Tengo la impresión que las reacciones a la nueva película de David Fincher responden a dos focos de atención: el Hollywood clásico y el mito Welles. Respecto al primero, se confrontan las opiniones de una cinefilia tradicional y otra que poco o nada reconoce de este universo, desde las dinámicas de la Industria por aquel entonces hasta las figuras que se desplazaban dentro de este escenario. En referencia a lo segundo, acontece una confrontación igual de divergente, aunque más airada o “personal”, a propósito de una interrogante: ¿Es acaso una versión verídica o difamatoria la que manifiesta esta historia? Esta pregunta y debate es uno de los atributos que hace del filme en cuestión sea atractivo por sí solo. Sin embargo, al margen de lo cerca o lejos que esté de la verdad oficial, este es un tema que ha venido pasando por alto el valor de la ficción. Dicho esto, dejemos a los expertos, tipo como el historiador Joseph McBride, dialoguen al respecto. En tanto, me restrinjo a digerir la versión que Jack Fincher, padre del director, plantea en el guion de su autoría.
viernes, 11 de diciembre de 2020
Netflix: Mank
Mank
(2020) se narra en dos tiempos. En principio; vemos a Herman Mankiewicz (Gary
Oldman) desarrollando un guion que le encargó el bautizado –y odiado por la
Industria– “niño prodigio”, Orson Welles (Tom Burke). A este suceso, se
intercala una serie de flasbacks. Estos
son acontecimientos vividos por Mankiewicz durante el Hollywood de los 30, los
cuales responden a esos personajes o hechos que plasmará en ese guion al que se
le ha otorgado total libertad creativa para desarrollarlo. Ahora, dado este
esquema argumental, posiblemente no sirva de mucho acudir a Ciudadano Kane (1941), película canónica
al que se refiere ese guion que escribe Mankiewicz y que no solo impresionó por
su trama que disfrazó a una serie de individuos reales para satirizarlos en la
pantalla grande, sino que fue además toda una proeza del cine moderno en
términos narrativos, una zancada hacia adelante que complejizaba el lenguaje
del cine, tomando en cuenta además que apenas diez años atrás el cine sonoro
recién había nacido. Entonces, este robusto carácter, que apenas se menciona,
no le interesa abordar a los Fincher. Mank
se concentra en la historia de un desquite, el de un guionista cuestionando la
egolatría que se anidaba en la industria del cine.
Es
así como vemos a Mankiewicz confrontando a una serie de personajes poderosos;
los asentados Louis B. Mayer (Arliss Howard) y William Randolph Hearst (Charles
Dance), y el emergente Orson Welles. Vemos al guionista lanzando sus ideas sin
anestesia y defendiendo su derecho de crédito a pesar de que ello pudiese
alterar a los fuertes de la Industria y de paso dejarlo fuera del juego. Mank es el retrato curioso de un héroe.
Me remonto a los argumentos del Hollywood clásico, el de antihéroes del cine
negro, enfrentando a un enemigo que se perfila superior a lo que estos
protagonistas representan, pero envalentonados por el amor o algún otro vicio
nocivo. Eran tan obstinados y reacios que incluso no dudaban en inmolarse solo
para destruir a su antagónico. David Fincher parece inspirarse de ese modelo para
crear a su personaje principal, aunque lo libra del prefijo “anti”. En esta
historia, Mankiewicz se perfila como un héroe pulcro que incluso su vicio no lo
mancha, sino resulta ser un arma fundamental para crear su obra maestra o darse
el lujo de provocar a sus enemigos en sus almuerzos privados. Mank es una película correcta en todos
sus aspectos, muy a pesar, argumentalmente se percibe un gesto de impostación,
caso la vez en que el guionista quiso desarmar un montaje político o cuando hizo
perder los papeles de un genio comprobado.
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