Los actores (2006), de Omar Forero, es un filme que se encaminaba a la representación de una serie de personajes dentro de una urbanidad. Era el retrato vivo de un pequeño grupo de sujetos de generaciones y situaciones distintas. Era la pareja de estudiantes de teatro en pleno enamoramiento, el ama de casa sosteniendo una enfermedad cada vez más crítica, un viejo actor sorteando suerte en pequeños trabajos a favor de su apasionado oficio y, por último, la caminata sin rumbo de un individuo solitario y sin compromiso alguno. Forero se toma su tiempo para conocer la rutina, con sentido o vacía, de cada uno de estos tantos personajes tipo que van pululando por los alrededores de la cuidad, esto mediante una estética minimalista sostenida por planos fijos, estáticos, pero siempre concentrado en el rostro del personaje al que se va sabiendo un poco más de ellos.
Su segundo filme, El ordenador (2012), es un cine más contemplativo. Omar Forero suelta las riendas de la narración para situarse más al ejercicio situacional, un estilo más experimental del que fue en Los actores, película que se sentaba a admirar a los personajes que conversaban y “actuaban” cada uno bajo sus propias necesidades o rutinas. En la nueva película de Forero todo esto cambia. Hay una necesidad por apaciguar el récord de vida de estos personajes que pasan por alto sus nombres y que además apenas reconocemos sus labores o dinámicas diarias. En lugar de esto, el director se toma otras libertades. Si en su primer filme el encuadre estaba atento al desenvolvimiento de sus personajes, en su nueva película, no contento con la presencia del personaje, se toma el tiempo necesario para apreciar lo que se encuentra a su alrededor; un foco, un perro que bosteza, un adorno en una repisa, una gotera que chorrea.
Omar Forero desvirtúa la trascendencia de sus personajes a través de la imagen que se inquieta frente a lo que se encuentra al costado. Lo curioso es que El ordenador se presenta en un inicio como una historia. La de un sujeto que está confiado que le quedan pocos días de vida. El mensaje es directo y veraz. La película a dos minutos de iniciada nos informa que este personaje está seguro que va a morir. Lo que ocurre más adelante poco se compromete a este drama, y lo irónico es que ya existe una inquietud de por medio de parte del espectador. De esperar qué es lo que sucederá más adelante respecto a este tema, del tránsito de la enfermedad a la muerte. Qué ocurre: el individuo sigue su ruta. Él sigue haciendo sus papeleos para una demanda, sigue emprendiendo sus clases como motivador religioso, no deja de asistir a su hijo a que practique más sus actividades musicales.
Existen dos momentos en que la historia cita nuevamente el tema de la enfermedad, dos instantes que por cierto poco o nada colaboran ante el drama que supuestamente se aguarda. Omar Forero está seguro de lo que desea manifestar. El ordenador nos aproxima a la contemplación, es decir, a la libertad de suponer o asumir lo que está por suceder o sucederá al final de la película. Pero, lo cierto es que no sucede mucho de eso. El director se inclina ante un cine observador que no aguarda de una trama o un relato. Los planos secuencia y el tiempo muerto impera dentro de este filme. La acción o el drama son remplazados por tomas largas, algunas musicalizadas y otras enmudecidas. Los actores era un filme, de hecho, distinto a lo que se espera dentro del contexto regional, sin embargo, no pasaba de ser una historia bien planteada. El ordenador, por su lado, crea una mayor expectativa ante los próximos proyectos del director trujillano, esto en referencia a una estética más firme e innovadora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario