sábado, 18 de mayo de 2019

Retablo

La ópera prima de Álvaro Delgado Aparicio se apodera de un conflicto conocido. Los prejuicios de un entorno conservador reaccionarán ante un acto calificado como impropio, el cual se ejercerá desde un plano íntimo y otro público. Retablo (2017) se asienta en una comunidad rural de Ayacucho, espacio en donde el hijo de un artista de retablos será testigo del declive de su familia, a propósito de una revelación. Así como sucedía en Contracorriente (2009), es el propio entorno, sus costumbres y rituales, los que difuminan ese conflicto ya recurrente. Sabemos que el drama o incluso la tragedia golpearán el cotidiano de los protagonistas en algún momento, sin embargo, la novedad o la expectativa está en las reacciones o los modos en cómo estos se manifestarán. Existe pues una distinción distante entre las sociedades en cuestión, las que si bien coinciden en rechazar mismos comportamientos que van en contra de sus preceptos, unos podrían ser más reaccionarios que los otros.
El otro rastro de expectativa tiene que ver con el tratamiento dramático que el director aporta a su argumento. Retablo es una película intimista. La historia, el mismo conflicto, transcurre desde la mirada de Segundo (Junior Bejar Roca). O sea, el espectador asimila los acontecimientos desde la timidez o inexperiencia del adolescente. El filme asume por eso mismo un carácter contemplativo, observador. De ahí por qué la película siempre denota un aliento pasivo, incluso a pesar de la crisis. Luego de la revelación, Segundo pasa de la serenidad a la confusión, pero eso no lo desviará de su actitud de reserva. Retablo opta por el drama contenido. Puede ser una historia que se incline al morbo gráfico, sin embargo, opta más bien por el rito de lo reprimido. Es el otro lado o reacción de una postura conservadora. Segundo no está asociado a una naturaleza ofensiva. Al igual que su padre, mira con sobresalto el ajusticiamiento público –esa otra reacción–. Se podría decir que Segundo es la versión benigna de su comunidad, lo cierto es que no se está seguro si es porque esa es su naturaleza o fruto de su mocedad.
Retablo es lograda gracias a ese modo de entablar con la dramática. Álvaro Delgado Aparicio va creando sutilmente fases, momentos por los que transcurre el conflicto y cambios de perspectiva por los que pasa su protagonista, en cómo este asimila esa realidad, que en cierto punto es incomprensible, luego es un problema, y, finalmente, deja de serlo para convertirse en una consecuencia a la que debe asumir responsabilidad y abnegación. Segundo madura en obra y (tal vez) en pensamiento, algo que posiblemente no lo hubiese digerido si es que ese acontecimiento hubiera recaído en un vecino. Retablo es la historia de un aprendiz no solo en el arte de los retablos, sino también en la vida misma. La película inicia con el padre tapándole los ojos, haciéndole repasar esa mirada “memorizada” de lo que es una familia tradicional, aquello que se repite una y otra vez en los retablos, que son reflejo de la fantasía social de las tradiciones correspondientes. Esa escena es casi una metáfora a lo que más adelante pasará: el conservadurismo enceguece.

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