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martes, 21 de septiembre de 2021

2 Festival Lima Alterna: Black Medusa (Competencia Internacional)

A diferencia de Medusa (2021), de Anita Rocha da Silveira, la figura mitológica en la película de Youssef e Ismael Chebbi resulta más significativa, al menos si nos inclinamos a la versión de la bella doncella mancillada y, posteriormente, condenada con vestir serpientes en lugar de cabellos a fin de ahuyentar a los hombres. Black Medusa (2021) nos cuenta la historia de Nada (Nour Hajri), una joven que se dedica a castigar a los hombres que capta durante la vida nocturna de Túnez. ¿Por qué lo hace? Es algo que la película no responde, pero sí lo hace la coyuntura, apoyada además de la leyenda griega. Los Chebbi hicieron el relato de venganza que Emerald Fennell hizo con una representación un tanto contenida. Black Medusa es pues una Promising Young Woman (2020) sórdida. Aquí no hay colores pasteles ni una figura vengadora sacada de un cómic, casi una caricatura que de paso se apropia de ciertos estereotipos machistas para captar a estos mismos. La joven Nada no necesita de esa clase de disfraces para atraer a los hombres. Esto es importante, ya que se define que la violencia hacia la mujer no radica del deseo nocivo hacia una imagen estereotipada, sino del propio hecho de ser mujer. Estamos hablando de que Nada asume la imagen del modelo de una víctima de la agresión sexual que es recurrente en cualquier ámbito del mundo.

Black Medusa nos descubre así a una mujer común y corriente, solo que con una particularidad: un mutismo intencionado. Algo ha acontecido en la vida de Nada, evento que la obligó a asumir ese perfil de mujer que ha creado un cerco con los que forman parte de su rutina, por ejemplo, laboral. El no hablar sería un equivalente a los cabellos de serpientes o esa naturaleza que crea una frontera con la sociedad en general. Si seguimos la pauta de la mitología griega, la pérdida de un sentido nos recuerda a Edipo perdiendo la vista a modo de un autoexilio. Claro que en el caso de Nada estamos hablando de un exilio forzado como el que experimentó Medusa, solo que en este caso Nada se convierte en una cazadora que retorna por las noches para fabricar un desquite. Al margen de ese conflicto, Youssef e Ismael Chebbi le atribuyen a esta ciudad de Túnez un sesgo social inquietante, descrita como un espacio en donde la criminalidad parece ser parte de un cotidiano. Es la referencia a un territorio de por sí nocivo y que despierta un lado violento en las personas. Caso Nada, solo basta un artilugio para estimular tal vez un deseo que estuvo aislado a su subconsciente, reacción que parece resultar consecuente en un ámbito en donde las autoridades no parecen tomar con mucho compromiso una oleada de muertes.

Mira esta película por Cineaparte previo pago.

lunes, 30 de octubre de 2017

29 Festival de Cine Europeo: Tarde para la ira

Cuando parecía la historia de un hombre generándose un lío producto de un affair, la trama nos vuelca a un thriller en donde ese mismo hombre pasa de ser agredido a agresor. Tarde para la ira (2016), de Raúl Arévalo, tiene como atractivo a un vengador de apariencia apacible, aunque implacable. Es el individuo cotidiano que se convirtió en una presencia angustiante producto de una tragedia. “No tengo nada que perder”, se describe así mismo José (Antonio de la Torre). Ya para cuando sepamos las intenciones de este, no volverá a ser intimidante el personaje del Curro (Luis Callejo), un ex presidiario que será pieza fundamental para que José pueda perpetrar su venganza.
Lo más logrado de este filme español es un enfrentamiento en terreno western. Es un momento del clímax y además de gran conflicto moral que pone en tensión la motivación del vengador y el efecto de redención que ha comenzado a nacer de su “cautivo”. Son atractivos también los trazos con que Raúl Arévalo define la violencia. Una venganza no tiene que ser gráfica o tener una resolución épica. De todas formas, no deja de haber un aire a los personajes de Sam Peckinpah o los que encarnó Charles Bronson, flemáticos y en parte perdedores.

martes, 9 de agosto de 2016

20 Festival de Lima: Desde allá (Competencia Ficción)

Desde allá (2015) parece una versión insípida de La virgen de los sicarios (1999). La ópera prima del venezolano Lorenzo Vigas por un lado parece querer reflejar el marco delincuencial y violento en Caracas, sin embargo, este se define casi intrascendente frente a lo que pretende presumir. Es también un relato sobre la homosexualidad que más parece devenir a consecuencia de una asistencia o paternalismo. La fórmula del acogido correspondiendo a su benefactor no solo es trivial sino que posee un tratamiento superficial. Por último, el giro inesperado de su final luce inconveniente para una historia que luce inacabada, con acciones forzadas o poco justificadas y que rehúyen al tratamiento dramático. Desde allá es la decepción de la competencia.

martes, 12 de agosto de 2014

18 Festival de Lima: Cold in July (La vuelta al mundo en 8 días)

Junto a directores como Ti West o Adam Wingard, Jim Mickle hasta no hace mucho ha sido considerado uno de los grandes referentes del género de terror en el cine independiente estadounidense. Lo cierto es que sobrevalorados son sus tres primeras películas que conforman su corta filmografía, siendo la más conocida de ellas Stake land (2010). A apreciar, sin embargo, son las atmósferas sombrías impulsadas junto a su creativo de fotografía Ryan Samul, casi siempre teñido por un matiz tétricamente premonitorio. Su último filme no es ajeno a dicho sello. Cold in July (2014) es de lejos la mejor película de Mickle, y tal vez una de las mejores en lo que va del año. Richard (Michael C. Hall) de un día a otro se convertirá en el asesino incidental. Este padre de familia, dueño de una tienda de marcos, habitante de una pequeña ciudad tejana, espantadizo y subestimado por los que lo conocen, está a punto de vivir no una, sino varias experiencias que colapsarán su apacible tranquilidad.
Cold in July es una vuelta de tuerca tras otra. Más impredecible a medida que avanza la trama. A principio, es la película de terror inclinada al acoso de un forajido; más adelante, un thriller a propósito del montaje de un crimen y la revelación de una conspiración; luego, el drama detectivesco de un padre en busca de su hijo; y, por último, el cierre tenso de una película de acción. Irónicamente, lo que en un inicio fue la motivación de todas estas acciones, nunca se logra esclarecer. De cierta forma existe más de un cabo suelto en toda la historia. Es el centro de atención que muta continuamente, no dejando de ser atractiva la nueva peripecia ni tampoco cuestionando la irresolución de la anterior relegada. Cold in July al ser una sucesión de fracturas, divide su historia en capítulos, siendo cada una un fragmento que sabe asociar las acciones y emociones correspondientes.
Jim Mickle se guía continuamente de los referentes de género. La paranoia al terror, el suspenso al thriller, lo parodia a lo detectivesco. Cold in July alude a una serie de recursos y estéticas de los años ochenta. Es, por ejemplo, la iluminación de un ambiente cromático y opaco; una banda sonora compuesta por sintetizadores de lenguaje sórdido y escabroso; la temática que inicia como un slasher y termina con un final de acción al mejor estilo de dicha década. Su final hace una remembranza a los duros (el prototipo del western moderno), los Stallone o los Van Damme, que luego de su lucha retornan a la rutina, triunfantes, aunque con un sabor a melancolía.

viernes, 27 de junio de 2014

4ta Semana del Cine Francés: Michael Kohlhaas

Estén atentos a la interesante selección de películas que la 4ta Semana del Cine Francés trae para esta edición. Iremos posteando algunas críticas a las películas programadas.

Con una atmósfera sombría y una estética paisajista, Michael Kohlhaas (2013) no aspira a ir más allá del relato histórico. Basándose en una novela, el director Arnaud des Pallieres narra un acto de injusticia por el que es víctima un mercader de caballos, la posterior impunidad que sufrirá ante una Corte y, por último, el acto de venganza a manos del mismo agraviado. Esa es pues la clásica estructura de la tragedia que pesará sobre los hombros de Michael Kohlhaas (Mads Mikkelsen), el que fuera un día un próspero comerciante, hombre bondadoso y de fe, amado por su familia y respetado por su pueblo, para luego convertirse en un revolucionario, un perseguido que ajusticia con su propia mano, implacable y de una fe trastocada. 
Es el descenso del héroe, la pérdida de lo espiritual y lo moral; y los resultados son trágicos, por supuesto. Kohlhaas, sin embargo, no es un mártir francés más. Existe sí un acto de consciencia, aquello que lo conlleva a romper sus lazos con el Sistema, más su motivación no es clara. No existe por lo tanto una creencia matriz en Kohlhaas. Hay entonces una separación entre el acto de venganza y el acto de justicia. Michael Kohlhaas, por lo demás, tiene la buena interpretación de Mads Mikkelsen, igual de sombrío y casi mustio al momento de mostrar su lado emocional, semblante que se ajusta a una fotografía de contrastes oscuros. 

jueves, 24 de mayo de 2012

Drive

La primera impresión que me dispuso Drive (2011) estuvo sujeta a un valor nostálgico, una sensación que de seguro poco o nadie ha compartido de la misma manera. No hace mucho había revisitado un filme muy conocido hace algunas décadas atrás; Maniquí (1987), filme que por cierto es trivial, ridículo y estereotipado. Una de esas películas teens que para los años subsiguientes de su estreno todo el mundo debería haber olvidado. Muy a pesar, luego de volver a verla –hace mucho tiempo durante mi infancia ya la había visto sin tomarla importancia –despertó un sentimiento que iba más allá del valor fílmico, estético o crítico que normalmente se observa en una trama empleada. Esta película de torpe historia me había transportado a un mundo ajeno pero familiar. Era el viaje al pasado sin máquina del tiempo, la transportación a la vestimenta estrafalaria, el comportamiento excéntrico y las tonadas ochenteras que ningún cine de autor o película experimental hoy en día puede ofrecerme. Algo similar me sucedió a los primeros minutos de Drive.

Nicolas Winding Refn es un director danés que desde la década de los noventa se ha dedicado a realizar una filmografía que hurga la temática criminal, delincuencial, carcelaria, siendo el perfil de la violencia su más preciada obsesión. Su trilogía Pusher y Bronson (2008) son sus filmes más conocidos, y Drive sigue la senda temática de estos mismos. La historia de esta es sobre un sujeto “sin nombre”, es el anónimo encarnado por Ryan Gosling, de rostro petrificado, gestos redundantes y muy limitados. De su presente se conoce, pero de su pasado nada se sabe. Existe una doble vida en este personaje. Es mecánico y actúa como doble en filmes de baja monta, pero además hace óptimos servicios como conductor para robos y fugas. El personaje de Gosling se acerca al perfil del cowboy de John Wayne o Clint Eastwood, al grupo de los buscados por la ley, los estigmatizados por la sociedad. Es un cercano a la personalidad de Alain Delon en El samurái (1967) o al carácter introvertido de Charles Bronson en películas como El vengador anónimo (1974). Pero es tan solo un parecido a estos mencionados, pues existe una evidencia que lo diferencia de aquellos.

Retornando a mi primera semblanza sobre el sentido nostálgico. El inicio de Drive, además de la perpetración de una fuga que es –y no es –frenética, es la ambientación a un espacio sórdido. Es el crepúsculo alumbrado por las luces de neón, una fotografía que revitaliza a la luz artificial, el fondo musical en un estilo psicodélico-new wave. Drive hace un recorrido aéreo a la ciudad de Los Ángeles en medio de la noche, con luces destellantes y letras de color magenta que grafican tanto a los créditos como el título de esta película. La película de Winding Refn es un retrato basado en lo que fueron las películas estadounidenses en la época de los 80’s, específicamente las de género de acción, aquellas que en ocasiones fructuosamente intentaban retratar esa imagen urbana que Taxi driver (1976), de Martin Scorsese, reflejaba; las calles plagadas de mafias y otras artes del delinquir. Posible o cierta esta evidencia, a medida que Drive avanza, es más el acercamiento o las pruebas las que sugieren que el director está influenciado en el estilo de esta época.

De haberse estrenado este film en los 80’s, o incluso durante los 90’s, es posible que hubiera pasado desapercibido. Drive se sostiene de una trama usual, una que incluso es correspondiente a una liga de filmes de serie B. La historia de Winding Refn es la de un sujeto solitario que ha decidido proteger a una vecina suya y su hijo, luego que un grupo de mafiosos ha comenzado a acecharlos. Ryan Gosling es además la personalidad de “el duro”, apelativo que se merecieron un grupo de actores de temperamento rudo que surgieron durante la época psicodélica. Gosling es más cercano al rol de Jean-Claude Van Damme, Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, sujetos que heredaron la pasividad y la violencia reprimida de Eastwood y compañía, mas fueron cercanos a una sensibilidad más accesible. Los “duros”, a diferencia de los clásicos, no dudan en relacionarse con la chica del filme o no se retraen al momento de hacerse un amigo en el camino, algo que nunca habría aceptado la personalidad huraña de John Wayne.

Gosling es de comportamiento recio, sin embargo, una mueca interpretada como una sonrisa delata su sensibilidad, una que se desfoga acariciando la cabeza de un niño, que disfruta con la compañía de una mujer y que no vacila cuando se trata de proteger a aquellos con quien se ha encariñado; algo que solo los cowboys realizaban bajo un precio monetario o por razones personales. Nicolas Winding Refn, dentro de lo mencionado, guarda un plus valioso para este personaje, uno que lo divide tanto de los más antiguos como de los antiguos personajes citados. Drive es un filme de alta tensión, no solo por la persecución de autos o el enfrentamiento clásico entre una sola persona versus toda una mafia. Ryan Gosling tiene una ventaja, una que a su vez se convierte en desventaja. El conductor tendrá el carácter del típico “duro”, sin embargo, no posee sus utensilios, ni mucho menos el físico. Winding Refn crea a un personaje digno de ser subestimado. Un tipo sin armas y con una musculatura promedio que en apariencia tiene las de perder frente al ataque de un tiroteo o la golpiza de un individuo que le dobla en porte. Gosling es fascinante cuando pasa de la calma a un estado de alteración. El actor posee una mirada intimidante, así como una voz que afrenta y te deja perplejo, tal como ocurre durante una escena en una fuente de soda, escena que no es fundamental dentro de la historia, pero que sí lo es para la creación del personaje.

A diferencia del formato usual de las películas de género de acción, Drive prefiere conducir hacia el retrato de sus personajes, así como por el marco argumental de estos. No hay una necesidad por la aglomeración de tiroteos o matanzas grupales. Lo que sí sucede es el abuso de nerviosismo, uno provocado por la calma del personaje, aquella que manifiesta a través de su comportamiento voluble que cambia de manera instantánea y brusca, y el especialmente desatado por el modus operantis ejercido cada vez que actúa como conductor en fuga. El inicio de Drive es el tic tac del reloj que resuena advirtiendo cómo los cinco minutos de espera se van reduciendo. Es el manejo del móvil de forma estratégica, controlada. Parece no haber espacio para improvisar o arriesgar. Existe un ambiente frenético, pero fiscalizado. Hay un frío calculamiento en el juego de maniobras, comportamiento que, por cierto, transporta incluso cuando se encuentra fuera del vehículo, como cuando debe enfrentar a la banda de Ron Perlman y Albert Brooks. Estos actores se encuentran superados al interpretar la figura de los mafiosos heredados por películas como Goodfellas (1990) o versiones de Quentin Tarantino.

En León peleador sin ley (1990), “el duro” Jean-Claude Van Damme hace las de un protector de la familia de su hermano. Fue la primera película que se me vino a la mente cuando asumí hacia dónde iba la trama de Winding Refn, historia que también obedece a los estereotipos del género de acción ochentero, sobre el padre ausente y recluido en prisión, este de marca latina, así como el hijo de nombre Benicio que tiene como madre a la figura enrubiecida de Carey Mulligan, quien también posee ese encanto monótono de Gosling. Los jefes de mafias que van descubriendo que existe alguien más por encima de ellos. Una escena fascinante es el aniquilamiento espeluznante hacia uno de estos. Es el retrato de Michael Myers que parece nacer de entre las espesas brumas, sediento de venganza –de igual forma –, de  un andar mecánico, dispuesto a ultimar de manera sádica, brutal y sangrienta; algo inaceptable para las mentes menos retorcidas de los “duros”. Drive posee su propia firma, una ambientación que simula a una temporada oscura, a un maniático enmascarado que logra causar afecto por un heroísmo extraño y anónimo que adopta de manera desinteresada, abstemio de reconocimientos, tanto monetarios como afectivos; un “solitario” de los que muy poco vemos ahora en el cine.

jueves, 5 de mayo de 2011

Dulce venganza - I spit on your grave (1978)


En 1978, Meir Zarchi estrenó su única película titulada I spit on your grave, filme que se consideraba contenía algunos brotes del género splatter –lo que años después se conocerá como cine gore –. Esta película tuvo su aparición en escasas salas de EEUU, esto debido a que la censura en el cine recién cedía a este tipo de filmes transgresores que contenían un alto grado de violencia, lenguajes o tramas ofensivos, en algunos casos imágenes de sexo explícito, detalles que obviamente violentaba contra el círculo conservador de dicha generación. I spit on your grave ha sido considerada como una de las películas más perturbadoras de la historia según algunas listas fabricadas, es por esto que el filme de Zarchi observó su fama gracias a la clandestinidad, especialmente en Europa y otros países donde la censura no era tan lapidaria o vigilante.
Dulce venganza (2010) –o en título original también llamada I spit on your grave –dirigida por Steven R. Monroe, sigue el mismo argumento de su original, sin embargo, con un tratamiento distinto, fiel a los tópicos del actual “cine de carnicería”. Jennifer Hills (Sarah Butler) es una joven citadina que decide pasar sus días en una cabaña oculta en medio de los bosques para escribir una novela en proyecto. La trama ocurre cuando un grupo de foráneos la ultrajan sin reparo, siendo víctima de distintas humillaciones. Hills logra desaparecer como por arte de magia para luego retornar y desatar una nueva secuela de Saw. El gore es intenso, toda una “dulce venganza”, muy a pesar la trama es predecible, sin contar además que las maniobras infrahumanas, para muchos fanáticos del cine de terror de hoy, resultan ser una vuelta de tuerca, un bostezo recriminatorio al observar los mismos castigos de siempre a manos de un distinto verdugo.
La original I spit on your grave (1978) tampoco resulta ser una buena película, sin embargo, existen recursos que son provocativos, distingos que para su tiempo nunca fueron descubiertos –o dichos –debido a que la crítica tuvo una postura radical ante la misma radicalidad del filme. Los comentarios giraban en torno a la moral, el morbo y la misoginia, opacándose cualquier oportunidad de que salga a flote algún punto de vista distinto. El filme de Meir Zarchi dentro de todo logra superar al remake, y no por ser uno el original y el otro la copia, sino porque ciertamente el primero es más “original” que el segundo.
Como primera diferencia, Dulce venganza –si bien contiene la misma trama argumental –tiene un tratamiento que se ve afectado por las reglas que el cine comercial le exige seguir. Esto quiere decir que las escenas de venganza de la joven Hills serán su único propósito, es ahí donde el gore fluirá. Gran parte del remake de Monroe está dedicado a las escenas de ultraviolencia y cirugías sin anestesia. I spit on your grave (1978), sin embargo, hace más extensa las escenas del ultraje a la joven Hills. Desde ahí se entiende el porqué la película de Meir Zarchi es considerada como una de las más perturbadoras de la historia. Si por un lado Dulce venganza se encarga de ser más exigente en la vendetta, el filme original se esfuerza por ser más específico en el castigo a la joven Hills, algo que, por ejemplo, en el remake no se aprecia más que en una escena –más adelante la joven sufrirá un desmayo y no más se sabe lo que ocurrió –.
Zarchi tiene una psicología misógina desde una perspectiva conservadora, pero esta fílmicamente termina por ser más efectiva. Dulce venganza comete el grave error de ir al grano, muy a diferencia de I spit on your grave (1978) que se toma todo su tiempo para que el espectador odie –porque logras odiarlos en verdad –a ese grupo de malhechores que golpean, violan, humillan y vuelven a violar, una y otra vez a la indefensa Hills. Ya para cuando llega el momento de la venganza, “el plato está suficientemente frío” como para que el espectador disfrute del castigo a manos de su heroína. Obviamente Dulce venganza es gore puro, mientras que en la original no hay más que una que otra cortada. Dulce venganza, sin embargo, no da motivos suficientes para que el espectador se sienta conmovido por la joven Hills, tal vez hay una pena o lástima de por medio, pero la Hills de I spit on your grave (1978) conmueve, ofrece un sentimiento de impotencia, de rabia, es por eso que su venganza es más dulce que la misma Dulce venganza.
El remake, por otro lado, no tiene un buen tratamiento de sus personajes. Estos son débiles, flojamente estereotipados e inexactos. En I spit on your grave (1978) son cuatro los forajidos: el “nerd”, el “gracioso”, el “violento” y el “líder”. En Dulce venganza son cinco los violentistas: el “retrasado”, el “torpe”, el “violento” y el “líder”, un quinto que es nulo, demás. El caso del “violento” termina por ser uno más, esto debido a que es el mismo “líder” quien asumirá su postura violenta. El caso del “retrasado” es el más decepcionante. En el original la figura del “nerd” era una mezcla de sumisión, torpeza, lástima y odio. El “retrasado”, sin embargo, causa repugnancia, como alimentando esa mitificación de que el enfermo o lisiado es símbolo de defectuoso, de lo grotesco o la maldad innata. Por último, la figura del policía es el mejor aporte del remake –en la original no existe tal –, muy a pesar ya muchos conocemos la historia del lobo vestido de oveja, y si hablamos de la figura paternal, en la original el personaje del “líder” también era padre de familia.
Contextualmente ambos filmes se ubican en medio de un bosque, la diferencia está que en Dulce venganza este bosque es de espanto, lúgubre, escabroso; una especie de zona pantanosa con hedor a muerte se refleja en ese entorno, como “dramatizando” el escenario. En I spit on your grave (1978) la situación es diferente. El bosque está lleno de verdor y júbilo. Ya luego de las escenas de ultraje, el ambiente se torna espeso, el aire es opaco, las neblinas bajan como premeditando se acerca la venganza. Es mediante este escenario que I spit on your grave (1978) desarrolla su argumento más provocador: el beatus ille. Según Horacio, esta frase latina se interpreta como “dichoso aquel que vive en el campo, alejado de las banalidades de la ciudad”. En el filme de Meir Zarchi el mito del beatus ille se rompe. La trama consiste en una escritora que se retira de su vida citadina para encontrar paz e inspiración –ella escribe una novela –en la vida de campo, pero en lugar de eso encuentra el terror provocando además el brote de su instinto asesino. El bosque nunca deja de ser bello, sin embargo la fealdad aflora de la misma mano humana, de los hombres de campo, los que se criaron lejos de “lo banal”, pero que bien pueden ser tan crueles como los mismos hombres de la ciudad. Horacio se equivocó.
Dulce venganza no sorprende al estar siempre bajo la vanguardia de los mismos tópicos del cine comercial. El cine del género de terror es siempre constante, los mismos argumentos, los mismos enganches, fracturas de huesos, cortes de yugulares, carnes al rojo vivo, un cine de reacción más no de motivación, algo que si logra I spit on your grave (1978) de una forma cruel y despiadada, creando así un puente entre los filmes que son recordados y los que son olvidados. El cine si bien es ficción, este tiene la capacidad de irrumpir nuestra realidad, de perturbarnos aún así sepamos a ciencia cierta que lo que acabamos de ver no es real, pero sin embargo lo tomamos por posibilidad. Aquel filme que motiva eso, ya ha cumplido con su propósito; nos ha emocionado.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Temple de acero


