martes, 31 de diciembre de 2024

Mis favoritas del 2024

Sin mucho preámbulo porque el tiempo no me lo ha concebido en esta ocasión, esta es mi lista de lo más emocionante y estimulante que he podido ver en este año. Retomo la idea de separar lo visto en cartelera. En este 2024, he reconocido varias películas que están a la línea de mis intereses. Casi diez, considero mucho a estas alturas en que la oferta del streaming es amplia y diversa. Noto también que tópicos de siempre siguen encontrando las formas de poder contar lo mismo, aunque de distinta forma. El holocausto o los asesinos seriales han fracturado convenciones. Corto quedó mi lista de Películas vistas por primera vez no porque haya faltado la oferta, sino porque la fortuna quiso que no me cruzara con varias películas que quedaron grabadas en mi memoria. Menciono mis gustos según el orden en que las fui viendo.

Cartelera

Zona de interés (Jonathan Glazer, 2023)


El hombre de los sueños (Kristoffer Borgli, 2023)

Amor, mentiras y sangre (Rose Glass, 2024)


Inmaculada (Michael Mohan, 2024)


La trampa (M. Night Shyamalan, 2024): Aquí los detalles son los que perturban. A considerar esta película como un retrato exigente que modela a un asesino serial promedio. Shyamalan piensa mucho en el “qué haría si estuviese en esa situación”. Entonces aflora un mente inteligente y calculadora. Es casi un reto a la intelectualidad que refiere a la psicología humana. En tanto, el protagonista siempre está un paso adelante. Se adapta rápidamente a los imprevistos. Lo que parecía una trampa monumental, resulta ser un desafío a este individuo que, al igual que varios de los personajes de Shyamalan, es un ser fragmentado. Eso es el otro punto genial de esta historia, que dialoga a la perfección con el universo del director, un obseso con los antecedentes y secuelas de sus frágiles antihéroes.


Cómplices del engaño (Richard Linklater, 2023)


El sabor de la vida (Tran Anh Hung, 2023)


De noche con el diablo (Cameron Cairnes y Colin Cairnes, 2023)


Asesino serial (J. T. Mollner, 2024): Narrativa y discursivamente tramposa. Mollner no solo desea jugar con nuestras expectativas al contar su historia en desorden como si fuera un “reto Nolan”, sino que además remarca qué tan peligroso es dejar de hacer caso a nuestro instinto, culpa de la obediencia hacia los viejos y nuevos estereotipos. Es a propósito de la personificación de la protagonista que vemos el descarte de toda una tradición construida por el cine de terror. Asimismo, observamos también cómo es que las políticas de la igualdad son inviables en escenarios como el representado. En cierta perspectiva, esta fábula resulta ser una guía de sobrevivencia en un mundo tan divergente, en donde los prejuicios no hacen más que confundirte y arrastrarte a la sepultura.


Festivales y muestras

Dahomey (Mati Diop, 2024): Es consecuencia de una devolución patrimonial que se genera todo un debate. Por un lado, es apasionante qué tanto ha avanzado el razonamiento y la conciencia humana. Por otro lado, es desalentador cómo es que ese desarrolla a provocado tantas brechas, divisiones, cada una orientada a un enfoque o perspectiva específica. Mientras tanto, un ánima (y esto es entendible) se siente extraviada, no bienvenida, ajena. Reconoce y a la vez no ese vínculo a su tierra natural. Es como una segunda colonización. Cuál será el futuro de este inmigrante es capaz menos importante que preguntar qué significa este para una nación multidisciplinaria. De pronto, el occidentalismo parece seguir triunfando desde las esferas del academicismo.


VOD

Juror #2 (Clint Eastwood, 2024): Este es un Eastwood digno de ser revisado. El diálogo entre lo tradicional y lo contemporáneo está presente de inicio a fin esta historia que evoca el conflicto clásico del “falso culpable” y entre las sombras alguien poseído por un debate moral, todo ello aconteciendo en un mundo con correcciones políticas que estigmatizan y han perdido la fe en conceptos como la reivindicación o la inmolación. Este mismo protagonista en una película de Hollywood de los 30 o 40 hubiera actuado de una manera muy distinta al final. Hay un razonamiento cínico en el personaje de Hoult, asediado de planos clásicos que delatan su culpa, pero que poco a poco se van opacando y van confundiéndose, por ejemplo, con los cínicos, presumidos, aunque muy inteligentes personajes de Woody Allen. El tipo quiere asegurarse de salir libre de culpa, y si para eso hay segregar a un “mayor peor”, pues vale en una nación hipócrita.


Alternativa

Chime (Kiyoshi Kurosawa, 2024): Lo contemporáneo siempre ha sido representado como una tragedia en el cine japonés. En ese sentido, Kurosawa se imagina una realidad en donde personas reaccionan, sus cuerpos, mentes o hasta su inmunidad biológica se revela. Por qué no interpretar esto con lo pandémico, el estado de histeria. ¿Y si el virus no era más que un acto de defensa frente a tanta intrascendencia moderna? Me inquieta razonar esta película de esa manera. No es gratuito que un educador apasionado, aunque irresuelto y reprimido, sea uno de los contagiados en esta historia que no se preocupa en crear curas o actos que ajusticien o enderecen a ese civil promedio. Esto descubre un panorama terriblemente negligente.


Lastres hijas (Azazel Jacobs, 2023)


Mads (David Moreau, 2024): Pienso en George A. Romero y Gaspar Noé cuando veo a sujetos “limpiando” con trajes blancos y el tour de forcé por el que transitan los personajes. Es como una maratón. Se van pasando la posta y la carrera hacia la locura y la degradación humana se reinicia. A vista general, podría ser algo cíclico, sin embargo, a la dirección se le ocurren cosas que te invitan a no desengancharte con esa travesía. Yo lo veo como un paseo por calles y rutas con un anfitrión que te entretiene en el camino al ser víctima de la “improvisación”. Pero, insisto, aquí Moreau se las ingenia para calcular desde la caída del sol o el tránsito tal vehículo o persona que va por ruta contraria. Es seguro que este plano secuencia tiene varias costuras. Me va. Esta es una película por el que vale la pena tragarse su ficción.


Witches (Elizabeth Sankey, 2024): Pienso en Nightbitch y su sátira que hasta antes de la mitad se desgasta. La idea es buena, pero suena como una máquina de quejas y autocompasión; eso sí, bien ganada. Y del otro lado del río, el documental de Sankey plantea mismos miedos y configuraciones sociales, además de otros problemas, solo que apropiándose de un tema de por sí fetiche para muchos. La brujería, la fascinación por este tema, como excusa para crear un testimonio maternal que se conecta con el de otras. Se sirve de lo mitológico, lo histórico, lo personal y lo colectivo para desmitificar la idea de que ser madre es puro romanticismo o el percibirlo como algo bendito tenga que ser una regla general. Aparecen temas como desigualdad de género, negligencias clínicas, padecimientos mentales, la comunidad, el ajusticiamiento social. Es el drama que vivieron las brujas de ayer y lo viven algunas brujas del hoy.


10 vistos por primera vez

American Pop (Ralph Bakshi, 1981): panorama cultural al Estado Unidos moderno desde la música. Una experiencia alucinatoria animada.


Daisy Miller (Peter Bogdanovich, 1974): falso screwball comedy en un relato de época que cuestiona la cucufatería aristocrática estadounidense.


Shiinomi Gakuen (Hiroshi Shimizu, 1955): inspirador retrato de una escuela de discapacitados en Japón. De pensamiento didáctico, instructivo y social.


Buddies (Arthur J. Bressan Jr., 1985): el SIDA y sus secuelas expresados y debatidos desde el lecho de un moribundo.


Nijushi no hitomi (Keisuke Kinoshita, 1954): hermosa épica que hace oda a la educación comprometida en una Japón en transición.


Novecento (Bernardo Bertolucci, 1976): de la explotación al fascismo; las angustias del proletario en la Italia moderna.


Rapiña (Carlos Enrique Taboada, 1975): la codicia y la ignorancia como móviles de una estirpe condenada en la periferia.


Pieces of April (Peter Hedges, 2003): un milagro de Día de acción de gracias. Road movie y Katie Holmes cocinando esperanzas.


Dinner With Friends (Norman Jewison, 2001): crisis matrimoniales y otros desengaños en un festín de debates morales y existenciales muy “francés”.


L’homme qui aimait les femmes (François Truffaut, 1977): el yo, el (alter)ego y una respuesta al origen de un “Don Juan”.


lunes, 25 de noviembre de 2024

Megalópolis

Extensa es la lista de directores que realizaron películas con el fin de representar mediante un carácter alegórico sus pensamientos sobre el arte y la creación. Christopher Nolan en The Prestige (2006), Leos Carax en Holy Motors (2012) o Federico Fellini con 8½ (1963). Es una demanda tan personal que casi ninguna de esas películas escapa de la fabricación de un alter ego que represente al director. Ahora, esa visión ficticia efecto de la introspección no se encierra en su propio mundo, sino que se pone a interactuar con un entorno, contexto o coyuntura. Varias de esas películas están pensadas en un presente o época en específica que dispersa una serie de pensamientos no necesariamente iguales al del creador. Es así como tenemos a un autor reflexionando dentro de un imaginario o sistema sostenido por específicas convenciones que bien alientan o restringen su libertad artística. Es en esa búsqueda que se concibe Megalópolis (2024). En esta historia, inspirada en los tiempos del Imperio Romano, el laureado arquitecto César Catilina (Adam Driver) reconoce a Franklyn Cicero (Giancarlo Esposito), el conservador alcalde de Nueva Roma, como su mayor antagónico, la autoridad que obstruye con sus planes de llevar a cabo su obra más ambiciosa: la construcción de Megalópolis.

Este es un relato de aires trágicos compuesto por conflictos existenciales, fantasmas del pasado, codicia, traiciones y revanchas. En tanto, es obvia su influencia al teatro de William Shakespeare. César es un personaje talentoso y reconocido por ello, pero es esto mismo lo que lo arrastra a un destino pesimista. El conocimiento es trágico, pues ese mismo talento es lo que ha atraído enemigos e impedimentos para seguir desarrollando su conocimiento. En cierto punto de la película, César caerá presa de una angustia existencial relacionada a su gran proyecto y todo lo que este ocasiona. Ciertamente, la autoridad de Cicero será uno de los grandes impedimentos para que el autor conciba su posible utopía; sin embargo, habrá otros obstáculos que reconocerá en el camino de su producción artística. El alter ego de Coppola será víctima de la envidia, cancelado por la infamia, tendrá problemas de financiamiento e incluso su vida sentimental y privada se verá afectada. Ahora, Friedrich Nietzsche decía que la forma más acertada de neutralizar una carga existencial era mediante la expresión artística. Pero qué pasa cuando la producción del arte implica otros conflictos, manías o secuelas que vulneran el estado anímico o moral del autor. Por nombrar un par de casos. El alter ego de Ingmar Bergman en Como en un espejo (1961) es víctima de los remordimientos tras explotar las tragedias vinculadas a su entorno para beneficio de su obra. Roy Scheider encarnando a Bob Fosse en All that Jazz (1979) no deja de pensar en la familia que sacrificó por el arte estando a puertas de la muerte.
Coppola como buen artista es ególatra y, por lo tanto, tiene algo de cínico. Obviamente, esos caracteres se ven romantizados por su explícita influencia a la filosofía de Ralph Waldo Emerson. César o Coppola se sienten orientados y estimulados por un pensamiento individualista e instintivo fruto de su interacción con la naturaleza, lugar en donde se percibe el conocimiento real, y no a través de la razón o las normas edificadas por las convenciones públicas o la industria del cine. El protagonista de Megalópolis rechaza una teoría que reconoce como conformista al limitar la intuición o creatividad independiente. Esto incluye estar en contra de las doctrinas o culturas como el de la cancelación. De ahí por qué Coppola parece hacer una afrenta al convocar como parte de su elenco al cancelado Shia LaBeouf, quien de paso es el traidor y usurpador de glorias en esta épica que en gran parte se toma el trabajo de definir una línea de pensamiento artístico. La trama de Megalópolis se exige en ser argumentativa a partir de metáforas como el artista y su musa, su poder de detener el tiempo mediante su talento creador, sus miedos generados por traumas del pasado, sea en un escenario íntimo como dentro de la industria. Pero después acontece una fractura en el relato. Francis Ford Coppola decide cerrar su fábula orientándose al cine de género. Retorna a sus raíces, sale de su introspección para terminar de contar su historia en base a sus manías. El cine gang aquí es explícito. El hecho es que sabe a un remate apresurado, casi por compromiso.

domingo, 17 de noviembre de 2024

All You Need Is Blood

Película disponible en cines seleccionados de EE. UU., AppleTV y Amazon Prime.

