sábado, 24 de agosto de 2019

Macabro XVIII: The Head Hunter

Dos son los incentivos que mantienen a la película de Jordan Downey en expectativa. El primero tiene que ver con la venganza. Este es el motor del conflicto. Un guerrero, que alude a alguna horda nórdica del medievo, ha jurado ante la tumba de su hija dar caza a su asesino. Más allá de cumplir con un rol de “guardián del sitio”, está su empeño de buscar una revancha. The Head Hunter (2018) parece aludir al género western, en referencia a una disputa de honor dentro de un espacio hostil a manos de un protagonista hosco y obstinado dispuesto a la confrontación. Al personaje de Downey le llega una suerte de mandados que simula a los afiches pegados en las entradas de los bares u oficina de algún sheriff. Lo cierto es que aquí no se trata de un intercambio de intereses. Lo de este vikingo es personal.
Ahora, a la línea de los indios apaches, enemigos por excelencia de los cowboys, el enemigo en The Head Hunter es también un ser salvaje engendrado por el contexto. Downey hace rivalizar a dos especies que comparten una naturaleza que los llevará a un enfrentamiento sanguinario, el mismo que es desigual por el gran número de enemigos que, curiosamente, no atacan en horda. ¿Qué obliga al director a no exponer a su guerrero a una emboscada? Es a propósito de esto que se sostiene el segundo incentivo de la película. The Head Hunter se esfuerza por no exhibir a sus monstruos. Promover un ataque en jauría, simplemente frustraría la pretensión del filme. El hecho que se esconda la identidad de estos y, por lo tanto, los momentos de enfrentamiento, estimula a que se preserve el suspenso, el morbo ante una posible manifestación horrorosa, mismo mecanismo usado en Tiburón (1975) o Alien (1979).

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