El padre de Mattie Ross (Hailee Steinfield) ha sido asesinado. El culpable; el escurridizo Tom Chaney (Josh Brolin), un ladrón perseguido desde hace mucho por LaBoeuf (Matt Damon), un Walker Texas Ranger, que junto con el “Gallo” Cogburn, un experimentado sheriff, se embarcarán a la búsqueda del bandido para que sea ajusticiado, tal y cual como lo desea la pequeña Mattie, de apenas catorce años. Cuatro personajes haciendo lo suyo, comportándose a su forma con “temple de acero”.
Joel e Ethan Coen ingresan al género western de una forma propia, una concepción personal y distinta a lo que podría rememorarse del clásico género en la época de los 60, la década de oro de este tipo de cine, uno de hartos arquetipos expresados en sus espacios, sus temas, sus personajes tipo e inclusive los modelos actorales que interpretaban las películas; el caso más próximo es el de John Wayne, que por cierto interpretó el papel principal en la versión original del remake de los Coen, True grit (1969), dirigido en ese entonces por Henry Hathaway. Temple de acero (2010) no tiene mucho que ver con el filme de Hathaway, y esto no es desdeñable.
La pequeña Mattie no es tan pequeña como debería serlo, ni en físico ni en carácter. Luego de haber sido asesinado su padre, ella dentro de la familia toma riendas de la situación. Se encarga de buscar el cajón apropiado para su progenitor, cierra algunas cuentas al aire del mismo y, por último, capturará a Tom Chaney para que sea ajusticiado como se debe en su pueblo natal, lugar donde murió su padre, lugar donde el cruel Chaney le disparó y le robó dos piezas de oro y un caballo, lugar que fue testigo del crimen y que será testigo además de la justicia. Tarea difícil, más no para una niña que, según palabras de un familiar, siempre fue testaruda, y es ello lo que un día podrá meterla en problemas.
Desde este sentido, la pequeña Mattie se encuentra con una imagen próxima, un veterano sheriff, el “Gallo” Cogburn, un tipo envejecido por la vida y la bebida, de mal genio y aspecto repugnante, perverso pero efectivo en su oficio; es el sujeto ideal para Mattie, aquel que lo ayudará a capturar a Chaney por el precio de cincuenta dólares, no pago por adelantado. El contrato incluye que Mattie tendrá que ser parte de la cruzada, sin ella no va la empresa. Si bien la pequeña niña tiene el coraje, no tiene la habilidad, necesitará del “Gallo” para lograr su propósito. La química entre la niña y el viejo pistolero no se hace esperar, ambos parecen congeniar a su forma, cada uno por su lado no se olvidan que son empleador y empleado. No existe una relación de afecto sustentado por sentimentalismos. La pareja funciona en el sentido que no se confunde la historia con la de dos generaciones distintas que aprecian las cosas a raíz de su búsqueda a un asesino. El “Gallo” se comporta y aporta para Mattie, la pequeña que está aprendiendo a “disparar y luego hablar”. Un infante que tiene “temple de acero”, ciertamente destinada a tener problemas.
LaBoeuf es un adherido más a la trama. Su presencia en ocasiones parece sobrar debido a que es tan parlante como lo es Mattie, y la niña no necesita de otro orador. LaBoeuf, sin embargo, necesita de Mattie, o más bien de Chaney, el asesino que mató a alguien importante en Texas. Sujeto escurridizo para el Walker Texas Ranger, algo inaceptable para su ego. Así podemos observar una triada perfecta en los principales personajes de Temple de acero. Por un lado está el obsesivo, aquel que persigue la revancha, este reflejado en LaBoeuf; Mattie es la que busca venganza; y por último, el “Gallo” es el típico pistolero a sueldo, un sheriff o un villano más, ambos ajusticiados, sea por sus crímenes o por su actitud complicada, dentro de todo, nadie niega que sea el mejor, nunca faltará en una búsqueda. Los tres giran en torno a Chaney, que no es otra cosa que un villano más, ese que escapa y que, como decía el proverbio, no tenía idea que era perseguido.
Los Coen, similar como ocurre en casi toda su filmografía, se tiñen de una comedia extraña y atípica, aunque esta vez no conteniendo un brote de humor negro, sino de una tonalidad sombría que podría pasar por drama o eventos tensos, estilo que se manifestó en Sin lugar para los débiles (2007), especialmente en las situaciones de suspenso, una risa cruel e incómoda a veces, pero siempre cómplice. El encuadre aprovecha los espacios abiertos, en algunas ocasiones aprovechando el contraste. La fotografía es limpia, distinta a la que podría expresarse en un western, donde reina un color árido deteriorado. Tres actuaciones son bien logradas, Jeff Bridges en una de sus mejores actuaciones, y dos personajes secundarios, Josh Brolin y el irreconocible Barry Pepper haciendo del papel de Lucky Pepper, de lejos su mejor actuación.

