Dos películas que dialogan a la perfección se programan en la sección Competencia Documental en el Festival de Lima. La mexicana Niñxs (2025), de Kani Lapuerta, y la argentina El príncipe de Nanawa (2025), de Clarisa Navas, son dos proyectos cinematográficos que comparten misma premisa: niños serán retratados por un periodo de años hasta alcanzar la adultez. Es inevitable no referir a Boyhood (2014), de Richard Linklater, cuando se piensa en esta fórmula. El asunto es que acá hay un ajuste que Lapuerta y Navas ejecutan creándose un gran punto de distinción hacia la película estadounidense. Sucede que los protagonistas de ambos documentales serán “codirectores” de los documentales. Aprovechando lo práctico que es para un menor usar hoy en día un dispositivo digital, los promotores asignan a sus protagonistas la tarea de filmar sus rutinas o ocurrencias propias de sus personalidades. Es un contenido que estará intercalado a los instantes en que los directores lograrán hacer el registro por sí mismos. Es decir, parte de las películas será fruto de una dinámica improvisada que corresponde a los menores, mientras que la otra parte estará mediada por la inspección/intromisión de los directores o la dinámica entre impositiva o hasta invasiva. Ahora, esos límites serán desiguales dependiendo la película, y esto tiene mucho que ver con la realidad socioeconómica correspondiente al protagonista en cuestión.
viernes, 8 de agosto de 2025
29 Festival de Lima: Niñxs y El príncipe de Nanawa (Latinoamericana Documental)
En Niñxs,
tenemos a Karla, un niño que comienza a reconocerse como niña, primogénito de
un matrimonio que es dueño de un restaurante de comida de autor en la ciudad de
Tepoztlán. En El príncipe de Nanawa, tenemos a Ángel, un niño hijo de
una familia pobre que habita en una zona precaria que reposa en las fronteras
de Argentina y Paraguay. Estamos ante dos coming of age que a principio
expresan humor e inocencia efecto de las ocurrencias de sus personajes. Ya para
la mitad de sus historias, se reconocerán sus dramas cotidianos; caso Karla, su
búsqueda por reconocerse y luego ser reconocida como una niña transexual; caso
Ángel, sus conflictos generados por las limitaciones económicas, la
disfuncionalidad familiar y luego con su pareja. Es cuando se vislumbran dichos
dramas que también notamos dos nuevas coincidencias. El COVID y los conflictos de
producción ponen en riesgo se complete la película. Al llegar el COVID, ambos
directores tendrán que ausentarse del plató a fuerza. Este periodo coincide con
el tránsito de los niños a la adolescencia. Ya para el retorno a la normalidad,
el compromiso de los protagonistas no es el mismo por razones personales o
influencias de su entorno. De ese asunto, poco se detalla en Niñxs.
Respecto a El príncipe de Nanawa, pasa todo lo contrario.
Ahora,
lo que mejor resulta de este tipo de premisas es lo no planeado. De ahí por qué
la película de Clarisa Navas me resulta más estimulante. En cierto sentido, Niñxs
se encamina hacia lo predecible. Un documental como Limiar (2020) o
ficciones como Tomboy (2011) y 20.000 especies de abejas (2023)
ya nos han dado cuentas de los retos de un tránsito de género en una edad
temprana. Mientras tanto, lo que acontece en El príncipe de Nanawa
resulta impredecible, muy a pesar de que el panorama socioeconómico de su
personaje nos hubiera dado una pista de ello. Esto también tiene que ver con la
personalidad de Ángel, un niño alegre y optimista que de alguna manera nos ha
disuadido por un largo tiempo a no observar las cosas tras un filtro realista.
Entonces para cuando la realidad arremete contra este protagonista, tanto la
directora como los espectadores se sentirán confundidos. Acontece así ese
quiebre o riesgo de un documental frustrado, en este caso, por efecto de las
carencias que siempre han rodeado a Ángel, pero que bajo su condición de niño
no era muy perceptible. Ya adolescente y a puertas de la adultez, Ángel
abandona su rol de “codirector” en atención a sus necesidades más urgentes. El
protagonista no más realiza contenido por sí solo, lo que induce a su directora
a tomar las riendas y cambiar la dialéctica de su documental.
De
ahí por qué la realidad socioeconómica orienta el discurso de los documentales.
La clase media que goza el personaje de Karla no le impide dejar de fabricar su
propia fantasía o película. A pesar de abandonar el mundo de la adolescencia,
su condición de influencer la animó a seguir codirigiendo su retrato. En ese
sentido, el contenido del autoretrato ejecutado por la protagonista y el
contenido del director son de una proporción similar. Esto no sucede en El
príncipe de Nanawa, un documental que hasta cierto punto asume un contenido
o discurso más tradicional luego de que Ángel se implicara más en los rituales
laborales, sentimentales y familiares, escenarios que gestionan dramas
particulares. Navas asume el rol de inspección/intromisión. Su película no será
más en primera persona o jugará con la ficcionalización que tanto gustaba recrear
al niño Ángel, sino que será el de la directora atestiguando la pura realidad.
Lo curioso es que esa “pureza” no es como la que buscaron los del cinema
verité, y esto se debe a que existe un vínculo entre el protagonista y la
realizadora. De pronto, Clarisa Navas, incluyendo el equipo de grabación, pasa
a ser un personaje más dentro del retrato de Ángel. Es un tipo de “invasión”
que los del cinema verité no se hubieran permitido. Ese es otro
atractivo impredecible de El príncipe de Nanawa, cómo es que la autora
es absorbida por su retrato o una realidad ajena. Es algo que también se
percibe en Niñxs, sin embargo, no trabaja o dramatiza en ello.
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