Super 8 (2011), de J. J. Abrams, hasta el día de hoy me emociona, y no tanto por el relato ficticio que invoca los tópicos conspiratorios y seres de otro mundo que tuvieron su mejor momento en la década de los 50 en EE. UU., sino por el carácter personal que percibo, a propósito de que se inspira de la pasión hacia la realización del cine, ello forjado por una cinefilia pura y dura. No es la fantasía impulsada por el deseo de la fama. Es la emoción que estalla durante el proceso creativo, y no olvidemos que toda creación es íntima e individual, una selección medida por el juicio o el fanatismo. Super 8 es una película de oficio en su etapa de iniciación. Al mirar All You Need Is Blood (2023), me resulta familiar a esa búsqueda. Esta es la historia de un neófito director de cine movido por el instinto. Pienso en el director Mark Borchardt, personaje del documental de culto American Movie (1999), o en Le Livre des solutions (2023), una reciente película de Michel Gondry. Ahí tenemos a protagonistas que al igual que el personaje de Bucky Le Boeuf desborda pasión y va a contracorriente de los métodos tradicionales. Estamos ante artistas autodidactas, extasiados más con producir que con planear un plan. Hay mucha de improvisación en sus propuestas, pero, ciertamente, no deja de contagiar esa pasión que proyectan.

El trayecto de All You Need Is Blood es simple: un director amateur tiene bandera blanca para realizar su película zombie. Tal vez no estaba dentro del “plan”, pero hay que aprovechar cuando hay material a la mano, especialmente si el plazo para presentar su película está próximo. Esto resulta anecdótico si comenzamos a interpretarlo desde una mirada metaficcional o del cine dentro del cine. El alterego de Le Boeuf (si pudiera denominarse como tal, ya que su personaje lleva su mismo nombre) es ejemplo de un creador inspirado con realizar su primera película “seria”, sin embargo, en el camino es que va siendo consciente de lo que implica esa labor. Todas las aptitudes del joven creador serán puestas a prueba, en este caso, dentro de un escenario extraordinario. Pero salvando un meteorito y un zombie, ¿es que acaso todos esos problemas por los que atraviesa el protagonista de la película no forman parte del cotidiano de todo director de cine? Existe toda una carga de responsabilidad para el sujeto que está dirigiendo detrás de una cámara. A propósito, una secuencia memorable en All You Need Is Blood es para cuando el director tiene que separar al actor del personaje. Nueva lección: a veces hay que tener sangre fría para dirigir. Así como en Super 8, al margen de la fantasía o los guiños —dos divertidas alusiones a Inglorious Basterds (2008)— la película de Bucky Le Boeuf gana valor si la observamos como un testimonio personal.

lunes, 11 de noviembre de 2024

10 Semana del Cine ULima: La semilla del fruto sagrado

A lo largo de su filmografía, el director Mohammad Rasoulof ha sido un mordaz crítico al régimen islámico en Irán. En adición, fue con su película There Is No Evil (2020), ganadora del Oso de Oro del festival de Berlín, que prestó una especial atención a las condenas por pena de muerte en su país. En dicha película, ese tema será motivo para representar distintos relatos a manera de episodios sobre personas inmersas en un conflicto moral. Sus personajes son los sujetos empujados a ser cómplices o hasta ejecutores de esas sentencias dictadas de forma arbitraria, prueba de que la Irán actual está bajo el yugo de un Estado que corrompe, oprime, amenaza y además es causante de una diversidad de crímenes de lesa humanidad. La semilla del fruto sagrado (2024) podría asumirse como un nuevo episodio de There Is No Evil, uno extenso y argumentalmente complejo. Iman (Missagh Zareh), padre de familia y fiel empleado de un juzgado estatal, acaba de ascender a un cargo clave que podría ayudarlo a convertirse en juez. Serían muy buenas noticias de no ser porque su nuevo puesto implica una obligación oficial que escapa de su evaluación personal. Nuevamente, el tema de la pena de muerte es centro del conflicto en una película de Rasoulof, el hecho es que el autor se las ingenia para invocar en su trayecto otros conflictos y efectos que son comunes y alarmantes en la actual Irán.

A una vista general, La semilla del fruto sagrado no está lejos a la estructura narrativa y exposición argumental habitual de Asghar Farhadi. Estamos ante una historia lineal que empieza con un gran conflicto moral. En tanto, las malas decisiones darán origen a un efecto de bola de nieve. El problema que a inicio podía resolverse mediante una determinación fría y sensata se complica, suma su nivel de dificultad al punto de que su solución se perfila como irreversible. Tanto la película de Rasoulof como las de Farhadi, hasta cierto punto son sofocantes. Veremos a personajes al borde los nervios, víctimas de la angustia fruto de las circunstancias, pero también de sus malas decisiones, muchas de estas, expresadas en momentos de confusión. Los dos directores son observadores de una cadena de negligencias. Ahora, qué es lo que distingue a uno de otro. Farhadi apuesta por los dramas universales, mientras que Rasoulof por el drama coyuntural. El cine de este último es social y político. En ese sentido, los problemas de sus protagonistas están relacionados a las normas y sanciones estatales. O sea, prácticamente tienen las de perder. Es como la crónica de una muerte anunciada. Exponer al sujeto a un dilema vigilado por una ordenanza pública es ponerlo contra la espada y la pared. Eso es lo que se grafica en la vida de Iman apenas comienza a emprender las primeras obligaciones que implican su nuevo puesto.

Ahora, de hecho La semilla del fruto sagrado es la historia de Iman y su familia. Entonces, mientras vemos al padre de familia reaccionando en las oficinas del juzgado, vamos viendo también a su esposa y dos hijas creando sus propias acciones y reacciones en casa. Llegará a un punto en que ambos escenarios no se diferenciarán el uno del otro. De pronto, la opresión y la corrupción a la que están sometidos los empleados en los espacios estatales se replica en los hogares, o al menos en las casas en donde los cabezas de familia son obedientes empleados del Estado, difusores de una ideología teocrática islámica, la que incluye decidir cómo una mujer debe vestir hasta castigar o desaparecer físicamente a cualquiera que esté en contra de sus normativas. Es así como va tomando forma una película con muchos actos, consecuencias y agravamientos, una dinámica que, ciertamente, no se define tanto en el escenario estatal u oficinas del juzgado, pero sí en el escenario íntimo familiar, lugar en donde la moral batalla porque todavía no ha sido anulada por la instrucción e intimidación. En el hogar de Iman, vemos a personajes resistiéndose a no ser subyugados por una autoridad abusiva, irracional y que se niega a cualquier acto de consenso o diálogo. La casa familiar parece una réplica al tercer escenario de la película: el espacio público o las protestas ciudadanas que acontecen en ese presente.

La película toma por contexto los efectos provocados por la muerte de Masha Amini, una mujer que por no usar el hijab, prenda obligatoria femenina, según ordenanza del régimen, fue golpeada brutalmente, lo que ocasionaría su posterior muerte. Los disturbios que veremos en La semilla del fruto sagrado son los registrados consecuencia de ese evento. Miles de personas protestaron y a su vez cientos fueron secuestrados por las fuerzas del orden y luego sujetos a condenas improcedentes. Esta confrontación, la del Estado oprimiendo y los ciudadanos manteniéndose firmes, se representa en el hogar de Iman. El espacio íntimo familiar se convierte en arena de los conflictos de la actual Irán producto de una política ortodoxa. Pero esa es solo la primera parte de la película de Mohammad Rasoulof. Ya en su segunda parte, veremos cómo esos terrenos se abandonan a fin de fabricar una película que se perfila a un cine de género. Hay suspenso, secuencias de persecuciones, la historia se torna más enérgica, ya no es más un conflicto moral, pues los personajes tienen en claro de qué lado quieren estar. No sé si sea consciente, pero es como si el relato se hubiera asegurado de no desgastar los argumentos ideológicos que dominan en su primera parte, y optó por virar hacia una ruta de dramática más tradicional.

jueves, 7 de noviembre de 2024

10 Semana del Cine ULima: El reino

El principio de la ópera prima de Julien Colonna parece describirnos que estamos ante una coming of age. Lesia (Ghjuvanna Benedetti) es una adolescente que disfruta sus últimos días de vacaciones antes de retornar a la escuela. Las fiestas, las visitas a la playa y el descubrimiento sexual forman parte de su calendario diario. Esta agenda se cancelará abruptamente para cuando una moto la recoja sin previo aviso y la traslade a pasar unos días con un padre en estado de clandestinidad. El reino (2024) es la historia de una joven reconociendo un escenario que contrasta con las demandas de una chica de su edad. Muy a pesar, lo que veremos no deja de responder a la realidad en donde reposa su linaje, una feroz tradición a la que capaz la protagonista se adapta con naturalidad. De ahí los primeros minutos de la película, secuencia que además de augurar el sino de Lesia, puede ser interpretado como una suerte de ritual de iniciación al mundo de la camorra. Esto es importante si es que lo comparamos con una frase recurrente que pronuncia la muchacha cada que empuña un rifle de caza. Este es un relato sobre la corrupción, el ver o hacer cosas que tal vez no quieres, pero es necesario hacerlas porque los “tuyos” lo hacen. Estamos ante un entorno sostenido por un adiestramiento insidioso y progresivo que habitualmente no expone otras alternativas. Queda entonces ceder o asistir a la conciencia moral a fin de cuestionar el alrededor.

Pienso en A Chiara (2021), de Jonas Carpignano, una película en donde una adolescente comienza a concientizar el oficio familiar. El tránsito de la niñez a la adolescencia no es dulce cuando te encuentras en un entorno violento. Tanto las protagonistas de Colonna y Carpignano, reconocen que sus padres son cabezas de mafias. Surge así dos reacciones. Caso en la película de Carpignano, vemos un conflicto moral en proceso. Caso en la historia de Colonna, vemos un gesto de complicidad. El reino, por encima de ser un retrato criminal, es la historia de una relación padre e hija. A medida que reconocemos a un grupo del crimen organizándose con disciplina y exigencia, vamos siendo testigos también del fortalecimiento de una relación obstruida por las rutinas de una mafia. De pronto, el que la niña sea ahora adolescente, facilita de que la hija comprenda la ausencia del padre y de paso acepte cómo funcionan las cosas. Dicho esto, es que comienzo a percibir la posibilidad de que se pasa por paños tibios esa realidad que convulsiona a un presente. Contexto: esto sucede en Córcega, hoy una isla en donde se mezcla la cultura francesa e italiana, foco del turismo y la diversión, pero también es arena de mafias pugnando por el poder. El reino nos refiere a ese escenario en los 90, en tanto, su cierre deja un sabor de un drama familiar que aparta ligeramente a la reflexión social o el cuestionamiento moral, algo que, por ejemplo, sí percibo en Le Mohican (2024), de Frédéric Farrucci, película que objetivamente concientiza los efectos de una tradición que aparenta ser irrefrenable.

10 Semana del Cine ULima: Julie se queda callada

Por tradición, las películas sobre deportistas expuestos a las exigencias de una rutina competitiva nos han trasladado a historias que dialogan sobre la superación personal o revelan un panorama social desamparado, caso Chariots of Fire (1981) o The Loneliness of the Long Distance Runner (1962), respectivamente. Es decir, el deporte como excusa para mejorar o componer algo fracturado en la intimidad o entorno de los atletas. Ahora, en los últimos años, la frecuencia de este tópico, además de aumentar, nos ha venido revelando los “puntos ciegos” e insidiosos que a veces cobija dicha circunstancia. Desde I, Tonya (2017) hasta Nadia, Butterfly (2020), tenemos retratos de deportistas expuestos a una privación o violencia contra los estados naturales de cualquier persona. En otras palabras, si antes el mundo deportivo fue reconocido como lugar de refugio o método de rehabilitación, es partir de esas recientes películas que se lo expone como un espacio inseguro y nocivo producto de una toxicidad normalizada que se ha colado entre las rutinas o normativas deportivas. Por esa línea es que camina Julie se queda callada (2024). Esta es la historia de una talentosa tenista anímicamente paralizada ante un tema trágico que implica a su exentrenador. He aquí el caso de una “testigo” que opta por el silencio, lo que le irá generando un estado de conmoción y aturdimiento.


