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La aglomeración urbana y el matizado propio de Río de Janeiro, se dejan de lado en Transeúnte (2010), una película donde el mutismo y el color en blanco y negro imperan. Lo que podría ser un conjunto de historias sobre algunos habitantes dentro de la ciudad brasileña, es en su lugar la única historia de un sujeto más: Expedito (Fernando Bezerra), uno de los tantos transeúntes que habitan en este inmenso contexto. El director Eryk Rocha realiza un filme contemplativo y rutinario, divorciado de acciones o un argumento estructurado que está sujeto a una temática sugerente. En efecto, Transeúnte relata con un aire nostálgico y solitario la vida de un hombre de aire cansado y meditabundo, sin embargo, es este mismo personaje quien a veces sonríe, quien camina y disfruta de sus pasos, canta, silba, grita, vive. Rocha más que encarnar a “alguien”, encarna al común. Un sujeto o un manojo de estados de ánimos del cual nadie podría estar libre.
La aglomeración urbana y el matizado propio de Río de Janeiro, se dejan de lado en Transeúnte (2010), una película donde el mutismo y el color en blanco y negro imperan. Lo que podría ser un conjunto de historias sobre algunos habitantes dentro de la ciudad brasileña, es en su lugar la única historia de un sujeto más: Expedito (Fernando Bezerra), uno de los tantos transeúntes que habitan en este inmenso contexto. El director Eryk Rocha realiza un filme contemplativo y rutinario, divorciado de acciones o un argumento estructurado que está sujeto a una temática sugerente. En efecto, Transeúnte relata con un aire nostálgico y solitario la vida de un hombre de aire cansado y meditabundo, sin embargo, es este mismo personaje quien a veces sonríe, quien camina y disfruta de sus pasos, canta, silba, grita, vive. Rocha más que encarnar a “alguien”, encarna al común. Un sujeto o un manojo de estados de ánimos del cual nadie podría estar libre.
Transeúnte emplea una buena dirección de fotografía, una bien apropiada
para la finalidad artística del filme en referencia a sus encuadres ajustados,
los rostros y las edificaciones urbanas enmarcadas a manera de retratos, el
vacío gráfico que siempre acompaña a Expedito, sea por una calle o dentro de su
misma casa. Eryk Rocha fotografía escenarios, aprovecha el contraluz y el juego
de sombras que se desenvuelven en el día o en la noche. Transeúnte atrae por la mirada, por el juicio artístico que se
expone en el filme. Por otro lado, lo posiblemente tedioso en la película es la
amplitud de esta misma, una que parece alargarse a pesar de no remedar
situaciones. Ya luego cerca al final este ánimo cambia y esto debido a que es
el mismo ánimo del personaje principal que parece cambiar. A la última parte de
la película es que se aglomera un perfil distinto al enmudecido Expedito. Un
tipo andante, bohemio, nostálgico, enamorándose (o imaginándose enamorar) de
aquella se le cruza por su camino. Todo un seductor anónimo.
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