sábado, 21 de agosto de 2010

Un superhéroe sin superpoderes (o Kick-Ass)

El superhéroe postmoderno
Kick-Ass está dedicado a los individuos que han convivido con los clásicos superhéroes como Spiderman, Superman, Batman e inclusive Wolverine, y se preguntaron: ¿Cómo es que nadie ha intentado ser un superhéroe? En tiempos de la era digital, el mercado libre, el facebook, los videojuegos, los videos de tortura y otras gestas de la ultra violencia, nace un superhéroe que no tiene nada de súper, ni tampoco de héroe.

“Kick-Ass” (Patea-trasero) es el alter-ego más atrevido y ridículo que no se ha visto en la pantalla grande desde la aparición de “El Santo”. Su génesis, a diferencia de los otros superhéroes, ha sido motivada por muchas lecturas de cómics. No ha sido mordido por una araña ni tampoco ha venido de otro planeta, pero en lugar de eso es un estudiante de secundaria que para todo el día en el skype, además de fantasear con su profesora de lenguaje. Su vestimenta, posiblemente comprada por Ebay. Su entrenamiento fue duro y de apenas un par de horas. Su súper poder: sobrevivir, como la gran mayoría de gente de su edad.

Matthew Vaughn, basado en el cómic de Mark Millar, dirige esta película sin tapujos ni tabúes. En EEUU ha sido calificada con un PG-13. Eso quiere decir que niños menores de 13 años no podrán verla, clasificación muy sana para una película donde solo falta que las butacas tengan un dispositivo que lance sangre en el rostro del público. La mayoría de críticos en el país del norte lo han clasificado con un PG-17, no apto para menores de edad, presencia de violencia, disparos, bombas, bazucas, hombres sin cabeza, brazos que vuelan, niñas asesinas, etc., etc.

Es cierto, vale la prevención, Kick-Ass es una película para adultos. Si algo nos ha enseñado el cine de la última década, es que las parodias con tonos de comedia negra no son ideales para los niños, a pesar que sean sus personajes coloridos, torpes y graciosos. Kick-Ass, como gran parte de las novelas gráficas que pululan en el medio, posee aparentemente raíces inofensivas. La película de Vaughn es el famoso “lobo vestido de cordero”, en contraparte, si se le prohíbe al menor a pesar de haber llamado su atención, es preciso que sea vista por el público adulto a pesar de no haberle llamado su atención.

Dave Lizewski (Aaron Johnson) es el adolescente que encarna a “Kick-Ass”, que más que patear traseros, es su trasero el pateado. Además de este, habrán otros superhéroes, tales como “Red Mist” (Christopher Mintz-Plasse), “Big Daddy” (Nicolas Cage) y la sorprendente “Hit Girl” (Chloe Moretz). Son los superhéroes en la era de la tecnología, prototipos forjados en su tiempo y en su situación. Acá ninguno quiere ser un Peter Parker o un Logan. Estos superhéroes antes de ser “súper”, son humanos. Saben que de sus ojos no saldrán rayos X, ni tampoco votarán bolas de fuego de sus bocas. Tony Stark y Bruce Wayne podrían ser sus modelos más cercanos, siendo ellos los más reales (y porque sus armas se pueden comprar por internet).

Ha nacido el superhéroe postmoderno. Son dos cosas las que estos individuos necesitan para ser igual que sus personajes de caricaturas: tener coraje y armas. Armas corto punzantes y de fuego, de todos los calibres. Y, obviamente, entrenar mucho. Iron Man y Batman son así los precursores de este superhéroe postmoderno, aquellos que tuvieron coraje a través de sus pasados, ambos en la necesidad de reivindicarse personalmente, uno enmascarado y el otro en sintonía con el mercado mediático, decidiendo defender a la sociedad de las injusticias y los malhechores. En Kick-Ass reconoceremos superhéroes con una cuenta de facebook y otros viviendo en el anonimato. No es que estos hayan mejorado, sino que se encuentran en sintonía con su tiempo.

Superhéroe no significa ser el héroe de toda una nación. El significado de héroe es estar fuera del límite de “lo normal”. Dave Lizewski luchará con un grupo de pandilleros a duras penas. Con su “casi” victoria no habrá defendido a una sociedad, pero sí se ha colocado fuera de “lo normal”. Ha sido capaz de enfrentar lo inafrontable. Se vive en un tiempo donde los hombres son “independientes” y no son capaces de ayudar al necesitado, aún así esté en condiciones de hacerlo. Dave Lizewski es escuálido y torpe, pero es su aptitud la que lo convierte en héroe.

La génesis de estos nuevos superhéroes no es nada complicada, es apenas una motivación fuerte o suficiente para tomar las riendas sobre su situación. Dave Lizewski al verse brutalmente “normal”, decide volverse un superhéroe. “Big Daddy” al verse traicionado, se verá obligado a vengarse y ser un superhéroe. “Hit Girl” al ser criada en medio de un deshonor familiar, será una superhéroe. Ninguno de ellos es idealista, sólo pretenden ser o hacer algo por sus propios fines, eso los convierte hasta cierto punto en egoístas.

El superhéroe postmoderno no necesita de un traje camuflado o complejo. Es apenas una vestidura improvisada lo que los cubre, lo preciso para resguardar su identidad. Sus poderes, como se había dicho, son las armas de fuego. Mientras más armas, más “súper”. Por otro lado, los enemigos no son los típicos “malos idealistas”, aquellos que vivían para hacer el mal a la gente o robar un banco. El malo postmoderno es también un interesado. Él es un negociante, un empresario, de un mercado negro, pero emprendedor.

Kick-Ass es desquiciado e irreverente. Desde el inicio del filme, las imágenes nos muestran que al superhéroe le falta un tornillo. “Kick-Ass”, dentro de toda su farsa (la imagen mediática que se crea a través de la fantasía del Youtube), resulta tener un sentido que va más allá del superhéroe idealista que vivía luchando por la justicia. Los golpes e humillaciones son el acto heroico de este personaje ridículo, pero con aptitud. Es con la parodia y la comedia negra que Matthew Vaughn hace un nuevo tratado al tema del superhéroe.

Al igual que Neo o Beatrix Kiddo, ejemplo de los superhéroes postmodernos, Dave y “Hit Girl”, se moverán por medio de sus deseos: el de escapar de su fantasía (el negarse ser “normal”, como en Matrix) o el de clamar venganza (como en Kill Bill), respectivamente. Los citados específicos de Matrix (tal como el asalto a la casa de un narcotraficante o el ataque con un jet-pack desde la ventana) son un claro ejemplo. Kick-Ass es una de las mejores representaciones del “anti-superhéroe”, al menos de lo que va del año en nuestra cartelera.