El director Leonardo Van Dijl nos va describiendo con mucha cautela un delicado tema que ha vulnerado el campo de entrenamiento de una academia de tenis para adolescentes en Suiza. Hay cierto énfasis por escatimar los detalles de una denuncia aún por esclarecer. Podríamos decir que es un relato que parece pensar en los implicados, en especial en su protagonista. Julie (Tessa Van den Broeck) ha decidido no ser parte de los comentarios que recaen contra su exentrenador. A principio, se entiende como un gesto de respeto o fidelidad hacia el mentor. El hecho es que hay algo más que mantiene discreta a Julie. Dicho esto, la película se compromete a entender esa postura de la tenista al punto de que los argumentos que expone la trama, de igual manera, asumen cierta discreción. A propósito de ese misterio, Julie se queda callada parece comportarse como un thriller, solo que aquí la pesquisa o los impulsos detectivescos que desean forzar las confesiones son apaciguados. Ante un hecho violento, esta película se esfuerza por no gestionar otro tipo de violencia. Es el respeto hacia los damnificados o personas vulnerables ante una situación que ha golpeado a todos, aunque en distintos niveles. Entonces Julie se figura como una figura clave, alguien que merece toda la empatía posible, en espera de una declaración bajo libre voluntad.

martes, 22 de octubre de 2024

Curso de terror online


Inspirado en cuatro referentes del cine de terror, Wes Craven (Pesadilla en Elm Street), Tobe Hooper (La masacre en Texas), John Carpenter (Halloween) y George A. Romero (La noche de los muertos vivientes), este curso es el resultado de un análisis crítico a sus filmografías haciendo un estudio comparado frente a las películas de terror clásicas y las contemporáneas. En otras palabras, este curso explorará la evolución del cine de terror partiendo de un análisis a las obras de esos 4 Maestros.

Rednecks, brujería, muertos que vuelven a la vida, el slasher, vampiros, científicos locos, criaturas surrealistas y del espacio exterior; son temáticas que serán analizadas desde un perfil multidisciplinario, adoptando enfoques sociales, políticos, feministas, psicoanalíticos, los estudios culturales y otras lecturas.

METODOLOGÍA: Aprender de manera flexible

Este curso VIRTUAL se dividirá en 4 capítulos. Los lunes se liberará un capítulo. Cada uno contendrá 5 videos (7-15 minutos de duración c/u) e incluye material digital complementario. En el transcurso, el alumno podrá enviar preguntas o comentarios al correo del profesor para respuestas personalizadas. A modo de retroalimentación, los sábados de la semana correspondiente, se liberará un video o realizará una sesión en vivo* con una selección de las preguntas o comentarios más relevantes de la semana con el fin de exponerlas al resto de los alumnos y ampliar el contenido.

(*) Esto dependerá del aforo de asistencia. De darse el caso, se celebrará a las 10am cada sábado de la semana correspondiente


PROGRAMA

Capítulo 1

Tobe Hooper: fabricando el terror cotidiano. 

Capítulo 2

John Carpenter: el cine de terror es renovable.

Capítulo 3

Wes Craven: el miedo no está afuera…y otras paranoias.

Capítulo 4

George A. Romero: la modernidad como camino a la inhumanidad.


INICIO

Lunes 28 de octubre (miércoles 27 de noviembre fecha límite para acceder al contenido del curso)

 

MODALIDAD

Virtual – más de 5 horas de material audiovisual y material digital complementario (películas, libros y artículos)

 

COSTO

50 soles / 15 dólares americanos / 13 euros

(Modos de pago: https://bit.ly/CuentaCursoCine)

 

PROFESOR

Carlos Esquives – Crítico de cine

 

INSCRIPCIONES – INFO

fotogramagourmet@gmail.com / +51 980669941

lunes, 23 de septiembre de 2024

72 San Sebastián: My Eternal Summer (New Directors)

La fantasía de las vacaciones de verano se diluye en esta emotiva ópera prima. Una familia de a tres decide pasar la época veraniega en su casa de campo, tal vez la última para uno de sus miembros. Dirigido por Sylvia Le Fanu, My Eternal Summer (2024) nos cuenta la historia de unas personas despidiéndose de un ser querido. La naturaleza soleada de un escenario danés se convertirá en fondo de un advenimiento trágico, eventualidad que, ciertamente, un padre y una hija no enfrentarán de la misma manera. Estos tendrán que seguir y fingir con un programa de ocio mientras son testigos de cómo la enfermedad consume a uno de los suyos. La esposa y madre parece aproximarse a sus últimos días de vida. Le Fanu se inspira de los relatos sobre retiros. La huida a un espacio idealizado interpretado como un paliativo que pudiese persuadir el dolor, no físico, sino emocional, tanto del aquejado como de los celadores. Ahí están algunos clásicos de Ingmar Bergman, tales como Persona (1966) o Gritos y susurros (1972). Pero por encima de ello, la directora se inspira en una coming of age, a propósito de su doliente protagonista. Fanny (Kaya Toft Loholt), la adolescente y única hija de la familia, será foco de este drama en donde veremos a este personaje entrando en conflicto con las emociones propias de una chica de su edad y la impotencia ante el anuncio de un próximo duelo.

