martes, 13 de agosto de 2013

17 Festival de Lima: El sonido alrededor (Sección Oficial de Ficción)

Trabajar cansa (2009) narra la historia de un padre que ha perdido su trabajo y una madre que, a propósito de esto, ha decidido emprender su propio negocio. El filme contempla un plano dramático y otro más optimista. Es la vida de ambos personajes observados por separado. Pero la cosa no queda ahí. Ocurre a la mitad algo en la trama, un suceso extraño y escalofriante ha ocurrido de improvisto. Este filme brasilero asume un nuevo perfil, el del género de terror. Por un lado, el miedo pisando los talones de la madre, mientras que por otro el padre angustiado por su infortunio laboral. A esto se suma un perfil cómico y paródico a cada que la familia se reúne después de sus deberes. El sonido alrededor (2012) va por lo mismo. La adopción de una variedad de géneros, solo que manifestados sin turnos establecidos, tan enfáticos pero aún más impredecibles que el filme anteriormente citado.
El director Kleber Mendonça Filho realiza una ópera prima particular al generar una variedad de personajes, emociones y situaciones distintas, en algunos casos ajenos y en otras correspondientes. Estamos en la ciudad de Recife y todo (a excepción de un par de escenas) ocurre en un vecindario plagado de condominios que son propiedad de un viejo patriarca, dueño además de un ingenio azucarero ubicado a las afueras de la ciudad. En medio de la arquitectura moderna y simétrica, el espectador será testigo de la rutina y la intimidad de una serie de personajes, la de los familiares del dueño y la de algunos inquilinos que habitan en los departamentos de dicho condominio. El sonido alrededor no inspira convertirse en una trama sobre historias que se cruzan, en su lugar se incita a que estas historias compartan mismos factores emocionales. La vida en los condominios, tanto para sus dueños como para sus inquilinos, implica cláusulas y contraindicaciones que la distinguen de otras zonas al ser este un barrio estable, propio de la clase media o acomodada.

De plano El sonido alrededor se presenta con una serie de mezclas de sonidos que entorpecen los sentidos. El ruido natural y el artificial se combinan, y en paralelo una sinfonía extradiegética compone un ambiente de inestabilidad (esto ya predicho desde su primera toma donde una cámara en mano persigue sinuosamente a una niña en patines). Los personajes comienzan a asomarse y nos percatamos que unos parecen percibir dichos sonidos más que otros. La sensibilidad de los sentidos no es la misma en todos, tal es el caso de una mujer que a diario es atormentada por los ladridos de un perro, mientras que sus imperturbables hijos siguen su itinerario sin malestar. Mendonça Filho en  principio nos envenena de una dosis de nerviosismo, una que ha sido encabezada por un barullo orquestado y que hasta el final del filme, será contenido por acciones que invitan a la tensión o la “mala espina” de lo que podría pasar, pero que finalmente no suceden.
Este filme brasileño es logrado al tener una actitud manipuladora para con el espectador. Los distintos personajes hacen sus cosas y es en medio de esta normalidad que vamos percibiendo elementos, situaciones e incluso hasta nuevos personajes que no cuadran o que desencajan dentro de nuestras expectativas. Desde el ladrido de un perro, las cámaras que vigilan el condominio, el nuevo guardián de ojo tuerto, una mujer planchando sin zapatos, el extraño ruido que emana de un electrodoméstico, el cartel que anuncia “peligro tiburones”, todos son indicios que van alimentando la paranoia que sutilmente se nos ha estado transmitiendo. Es partir de esto que la arquitectura blanca y geométrica gana otro sentido. Entonces lo que se veía majestuoso de afuera, por dentro simula un encierro. Pasadizos angostos, espacios no iluminados, altas paredes de concreto, portones y rejas que aprisionan. La gente que habita este lugar le tiene miedo a la calle.

Se entiende entonces por qué los protagonistas son de poco salir. Son apenas algunos los que a vista de otros entran y salen de estos edificios. Ciertamente una de ellas es la enamorada del nieto, pareja que vivía una historia de amor que de un momento a otro se ve esfumada. A inicios del filme veíamos cómo la joven había sido víctima de un robo en dicho vecindario. Su retorno resultaba ser la prueba que su relación con el nieto estaba por encima del encuentro furtivo. Más adelante, sin embargo, esto se revierte. Es como si nunca esta mujer hubiera encajado dentro de ese vecindario, uno que en el pasado ya había abandonado para cuando los condominios no eran sino casas independientes. El sonido alrededor también manifiesta un aire nostálgico. La arquitectura nunca parecerá tener el valor sentimental de un barrio común y silvestre. Por el contrario, sus habitantes son víctimas de la intranquilidad, una que parece estar más cerca de lo que es.
Un caso anecdótico es sobre cómo dentro del círculo familiar puede también acechar el sentimiento de inseguridad. Mientras que los dueños del condominio han repartido estratégicamente cámaras vigilantes, además de haber contratado una nueva guardianía, siguen siendo presas de la ansiedad a causa de un familiar a fin, un joven que es conocido como el ladronzuelo del barrio. Otro caso, la de una mujer que observa en su hermana como su frecuente enemiga, esto entendido durante la escena de una pelea por un televisor. Parece indicarse que el miedo incuba dentro de nuestro propio círculo. El sonido alrededor es también la notable división social que existe en este pequeño universo, la del patrón y la servidumbre. En ocasiones contemplándose ambos grupos como un todo, como en otras vista la servidumbre como una extensión de un sector dominante. Mendonça Filho mezcla en su filme el suspenso, el terror, el thriller, lo romántico, el drama, la comedia, el surrealismo e incluso el western (una escena donde dos cowboys aparecen a los extremos de las calles, y el zoom los aproxima feroz). A propósito de los sueños. Estos no son gratuitos, son predictivos, simbólicos y perturbadores.

No hay comentarios: