viernes, 9 de agosto de 2013

17 Festival de Lima: El verano de los peces voladores (Sección Oficial de Ficción)

Hoy se inicia el Festival de Lima. A partir de hoy posteareamos a diario las críticas de las películas que iremos viendo.

El dueño de una finca al sur de Chile ha decidido ponerle fin a la sobrepoblación de carpas que han comenzado a reproducirse en el lago que bordea a su territorio, especie marina que desde su memoria no hace mucho ha iniciado esta invasión, esto a pesar que un cercano suyo insiste en afirmar que las carpas siempre han estado allí. El verano de los peces voladores (2013), ópera prima ficcional de Marcela Said, es un filme plagado de metáforas e indicios que se resisten a concretar algo que está sobredicho en su mismo ambiente, uno que aflora un estado pesado y denso, pero a la vez celestial. El contexto de la película es graficado por una dicotomía anímica, voluble y agresivamente contradictoria (cuestión que curiosamente no parece preocupar a sus habitantes). Este lugar de descanso revela una naturaleza paradisiaca adornada por árboles y recintos campestres, la que frecuentemente es opacada por una bruma espesa que no deja contemplar, que enceguece.
Said está a un nivel de consciencia sobre el significado que aporta el poder simbólico y sugerente de los indicios que componen sus locaciones para la comprensión de su película. El espacio natural delata un continuo conflicto entre el verdor y lo gris, entre el espacio que florece pero que a la vez consuma y extermina a las especies. Entre el brote de hierba habitan las zonas fangosas, lugares que ponen fin a la vida y que revelan ese lado agreste de lo rural. Se me viene a la mente el filme colombiano de Willian Vega, La sirga (2012), película donde el contexto juega un rol protagónico imprescindible. El área muerta e inhabitada resultaba ser símbolo del conflicto social. Eran pues los rezagos de la violencia. Es bajo similar idioma que El verano de los peces voladores parece comunicarse. La naturaleza voluble es solo el atajo a una historia que alberga sus propios conflictos, los mismos que, de igual forma, parecen tener un “orden natural”.

En las inmediaciones de una cabaña ubicada en las entrañas de un bosque, una familia acomodada pasa sus días de ocio disfrutando de la vida de campo. La pesca, la ruta al sauna, los juegos de mesa o las charlas infatigables con los amigos, son la rutina diaria de estos personajes que disfrutan en medio de las pequeñas rencillas que nunca faltan entre los miembros de esta familia. A Mane (Francisca Walker) le fastidia la obsesión de su padre por exterminar a las carpas “invasoras”. Le molesta también la tensión entre papá y mamá; a veces serenos, en otras peleados. Pero lo que le molesta aún más a Mane es cómo su padre ha comenzado a imponer reglas estrictas para con los pobladores que también habitan dicha naturaleza. Es a partir de esto que el bosque comienza a ser testigo de una confrontación entre los nativos y los foráneos, afrenta que ciertamente es casi silente, a modo de rumor o comentarios escindidos sobre cómo los mapuches están siendo intimidados por ajenos a su comunidad. Se entiende entonces la metáfora del exterminio de carpas.
En Solo el viento (2012), de Bence Fliegauf, se juega también al poder del intimidamiento entre una sociedad que intenta expurgar a una pequeña colonia. Al igual que la película de Said, este filme húngaro manifiesta la tensión en base a su ambiente tétrico, casi neurótico. Es la estrategia de ocultar al enemigo o al mismo enfrentamiento, y en su lugar disponer diálogos que indican que “algo está sucediendo”. El verano de los peces voladores, coindice con los filmes antes citados en disponer “la mirada no adulta” como un punto de observación neutral. Mane, al igual que los protagonistas principales de dichas películas, no está dispuesta de un discurso o ideología previa que la incline a preferir sea a los suyos como a los “otros”. Lo que sí posee Mane es un acto reflexivo. La adolescente es víctima del cuestionamiento, aquello que la va inclinando contra su padre y contra su sociedad. Mane ha sido víctima de un desencanto, tanto amoroso como social.

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