Pienso en películas que retratan similar conflicto. En estas vemos a adolescentes reaccionando con rebeldía y autodestrucción fruto de la amargura ante una realidad que los obliga a dejar ir a un ser cercano. Es un anticipo a la fractura de su etapa llena de inocencia, un aprendizaje tempranamente impuesto y el cual los inmaduros personajes se niegan a aceptar. Se podría decir que Fanny está a la orilla de ese estado. La vemos evadiendo la situación, descargando su furia, victimizándose, pero también la vemos sufriendo en silencio, fabricando esperanzas o dándose tiempo para enamorarse. Es decir, equilibra sus actos y emociones. Hay momentos en que toma su distancia ante la madre convaleciente y después están aquellos en que asume un perfil lleno de empatía. Es como si contempláramos dos perfiles de la misma adolescente: uno es frágil e instintivo, el otro sereno y ecuánime. De pronto, reniega y se autocompadece, pero después se torna lúcida y autocrítica. Sin darse cuenta, la joven cruza el umbral de la madurez. Un trayecto que, definitivamente, se le hace eterno. De ahí la razón de esas fugas o escapes que ella misma fabrica sin intervención adulta. Algo que me inquieta de My Eternal Summer es que vemos cómo una adolescente por sí sola va orientándose dentro de esa situación tan adversa e incomprensible para su edad. Sylvia Le Fanu no se anima a crear un auxilio desde una intervención adulta, acto que no se alinea a un gesto negligente o apático, sino que más bien se inclina por el respeto al duelo personal.

martes, 10 de septiembre de 2024

TIFF 24: Querido Trópico (Centrepiece)

La ópera prima de la directora Ana Endara Mislov tiene muchos argumentos para convertirse en un drama áspero, sin embargo, estamos ante una representación que en su lugar opta por apostar al retrato humano y hasta compasivo.  Querido Trópico (2024) tiene como protagonista a Ana María (Jenny Navarrete), una inmigrante colombiana que labora como auxiliar médico desde hace algunos años en Panamá. Su buen desempeño le hará cruzar caminos con Mercedes (Paulina García), una matriarca de la alta sociedad que ha comenzado a dar señales de demencia. Ya con esto tenemos una serie de tópicos que podrían destinarnos a un territorio doloroso. Temas como la migración, el choque social o la enfermedad bien podrían verse descubiertos a propósito de estos dos personajes. El hecho es que todo es sospecha e insinuación. Ocasionalmente, estos fantasmas sociales se manifiestan con superficialidad. Como quien dice, para no olvidarnos que existe esa realidad. Entonces las relaciones humanas, así como ciertos conflictos emocionales de carácter reflexivo, son los que modelarán a esta historia. Dos mujeres, cada una con su tema, interactúan. En principio, tenemos la típica resistencia de la mujer mayor negándose a depender de una extraña. Ya luego se va perfilando una amistad, pero no una romántica o empalagosa. Endara tiene un compromiso por huir del dramatismo gratuito.

Percibo en la convivencia entre Ana María y Mercedes un ritmo acelerado y de argumentación austera. Es como si la directora apenas nos expone momentos clave de esa relación, lo suficiente para que se vaya describiendo las personalidades de sus protagonistas. Ana María tiene una actitud cálida e inmaculada, Mercedes es de mal carácter e impetuosa. Polos opuestos comienzan a acostumbrarse entre sí. De alguna manera, estas dos mujeres se complementan, y, más allá de sus personalidades, pueda que ello tenga que ver con sus condiciones. Querido Trópico es una película que dialoga mucho con la maternidad. Ana María tiene ansias por convertirse en madre. Ello no solo se percibe desde sus deseos y actos —me refiero a uno en específico—, sino desde su personalidad o trato hacia Mercedes. Acá vemos a una cuidadora de actitudes maternales. La película de Ana Endara Mislov tiene momentos llenos de ternura y una tremenda filantropía. De pronto, la mujer adulta que está recreando su infancia consecuencia de su estado mental será protegida por los valores y aspiraciones de la mujer más joven. La amistad hasta cierto punto se convierte en un vínculo de madre e hija. Es el otro tipo de reacción filial, la que, por ejemplo, expresa la hija biológica de Mercedes. Y no es que una reacción sea mejor que otra. Las dos formas expresan amor, siempre sin dramas. Esta es una película dispuesta a reconfortar.

TIFF 24: Youth (Homecoming) (Wavelengths/Luminaries)

Última parte del extenso seguimiento del director Wang Bing a la rutina de los jóvenes trabajadores de los talleres textiles en Zhili, China. Youth (Homecoming) (2024) es una suerte de epílogo si se la relaciona a sus anteriores partes. Antes de su trilogía, en su documental 15 hours (2017), Wang ya había ofrecido un adelanto al frenético acto repetitivo de las labores de los trabajadores en uno de los tantos talleres en Zhili, comunidad que se considera desde hace algunos años como la meca de la producción de ropa infantil en China y el mundo. Finalizada la Pandemia, el país asiático venía generando el 35% de exportaciones mundiales en moda infantil, originándose gran parte de esa producción en los talleres de la región en cuestión ubicada al norte de China. La reciente trilogía de Wang se abre con Youth (Spring) (2023). Asúmase esta primera parte como el prólogo a un tema constante en la filmografía del director: la explotación laboral consecuencia de un estado informal. Antes, vayamos mucho más atrás. A inicios del siglo XXI, Wang debutó con su documental de nueve horas de duración Tie Xi Qu (2002). Su película hacía un recorrido a un decadente distrito chino que tiempo atrás había sido cuna de fábricas textiles. Tras la adopción de nuevas industrias por parte del Estado, la producción textil fue reducida. Saldo de ello, podemos ver en este documental almacenes abandonados, grandes maquinarias echadas a perder y un pueblo fantasma. En tanto, Youth significa la recuperación de la industria textil a partir de pequeños talleres, esta vez no administrados por un plan socialista.

Youth (Hard Times) (2024), la segunda parte, es un alarmante acumulado de hechos que evidencian la explotación laboral que se vive a diario en los talleres de Zhili. Jóvenes provincianos desde 15 hasta 30 años son mano de obra encargada de rezurcir abrigos, pantalones o cualquier pieza que vestirá a niños de quién sabe qué parte del mundo. Aquí vemos a empleados continuamente reclamando a su empleador un pago más justo por labores que han ido aumentando su dificultad o ritmo de producción, detalle que, obviamente, no es considerado por los dueños, quienes nunca extendieron un contrato oficial a los muchachos. El panorama de Youth (Hard Times) es muy dramático, sin embargo, Wang no deja de reconocer un espacio duro que pugna con la calidez propia de las edades de los protagonistas. Eso se percibe aún más en la primera parte, Youth (Spring), el prólogo o presentación de algunos de los tantos trabajadores. Es el acercamiento a un ambiente juvenil en un entorno laboral. Los personajes conversan, ríen, se enamoran e incluso pelean entre ellos. Son jóvenes. Ahora, todo eso lo hacen mientras trabajan y lidian con las injusticias laborales. Hay un equilibrio entre la rutina alegre propio de un entorno juvenil y la rutina dramática social correspondiente a los problemas que surgen en el trabajo o que incluso ya vienen cargando estos chicos procedentes de familias pobres que viven en provincias muy alejadas de su punto de trabajo.

