ido provocando como medida para acelerar el plan de desalojo.
Esta es una película que bien podría interpretarse como una clara alternativa para ponerle fin a los días de la Cañada Real, sin embargo, no dejo de prestar atención a los detalles que parecen hacer justicia por aquellos que se han ganado el derecho de vivir en donde han decidido vivir y no donde el ayuntamiento quiere. Adicionalmente, es cierto que aquí no es muy visible la gruesa estrategia del Estado, la que ha venido vulnerando de forma sistemática los derechos de los habitantes que son víctimas de restricciones públicas, el impacto de los psicosociales, así como los casos de derrumbes de predios de forma arbitraria. Pueda que mucho de ello esté sedado dada la posición desde dónde nos hace mirar Guillermo Galoe. Ciertamente, Toni no atiende a muchos puntos ciegos de esta situación. Ciudad sin sueño en vista general trata sobre el aprendizaje de un muchacho reconociendo la partida o el dejar partir como fin para un mejor futuro. De pronto, los mitos o los filtros de un celular le otorgan vida o color al escenario dramático descubriendo un lado triste, aunque oportuno para quienes lo experimenten.

sábado, 17 de mayo de 2025

Cannes 2025: I Only Rest In The Storm (Un Certain Regard)

Un carácter beligerante resuena a lo largo de la nueva película del director Pedro Pinho. Sergio (Sergio Coragem) es un portugués que es convocado para desarrollar un plan ambiental que pudiera poner en marcha la construcción de una carretera que conecte una zona desértica con una zona selvática en un país africano. Es mediante esa premisa que O Riso e a Faca (2025) devela un choque ideológico a propósito de la interacción entre un bando neocolonialista y otro colonizado. Ahora, ese versus no manifiesta un lado bueno y otro malo. De hecho, cada uno aquí colabora con la preservación de la discordia, todos, excepto Sergio, el recién llegado, quien como nuevo en el vecindario y en calidad de inspector ambiental observará desde una postura pasiva y abogando por el respeto hacia lo ajeno. Lo del “respeto a lo ajeno” aquí es muy amplio. Es en razón a ello que Pinho se toma el tiempo necesario para desarrollar la postura de su personaje, la cual resulta un desafío mantener en dicho perímetro en donde lo hostil se refleja a través de la naturaleza como de la propia gente, sean autóctonos o foráneos. Así iremos reconociendo una variedad de retos para la tarea de Sergio y, por tanto, para la fundación de un consenso colectivo que pudiera unir algo mucho más que una carretera.

En primer lugar, O Riso e a Faca define las políticas sociales de una ONG sostenido por métodos improvisados. Asimismo, hace un acercamiento a las brechas sociales existentes en una comunidad incendiada por los clamores colonialistas. Por último, se evidencia una mirada etnográfica al recopilarse una serie de tradiciones africanas, algunas en estado de agonía. Cada escenario es reconocido como un muro que impide la integración o comunión que, por ejemplo, Sergio precisa reconocer para que su presencia tenga sentido. Él es quien en teoría a partir de sus conocimientos ambientales sería el que pondría la primera piedra para iniciar con la construcción de una autopista que conectará dos escenarios totalmente distintos desierto y selva; muy a pesar, va siendo testigo de qué tan difícil es percibir un “buen ambiente” en ese lado de África. ¿Cómo hacer un plan ambiental en un sitio minado por las conveniencias y los resentimientos? El hecho también es que estamos ante un protagonista obstinado, una especie de detective necio por descubrir algún ala que pudiera darle señas de que ese lugar está listo para esa conexión vial que simbolizaría el progreso. Obviamente, la autopista en sí misma es puramente simbólica, así como el compromiso ambiental de Sergio.
O Riso e a Faca es una película que en el transcurso nos adelanta el destino de esa autopista. ¿Cómo traer el desarrollo en un ambiente en condición volátil y que insiste con mantenerse así? ¿Se puede forzar eso? El portugués busca, y cuando cree haber encontrado el lugar ideal, bien acondicionado, listo para el “cambio”, termina recibiendo algún desaire, cuestionamiento o algo que lo persuada a mejor buscar por otro lado. Claro, no me refiero necesariamente aquí a una búsqueda relacionada a la misión laboral de Sergio. A propósito, es curioso que son muy pocos los momentos en donde vemos trabajar a este protagonista. Lo que vemos más bien es su ritual de turista, inmerso en un estado de exploración abierta, desde cultural hasta sexual. Irónicamente, en cierta perspectiva, toda esa experiencia resulta ser material importante para su cometido oficial. A esa rutina significativa se incluye a Sergio inspeccionando los últimos pasos de su predecesor, alguien que desapareció misteriosamente. Eso no significa que O Riso e a Faca llegue al thriller. Ya lo dije, el tipo es un detective, pero acá no hay mucho de misterio. De hecho, hay mucho descaro. Pedro Pinho nos muestra un escenario casi irreconciliable. Muy a pesar, el director no se atreve a exterminar el idealismo de su protagonista. Dentro de todo, hay algo de optimismo brutal en esta película.

Cannes 2025: A Useful Ghost (Semaine de la Critique)

De la filmografía de Apichatpong Weerasethakul es que la cinefilia concientizó dos palabras claves que nos referían al cine tailandés: los fantasmas y la memoria. Estos dos conceptos están tan vinculados al punto que parecen ser sinónimos, ello desde el entendimiento de los relatos de Weerasethakul, en donde lo real y lo onírico comparten y se equilibran en una realidad misma. Estos conceptos y argumentos se replican en Phi Chidi Kha (2025), una muy atractiva ópera prima que debería ser motivo suficiente para seguir lo próximo que realice su director. Ratchapoom Boonbunchachoke nos cuenta una historia en donde existe la posibilidad de que los aparatos industriales puedan ser poseídos por espíritus que no descansan en paz. El imaginarnos esa premisa ya de por sí delata una discursiva cómicamente absurda. Y sí que lo es. Para cuando comiencen a suceder cosas raras, esta película parece encaminarse a una comedia que inquietaría a los gustos de John Waters. Es hilarante ver cómo es que los vivos comienzan a reaccionar y luego interactuar con estas manifestaciones paranormales. Pero no olvidemos las reglas a las que Weerasethakul nos acostumbró: los fantasmas en Tailandia son tan comunes como los problemas sociales. Y es a propósito de eso que se manifiesta otras clases de “fantasmas”.

Phi Chidi Kha si bien es excéntricamente jocosa tiene mucho por ofrecer como drama social. Decíamos que esta es una realidad en donde un fantasma puede poseer una aspiradora. ¿Por qué hacerlo? Boonbunchachoke empatiza con los fallecidos por negligencias o violencias en un escenario definido como desigual. Son esa clase de fantasmas los que están en la realidad todavía merodeando y reniegan a través de algún dispositivo a fin de boicotear la rutina de los vivos. Este acto es muy simbólico tomando en cuenta un discurso que surge una y otra vez. Estamos en un contexto tailandés que construye un nuevo futuro. “No se puede hablar de progreso sin polvo”, dice un burócrata para cuando responde ante las denuncias de una extrema contaminación atmosférica. Ante dicho cinismo público, los fantasmas decidirán interrumpir eso que representa o frena el supuesto progreso, el mismo que de hecho los llevó a la tumba. Empalmando con el cine de Weerasethakul, en Cemetery of Splendour (2015), el director se imaginaba una epidemia del sueño provocada por almas resentidas que decidían robar la energía de los que intentaban invadir un territorio sagrado mediante el uso de máquinas excavadoras modernas. Es así como vamos entendiendo que lo fantástico no es un mero capricho para crear risas involuntarias, sino una alegoría de la disconformidad.
Ahora, Boonbunchachoke tiene una inclinación aún más aguerrida cuando se trata de crear una denuncia. En cierto punto de la historia, acontece un giro dramático. De pronto, la idea de fantasmas haciendo protesta ante su derecho de reparación y preservación de su memoria —algo importantísimo para la trama— se verá traicionada por una suerte de conveniencia sentimental. ¿Es acaso posible sobornar a los espíritus? Acá sí que se puede. El conflicto central de Phi Chidi Kha tiene que ver con qué tan persuasivamente perversa es la élite progresista, aquella que puede comprar a cualquier agente real como también surreal. Es así como de pronto vemos que increíblemente se va proyectando una industria de fantasmas al servicio del desarrollo industrial. Nuevamente, resulta irónicamente divertido si lo vemos de manera superficial. Sin embargo, estamos ante un panorama dramático si se toma en cuenta la idea de que “fantasmas” es sinónimo de “memoria”. Pensemos en el drama de la película animada Coco (2017): un alma deja de existir si no hay alguien que pueda recordarlo. Esto mismo pasa en la película de Ratchapoom Boonbunchachoke, lo que nos lleva a la conclusión de que existe la posibilidad de que la memoria, reciente o histórica, la que incluye, por ejemplo, el genocidio del 2010 en Tailandia, pueda ser olvidada en beneficio de un “desarrollo”.

jueves, 15 de mayo de 2025

Cannes 2025: Death Does Not Exist (Quinzaine des Cinéastes)

¿Es acaso Helene una traidora de la causa? Esa es una interrogante que solo a principio deriva a una respuesta afirmativa, la que, ciertamente, podría atormentar por el resto de su existencia a la protagonista de La mort n’existe pas (2025), miembro de un grupo de revolucionarios comprometidos con tumbar a una élite de poder. El director Félix Dufour-Laperriere nos introduce a un caso de culpa que será tratado no con un ánimo de recriminar, sino generar reflexión, algo que capaz el grupo político no logró concientizar del todo. Es así como Helene, cargada de mucho remordimiento luego de sobrevivir a un atentado crucial que bien pudo ponerle fin a su guerra política, se extraviará en un escenario en donde lo real y lo alucinatorio se confunden. Esta es una película que expone a un personaje a una experiencia alegórica con el fin de que esta misma pueda evaluar su ideología, la que incluye los impactos de esta, desde un nivel personal hasta social. La mort n’existe pas se inspira de los rituales mitológicos que nos presentaban a héroes agobiados por un extravío existencial, en tanto, su trayectoria por terrenos inhóspitos equivalía a la construcción de una sabiduría, el empoderamiento de sus fortalezas y, finalmente, el reconocimiento de su destino. Helene, luego de sobrevivir a la muerte segura, tendrá la oportunidad de pensar las cosas. La película de Félix Dufour-Laperriere es como un pase al limbo, un momento para que su heroína pueda observar y discernir sus pensamientos terrenales y así después retornar a la realidad para fundar su propio paraíso.