Actualmente son pocos los directores que hasta sus películas más débiles garantizan un grado considerable de entretenimiento. Más allá de la vida, de Clint Eastwood, es un filme con un tema provocador, aparentemente ajeno a la temática del octogenario director (ver artículo de Ricardo Bedoya), lo cual provoca un plus atractivo, pero, sin embargo, no pasa de ser una versión amable sobre el tema de la vida más allá de la muerte, línea casi siempre arraigada a una religiosidad, pero que Eastwood maneja con ateísmo, un perfil muy propio a su estilo.
Más allá de la vida son las historias entrelazadas de tres personajes. Cada uno ha experimentado con la muerte de una forma distinta al otro: Marie (Cécile De France), una comunicadora, sobrevivió milagrosamente a un tsunami; George (Matt Damon), un trabajador de fábrica, es un psíquico capaz de conectarse con los muertos; y el pequeño Marcus (Frankie & George McLaren), un niño como de diez años, enfrenta la muerte de su hermano gemelo. Tres personas de tres lugares distintos (Francia, EE.UU. e Inglaterra), luchan contra el escepticismo, el peso de un “don” y el dolor ajeno. Los tres están atados a una realidad que repentinamente los ha privado de su cotidiano, o los ha perseguido desde hace muchos años.
Eastwood, así como ocurre con ciertos personajes en sus anteriores filmes, es perturbador e implacable ante la realidad que en un momento parecía sonreír las vidas de algunos sujetos, son el caso de Marie y Marcus, quienes de pronto son embestidos por avatares de la vida cayendo a un lado desconocido e irreversible. La personaje de Million dollar baby (2004) es un claro ejemplo. Por otro lado, George es más bien el otro tipo de personaje que el veterano director gusta plantear, el condenado por una fatalidad que arrastra silenciosamente, un pasado oscuro que dormita en el presente, despertando en momentos repentinos, en ciertos casos, no deseados. Se nos viene a la mente los personajes principales de Los imperdonables (1992), Un mundo perfecto (1993) o Río Místico (2003). En Más allá de los sueños, el personaje de Damon es un ser atormentado, cabizbajo en gran parte de sus escenas, opacado por sombras que apenas dejan relucir la mitad de un rostro, por un lado descubierto, mientras que por otro cubierto de un velo fúnebre, estigmatizado por un “castigo”, una pesada cruz que la mayoría, incomprensiblemente, denota como una sabiduría o un beneficio económico.
La historia de Marcus es la más enternecedora de entre las tres. La trama de dos gemelos desde su inicio recrean un ambiente estable en medio de un contexto hostil, eso lo hace más enternecedor. La convivencia con una madre víctima del alcoholismo contrasta demasiado con la vivacidad de esta pareja de hermanos que funcionan como el dúo perfecto: el callado y el hablador, el cohibido y el sabelotodo. Estas dos personas representan el lado más sensible del filme. Sucedida la tragedia, lo que podría ser la prematura madurez de un niño, es más bien un llanto infantil o la soledad de un pequeño extraviado en una ciudad, incomunicado y confundido ante una realidad que muchos hablan pero muy pocos conocen, casi nadie. El tema de la vida más allá de la muerte en ojos de Marcus es la contemplación a un mundo de charlatanes y seres cómicos, casi siempre usureros o sedientos de popularidad.
La historia de Marie es la menos profunda de entre las tres. El recorrido de esta mujer que pasó de ser comunicadora a ser una militante testimonial defendiendo su experiencia frente a la muerte, está expuesta de una forma personalista. De pronto esta mujer toma por nueva ideología el que respeten su libertad de contar a la sociedad su experiencia con la muerte, algo que observa como una política de vida que “tiene” que ser sabida, esto mediante un libro que planea escribir. Al final, este libro se logra publicar y si bien no sabemos exactamente cuál es el contenido de este, me refiero a su exposición o tratamiento, es posible que el tema de su experiencia de vida con la muerte sea manejado por un discurso casi político, esto influenciado por los desencuentros con escépticos o desinteresados que Marie fue encontrando a su paso, la impotencia de haber perdido esa veracidad que un día tuvo como periodista política.
Es de esta última historia, sin embargo, que se debe resaltar su inicio, que sería además la introducción del filme. Clint Eastwood, así como pasa en gran parte de sus dramas, toma, mide y calcula su tiempo de tragedia. Es leve el presentimiento del espectador ante una posible catástrofe o desgracia. La catarsis es repentina y son estas primeras escenas del tsunami las más chocantes. Lo que podría ser toda una oportunidad de lucirse con efectos especiales, Eastwood toma el control no cayendo en exageraciones de destrucción o personas revolcándose en medio de las aguas. Los efectos son impecables, ajustados, apenas una antesala a lo que nos debe de interesar los próximos 120 minutos; el límite entre la vida y la muerte parece no estar tan alejado de nuestras vivencias.
1 comentario:
Xcelenteeeeeee tu crítica.Se ve que me sigues los pasos pero aún t falta un poco chiquilllo,ajajaja, broma.
M gustó mucho tu crítica, muy muy buena. Espero q con estas alabanzas m disculpes y t dejes ver
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