Youth (Homecoming) es una despedida al seguimiento de estos trabajadores, retrato que Wang inició su grabación en el 2014 y finalizó en el 2019, capaz cuando la Pandemia ya se venía insinuando. Ese dato aumenta el dramatismo del panorama si nos imaginamos lo que sucederá con esas personas que en el transcurso de Youth, a pesar de los malos tratos, se reconocían como privilegiados al gozar de un trabajo u obtener dinero que ayudará al padre impedido de trabajar por enfermedad, solventará los préstamos que la familia tuvo que solicitar para comer o podrá costearse un billete de tren necesario para retornar a tiempo a casa en época de Año Nuevo y otro billete para después volver al trabajo. Reconozco Youth (Homecoming) como el epílogo dado que gran parte de la película acontece en las afueras de los talleres. En esta tercera parte del documental, vemos a jóvenes casarse o visitando a la familia. Nuevamente, surge un contraste en ese reconocimiento. Por un lado, a unos les toca celebrar, por otro lado, a algunos les toca recibir malas noticias. De pronto, las experiencias o dramas que se viven dentro de los talleres no están lejos a lo que viven los mismos personajes o sus familiares en su provincia, espacios rurales en donde el trabajo también es escaso y más agresivo en lo que se refiere a derechos laborales. Eso me recuerda a una larga secuencia en Youth (Hard Times), en donde uno de los trabajadores cuenta las experiencias de gente laborando en otras ramas. “Me siento afortunado”, parece decir mientras comparte esos relatos como si se tratasen de historias de terror, estas narradas en medio de la penumbra, y no para crear clima, sino porque el dueño del taller está no habido y los del alquiler han cortado la electricidad.

Wang Bing es un director netamente contemporáneo. Su estilo de filmación parece remontarnos al cinema verité y el registro de método etnográfico. Todo parte de la convivencia cercana y por años que crea con sus personajes. Salvo por dos secuencias, no hay intervención del director, alguien que siempre está oculto. La cámara asume una posición puramente observacional no invasiva, gran parte optando por un plano general fijo, aunque siempre dispuesto a acortar la distancia con el sujeto o fabricar movimientos cámara en mano con el fin de perseguir el conflicto. Es como un cine de guerrilla, austero de producción —ni si quiera se molesta en servirse de un steadycam— e improvisado. Volviendo al cinema verité, su presencia siempre retorna al estado invisible. Respecto a lo etnográfico, es fruto de la convivencia que va reconociendo rutinas, comportamientos, pensamientos y hasta las tradiciones. Estas últimas se manifiestan en Youth (Homecoming). Debido a que mucho de lo que acontece en esta parte pasa en las zonas de provincia, el espectador se convierte en un observador privilegiado de esos actos que la modernidad no ha podido cambiar. Es una despedida agridulce a los personajes. Obviamente, es un cierre que no concluye para ellos, pues más adelante tendrán que volver y reiniciar todo lo visto. Pero, nuevamente, queda esa idea de lo que les espera, el 2019, un año que dio paso a una etapa muy difícil. Youth termina con un plano a un taller vacío, casi a media luz, y una única persona trabajando con una prenda muy familiar para todos. Es uno de los pocos chicos que de seguro no alcanzó a obtener el dinero para volver a casa en tiempos de vacaciones. Afuera es invierno, en provincia las familias se reúnen, pero este sigue trabajando.

lunes, 9 de septiembre de 2024

TIFF 24: Los tortuga (Centrepiece)

Un drama familiar y un drama social son retratados en la nueva película de la española Belén Funes. Los tortuga (2024) nos cuenta la historia de una madre y una hija cargando un luto todavía no procesado. Es importante prestar atención al significado del prólogo de esta película. Anabel (Elvira Lara) pasa una temporada cosechando los olivos junto a la familia de su fallecido padre. Al tiempo, su madre Delia (Antonia Zegers) llega de Barcelona y esa tranquilidad bucólica se rompe. La relación de la madre con la hija se manifiesta tensa, muy contenida. Es hora de que ambas retornen a la ciudad. Así inicia esta historia de dos mujeres que “migran” o retornan al espacio que aparentemente es su lugar. Funes alude a “los tortuga” como la expresión que para un ámbito rural se les llama a las personas que deciden abandonar la vida de campo. Ahora, es a propósito de esa acotación de lo migratorio, que la directora decide hacer un retrato sobre personas desencajadas. De pronto, Barcelona es un “no lugar” para ellas, y no necesariamente porque Delia sea de origen chilena, sino porque las protagonistas de esta historia se sienten así tanto anímicamente —consecuencia de esa pérdida no superada— como socialmente, esto último estimulado por las muy cuestionables tácticas inmobiliarias que está reinando en las ciudades españolas.

