viernes, 16 de agosto de 2013

17 Festival de Lima: Broken (Semana de la Crítica de Cannes)

En medio del paraíso, el infierno también reina. Rufus Norris, reconocido director teatral, realiza una ópera prima que se debate entre el bien y el mal. Broken (2012) parece ser un boceto extraviado de Terrence Malick sobre cómo el amor y la violencia conviven dentro de un mismo espacio. Tres familias de pronto serán víctimas de la tragedia, una que se revela en distintas formas y niveles. La enfermedad, el luto y la locura serán sus puntos sensibles. Shunk (Eloise Laurence), una niña de once años, padece de diabetes en nivel 1; el señor Oswald (Rory Kinnear), luego de la muerte de su esposa, tiene que convertirse en padre y madre para sus tres rebeldes hijas; Rick (Robert Emms), un cohibido adolescente, será recluido en un sanatorio a raíz de una confusión.
Broken se muestra dramático desde su principio. Lo cierto es que durante todo el largo del filme, los personajes no dejan de provocar ternura a través de sus diálogos de rutina, los abrazos grupales, el juego entre hermanos, sus primeros amores y demás afectos que vanamente intentan frenar lo trágico. El mismo vecindario donde se establecen estos protagonistas parece predecir el caos y la destrucción. En el corazón de este barrio un depósito de chatarras funciona. Entre el correteo y las risas de los niños paseando por las calles, el quejido metálico de los autos reciclados retumba a unos metros. No existe espacio para la apacibilidad en este pequeño pueblo. Los mismos infantes parecen incluso haber adoptado ese comportamiento brusco durante sus horas de juego, robando bicicletas en el camino o arrojando estiércol a cualquier transeúnte distraído.
Rufus Norris parece ubicarse entre las fronteras del cine de Shane Meadows y Harmony Korine. Del cineasta inglés cita esa afición por admirar la simpleza social en su fase más cálida, mientras que del estadounidense adopta ese perfil más áspero de la sociedad suburbial. Norris, sin embargo, tiene como adicional una narrativa visualmente lírica, sello que sutilmente revitaliza esa dicotomía entre bien y el mal. Logradas son las interpretaciones de Robert Emms y Eloise Laurence, pero sobre todo el de la pequeña actriz, no precisando de gritos o lágrimas para llamar la atención.

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