miércoles, 14 de agosto de 2013

17 Festival de Lima: Heli (Sección Oficial de Ficción)

Última crítica a la Competencia de Ficción; nuestra favorita.

Amat Escalante en Sangre (2005) dramatiza la tormentosa relación entre un hombre sometido por una mujer castrante, una que lo cela, lo controla, le prohíbe, lo cosifica. El director mexicano contempla con crudeza la convivencia de pareja y las consecuencias de ser parte de una familia fragmentada. En Los bastardos (2008), Escalante representa una ventana al problema de la inmigración, sobre la crisis laboral que se percibe en la nación mexicana y la violencia como respuesta a la superación. Es también una mirada a la familia disfuncional y la inocencia ultrajada. Heli (2013), su último filme, es sin duda lo más polémico en su filmografía. El narcotráfico y la violencia en México son tema central en esta historia que se limita a un plano objetivo. Escalante no es portavoz de una postura o un discurso social-político. Lo que sucede en el filme es lo que los noticiarios y sus conciudadanos comentan, escuchan, viven y padecen a diario.
A diferencia de El infierno (2010), de Luis Estrada, o Miss Bala (2011), de Gerardo Naranjo, además de otras películas mexicanas que han tomado por tema a la narcoviolencia, Heli se abstiene de mirar el rostro físico del narco, posiblemente el principal responsable de esta guerra campal que ha venido sacudiendo a dicha nación desde hace años. Si bien en el filme una familia no será víctima directa de la mafia organizada, sus verdugos serán, por el contrario, aquellos que con el tiempo pasaron a formar parte de esta guerra. Desde agentes del orden a simples habitantes, grupos rebeldes que a consecuencia del narcotráfico se fueron transformando en otro tipo de víctimas. Tanto la corrupción paramilitar como los asesinos asalariados son los colaboradores alternos al caos. La sola presencia de estos tendrá para el filme un rol intimidatorio. El acecho y el miedo serán sus armas letales.

La historia de Heli (Armando Espitia) es la contemplación a un caso de esos tantos. En medio del terreno agreste e infértil, una familia será víctima de las circunstancias. Escalante para esto no da lugar a tregua al optimismo. Si bien somos observadores de cómo una familia surge de entre sus carencias, ya en la introducción no han dado pautas de que el terror está próximo. Heli desde su inicio se muestra sincero. La violencia mora entre sus habitantes y ellos viven –o tal vez fingen– haciendo caso omiso. Este es un punto importante en el filme. La película de Escalante está dispuesta de escenas escalofriantes. La violencia es a carne viva, tal y cual como sucede a vista y paciencia a ojos de la ciudadanía mexicana a diario, en sus noticieros, periódicos o redes sociales, y esto no se escapa de las manos del director. En una escena de tortura no se concibe qué es más indignante: si las crudas imágenes de un castigo infrahumano o la admiración de ver cómo un grupo de personajes no hace un mínimo esfuerzo por frenar dicho acto.
Heli habla sobre la sumisión, sobre cómo una sociedad en medio de la muerte, viviendo entre los cuerpos inertes colgando de los puentes y las cabezas decapitadas, son abstemias al dolor ajeno. Hay incluso una mirada morbosa en este grupo de indolente –tal vez una de las consecuencias sobre qué tan nocivo son las acciones de los medios de comunicación–. La contemplación de un rehén siendo molido a golpes no es de la incumbencia de una madre que desde su cocina observa y prefiere proseguir con su rutina. En contraparte, un grupo de niños sí miran, pero con una curiosidad que implica una especie de goce audiovisual. En ambos casos, la mirada que vigila desde cerca o desde lejos pasa a ser un cómplice más de la tragedia. Al igual que en sus anteriores filmes, Escalante se remonta nuevamente a la inocencia interrumpida, la convivencia familiar como un espacio conflictivo, solo que en esta ocasión es la misma violencia externa la que altera e invade el ámbito íntimo. El final de Heli es más pesimista de lo que parece. Su cierre aspira a la normalidad, como si todo hubiera sanado o, incluso, como si nada hubiera pasado.

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