Entonces, al drama íntimo de una madre/esposa que todavía no ha canalizado la muerte de su pareja, algo que definitivamente afecta la relación que tiene con su hija, se suma el drama de las mujeres siendo desalojadas de su piso. Resulta que los nuevos propietarios han decidido eso. La película insinúa, pero lo puntualiza. Es seguro que estas personas, así como el resto de los habitantes de ese edificio, son víctimas de un nuevo dueño que ha comprado la propiedad endeudada a precio de ganga y decidió ponerles condiciones económicamente inalcanzables a los vecinos del lugar. Saldo de ello, es que emprende un desalojo. Ese es el infame mecanismo de los fondos buitre y el quiebre que agudizará la tensión entre madre e hija, una pequeña familia ya de por sí escindida. Ellas se verán envueltas en aprietos financieros y sin un lugar claro en donde asentarse. Es el retrato social crítico de las “tortugas” y también de las mujeres incapaces de mediar sus lutos. Esto último, es un conflicto que proviene de la diferencia de edades y personalidades. Es difícil llegar a un consenso cuando se trata del dolor de la ausencia, en especial si se trata de Delia, una persona que de tortuga parece tener un caparazón impenetrable que se define a partir de su sonrisa impostada. Esa es una mueca actoral muy propia de la chilena Antonia Zegers, quien está en uno de sus mejores papeles. Dolorosos son esos instantes cuando la boca, los ojos y las palabras de Delia no coinciden con el dramatismo que se plantea. Los tortuga es un drama socialmente urgente e íntimamente conmovedor.

domingo, 8 de septiembre de 2024

TIFF 24: Gülizar (Discovery)

Hay mucho misterio en el aire consecuencia del hermetismo de la protagonista de esta historia. Gülizar (Ecem Uzum) sufre un ataque sexual en una parada de autobús durante su tránsito de Turquía, su tierra natal, a Kosovo, en donde le espera su prometido Emre (Bekir Behrem) a fin de organizar los preparativos de su próxima boda. De pronto, el cambio geográfico expresa una realidad muy contraria a las expectativas de la muchacha. El cruce fronterizo será equivalente a traspasar el umbral en donde termina la inocencia y comienza la cruda realidad. La película de Belkis Bayrak es la representación de un trauma producto de la violencia física, el cual resulta aún más interesante si se aborda el caso como el efecto de un choque cultural experimentado por una persona criada en un ámbito rural. Gülizar (2024) inicia con la protagonista contemplando una cosecha siendo quemada como método de control de plagas. Este detalle será importantísimo para poder comprender cómo funciona el imaginario de Gülizar. El fuego como elemento preventorio ante cualquier agente que pueda atentar contra la naturaleza. Posteriormente, Gülizar llegará a un territorio ajeno, siendo su primera experiencia la tentativa de un ultraje sexual. Saldo de ello, irá reconociendo que en ese escenario no existe el “fuego” o los normas que previenen o reparan esos atentados que van contra la naturaleza.

Partiendo de esa idea, es que me resulta interesante analizar Gülizar como la historia de una mujer del campo que reconoce un mundo con métodos que no son capaces de ponerle fin a sus plagas. Fruto de ello, Gülizar reacciona con absoluta conmoción y silencio. Su prometido Emre está preocupado por ella, se empeña por poderle brindar la tranquilidad que merece, algo que no es fácil. Por un lado, la ley pública no ayuda, a propósito de una denuncia que no sirve de mucho dada las circunstancias en que se dieron los hechos. Por otro lado, el ensimismamiento de Gülizar le brinda poco o ninguna información para auxiliarla. Surge así un clima de frustración y rabia contenida que nace por parte de la novia como del novio, algo que se transformará en una serie de fricciones entre la pareja para cuando se revele un dato crítico e incluso absurdo. Gülizar se va tornando cada vez más complejo debido a la contención de emociones y pensamientos que pesa sobre los protagonistas. Algo curioso es que, si bien el hecho inicial define como víctima a una sola persona, hasta cierto punto de la historia Emre parece apropiarse de ese agravio y, ciertamente, no como impulso machista, sino como un gesto propiamente natural o empático —ahí es clave un antecedente de este personaje—. El hecho es que Belkis Bayrak quiere representar una crónica sobre la víctima orientándose por sí sola en un terreno que la desorienta. Gülizar medita la búsqueda de su reparación en una zona contranatural.

sábado, 7 de septiembre de 2024

TIFF 24: Polvo serán (Platform)

Una mirada atípica al tema del suicidio asistido. Claudia (Ángela Molina) está desahuciada, así que ha decidido adelantar su muerte en un próximo viaje a Suiza. Ante esa decisión, Flavio (Alfredo Castro), su devoto marido, está dispuesto a acompañarla. A propósito de esta premisa, Polvo serán (2024) podría ser un drama lacrimógeno. El hecho es que desde su primera secuencia queda claro hacia dónde apunta la nueva película del español Carlos Marqués-Marcet. Pienso en una película como Lina de Lima (2019), de María Paz González. La típica historia de una mujer inmigrante lidiando con el día a día se ve representado de forma jubilosa y hasta celebratoria, ello consecuencia de que intercala la dramática rutina de su protagonista con secuencias de canto y baile. Este concepto se ve replicar en Polvo serán. La película abre con una situación familiar nerviosa, aparatosa, confusa. Entonces ingresa a escena una comitiva con destino a auxiliar. La cosa se pone más confusa, aunque esta vez en un sentido juguetón. Marqués-Marcet, más que inspirarse del género musical, se inspira de las artes performativas para liberar la tensión dramática, un método que, en efecto, transgrede las convenciones propias del tema central en cuestión. Sin duda acá habrá muerte, pero de alguna manera los argumentos expuestos nos alistarán a asimilar esa consumación.

Ahora, esta negación de recaer en las convenciones no solo afecta al drama del suicidio asistido. Al margen de este, vemos además otros dramas que huyen de caer en los típicos tratamientos. Ahí está la relación marital. De pronto, la abnegación del Flavio hacia su esposa podría recordar a una película como Amour (2012), de Michael Haneke. Para nada. Podríamos decir que es la antípoda a ello en un sentido emocional. Flavio considera morir junto a su amada esposa. Él no se imagina vivir una vida sin ella. En tanto, a Claudia le da igual. Lo importante es que ella tiene que morir. Algo esencial de esta película es que las personalidades de sus protagonistas son firmes de inicio a fin. Es decir, aquí no hay gente que dada las trágicas circunstancias decide “abrirse” o fingir emociones para tranquilidad de la otra parte. Sin duda, eso hace aún más curiosa y llevadera esta película. Efectos similares se percibe en la relación de Claudia con sus hijos, cada uno reaccionando de manera distinta a la situación. Definitivamente, no estamos ante una película familiar que fabricará momentos Kodak. Eso desencaja —en un buen sentido— tanto como las representaciones performativas que pueden irrumpir en cualquier momento del drama. Gente bailando o cantando, mientras dos personas están pensando viajar a Suiza, el paraíso del suicidio asistido. Es extrañamente divertido.