miércoles, 6 de febrero de 2013

El vuelo

Artículo publicado originalmente en Cinespacio.

Con Robert Zemeckis nunca hay pierde. Desde su filme de culto Volver al futuro (1985), pasando por su más laureada Forrest Gump (1994), la paranormal Revelaciones (2000) o la animada Cuento de Navidad (2009), el director sabe entretener; disponerse de una historia que siempre encuentra una brecha original; actores carismáticos, de buen talento y muy reconocidos; recreando escenas que saben explotar los efectos cada que sea necesario. Zemeckis sabe promover un cine de masas, sea el género cual sea, rodando películas con una duración que se digiere sin dificultad ni bostezo. El vuelo (2012) es el último aporte a su filmografía, una película que al igual que sus anteriores dramas, encuentra formas narrativas distintas, ejes temáticos disímiles, casos ajenos a los citados anteriormente.
Whip Whitaker (Denzel Washington) es un piloto de avión, tercera generación de aviadores de su familia paterna. Para Whip, más que un oficio una pasión, algo que es parte de su día a día, parte de su rutina, es por eso que cuando ocurrió un aterrizaje forzoso logró salvar muchas vidas. Whip es también alcohólico, algo que no asume con pasión, pero sí con conciencia. Para mala suerte, dicha rutina no fue ajena durante aquel vuelo fatídico, el mismo que lo convirtió por un momento en héroe, y que ahora está a punto de condenarlo por negligente. El vuelo presenta a un personaje tópico. Es la historia de una balanza que mide lo positivo y lo negativo de un sujeto que está envuelto en su propia realidad, una que ciertamente él mismo no la observa como un drama. He aquí el punto que diferencia a este filme frente a otras películas, aquellas en donde solemos ver a personajes que bien tocan fondo en sus vicios o que simplemente luchan para contrarrestar aquella rutina.

Whip es una especie de interrogante. Un sujeto que se bambolea entre enderezarse o seguir empinando el codo. Hasta antes del final, no se sabe a ciencia cierta en qué lado terminará este sujeto. Este es el plus de la película. No hay mucha habilidad en crear situaciones que compliquen el caso judicial de este personaje, pero es la misma personalidad de este la que mantiene atento al espectador. Se asoman también otras motivaciones, tales como el personaje de John Goodman, una especie de “yonki dealer” que a cada aparición es todo un suceso respaldado además por alguna pista musical de los Rolling Stones. En contraparte, el cliché toma por asalto al filme a medida que se va planteando el historial de Whip. Hombre divorciado y odiado, sin amigos, una nueva novia que también tiene un historial adictivo. Lo que se podría haber esperado de esto era una selección de regaños o “jaladas de orejas” al protagonista en pos al abandono de su adicción. Esto afortunadamente no ocurre, al menos de manera hostigante.
El vuelo, al igual que otras películas de Zemeckis, tal como Forrest Gump o Contacto (1997), cita el tema de la redención divina, solo que en esta ocasión se manifiestan a manera de pistas o situaciones que indirectamente tratan de calar a un despistado y agnóstico Whip, detalle que en otro sentido abren paso a que el espectador obedezca más a ese mensaje celestial antes que las acciones desinteresadas del mismo protagonista. En momentos Robert Zemeckis parece ser pregonero de fe, algo que sí sentaba bien en la personalidad del joven Forrest, pero que en El vuelo más bien desentona o hasta suena insistente.

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