jueves, 1 de octubre de 2020

XI Festival Al Este: Atlantis (Al Este Especial)

Notable película de Valentyn Vasyanovych. Lo que resalta desde un principio es la pulcritud con que enmarca la imagen. El director ucraniano apela a un uso constante del encuadre abierto, estático y con un rigor simétrico. Más allá de ejercer un valor estético, sus planos subrayan una correspondencia entre el espacio y los sujetos. Sucede que dentro de estos escenarios de fábricas decadentes e inmediaciones que sirvieron como campos de batallas, los personajes se desplazan con una sincronía que no altera el equilibrio dentro del encuadre. Es como que si el fondo y los que se encuentran dentro del mismo fuesen un todo que trabajan a un mismo ritmo, una máquina que por muy obsoleta que figure, sigue articulada y en marcha. Es un panorama que, a pesar de sus fracturas, todavía revela producción y signos de vida. Atlantis (2019) es la mirada a una realidad en donde la infraestructura y los sobrevivientes de la guerra rusa-ucraniana comparten síntomas. Así como la industria metalúrgica de este futuro no muy lejano, los individuos expresan también sus fracturas. Es el espacio y los sujetos compartiendo los síntomas históricos de un conflicto que los arrastró al subdesarrollo.

Vasyanovych hace una dura crítica a un enfrentamiento vigente en la actualidad. Esto es lo que le espera a Ucrania si el conflicto con su país vecino continúa: una nación plagada de soldados NN, sea de su bando o del otro, un territorio minado y la economía estancada. A esto se suman los daños emocionales que dejaría una guerra sin cuartel. Es así como nos introducimos a la historia de Sergey (Andriy Rymar). Las primeras secuencias de Atlantis es una aproximación a los traumas de los soldados de ese conflicto. Es un retrato de esa comunidad deshumanizada, pero además desalentada por una sociedad que ha decidido reconocerlos como los culpables de los estertores de ese presente. Y lo trágico de esto es que esa marginalidad que recae en ese grupo provoca consecuencias aún más inhumanas y depresivas. Es decir, después de la guerra, otro tipo de guerra, sin armas, se ha extendido en esa nación. A propósito, podríamos decir que la película de Vasyanovych inicia desde un toque de fondo, anímicamente hablando. Por consiguiente, lo que le queda a gran parte del argumento es recrear un ascenso.
Por mucho que luzca inadmisible trascender en ese espacio estéril y funesto, Atlantis nos presenta a un personaje que contradice esas posibilidades. A pesar de haber vivido el lado más descarnado de la guerra, Sergey emprende un trayecto en donde va evidenciando su deseo por un futuro optimista, vaticinio que no solo desea para sí, sino también para su nación. A partir de las acciones de este ex soldado, Valentyn Vasyanovych comienza a desmitificar todas esas ideas negativas asociadas a los que sirvieron como un utensilio de guerra. Dicho esto, los espectadores son testigos de una suerte de redención. Sergey es consciente que la guerra no le hizo ningún bien al país. Este personaje expone una autocrítica implícita al identificarse además como una víctima más de una falsa promesa que supuestamente implicaría la paz. Es mediante esta premisa que el protagonista de la película inicia un camino distinto al que tomó su compañero de guerra. Según este filme, son dos los caminos que les aguardan a los soldados que enfrentan los postraumas del conflicto. Uno es trágico, el otro esperanzador. Atlantis es el trayecto de una “bestia” reconectándose con sus vínculos humanos. Es un proceso de humanización por el que transita un hombre que perdió todo, pero que desea recuperar algo que tiene que ver con la memoria. Es el soldado que pasó de asesino a ser arqueólogo de su propia historia.

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