sábado, 10 de noviembre de 2018

4 Semana del cine ULima: Le Livre d'image

Si en Adiós al lenguaje (2014) el libro y la imagen –la digital– se encontraban en el mismo terreno, cada uno reconociendo su lugar dentro del nuevo orden, tanto en lo cotidiano como ante la reflexión estética, en El libro de imagen (2018) el libro o texto se reduce a la palabra. Lo que sucede con esta es lo que sucede con el libro. La imagen digital ha sacado la ventaja, es expresión fundamental en la actualidad, lo que le ha otorgado de paso una mira monopolista. Son tiempos en que la palabra o el discurso se han devaluado. Jean-Luc Godard en su nuevo filme afila su lección impartida desde Film socialisme (2010), en donde, literalmente, anula a la palabra. En su reciente película experimental las traducciones hacen falta, las palabras están extraviadas, algunas incluso están a la deriva o no concuerdan con la voz en off, sin embargo, los fotogramas siguen reproduciéndose, extractos de filmes de ayer y hoy, de muchas lenguajes y partes del mundo, que no dejan de estimular, de fabricar un sentido propio. La imagen parece no disponer de la palabra.
Salvo por el escenario en donde vemos al Godard político, en su narración sobre un África “imaginada”, pocos son los momentos en que el discurso de la palabra asume un sentido trascendental a partir de su semántica. El sentido primordial de esta surge sobre todo a propósito de su ausencia. La pérdida de su significado de pronto no es tan calamitoso dentro de un universo en donde lo digital ha extendido nuevas formas y deformaciones de la imagen. En El libro de imagen contemplamos pues al cine, la expresión más radical de la imagen, siendo aún más radical. Observamos muchos fragmentos fílmicos en su naturaleza original, pero la mayoría siendo expuestos a la modificación exploratoria de lo digital: el cambio de su ratio, la alteración de sus colores y el sonido que va y viene. Deja de ser para convertirse en otro. Mucho se puede cuestionar esta naturaleza, siendo lo digital filtro de perversión que deshace lo canónico, pero ante desventajas, Jean-Luc Godard ve posibilidades. Qué es sino su comparativo entre una pintura y un mar en movimiento que alcanzó también una vistosidad cromática.

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