A un paso de terminar el año, comienzo a comentar películas recientes de interés, sea las muy pocas proyectadas en salas fuera del Perú o emitidas en plataformas VOD, que en su momento de estreno no pude ver.
No estoy tentado en lo más mínimo de aventurarme a bosquejar las dinámicas de la física que rigen en la nueva historia de Christopher Nolan. Como sucede con algunas de sus películas, Tenet (2020) exige ser vista más de una vez para tener un dominio de la lógica que asume el tiempo y el espacio en su trama. Ahora, al margen de lo claro o difuso que pudieran ser sus teorías o posibilidades, desde una primera mirada salta a la vista un filme que sabe orientar la acción y el drama, y que además nos descubre un relato estimulante y muy inspirado en los antecedentes del espionaje internacional. Tenet trata sobre la misión de un agente encubierto que consta en averiguar el origen del tráfico ilegal de un armamento que expresa una alteración en su termodinámica originando que una bala se desplace en retroceso –se entiende por qué no me atrevo a profundizar en los conceptos de la física–. Claro que esto es apenas el principio o concepto introductorio de una realidad en donde las máquinas del tiempo y la alteración del espacio-tiempo son artefactos y actos posibles. Lo cierto es que también es el enganche enigmático de la historia, una pequeña dosis de ciencia que se irá complejizando y que además brindará un aporte visual.
Siguiendo con Inception, en la última película de Nolan también tenemos a un espía sorprendido porque alguien anticipando sus movimientos. Ahora, aquí es importante entender que no es suficiente una máquina del tiempo para dominar el tiempo y el espacio. Los enemigos que fabrica Nolan no son poderosos porque sí. Estos son astutos, saben reconocer con quien se están enfrentando, perciben el miedo de ese otro, leen su conciencia a tal punto que persuaden a su inconsciente. Dicho esto, el Joker no está muy lejos de la mentalidad compleja del enemigo que protagoniza Kenneth Branagh en Tenet. Es un magnate ucraniano, traficante de armas sin sentimientos que solo quiere crear caos en la Tierra. No es nada personal. Su codicia parece ser solo una pantalla. O sea, está en otro nivel de cualquier sujeto que se haya enfrentado a James Bond. Por otro lado, está el incorruptible. No será la clase de héroe que es Batman, pero, además de la “mascarada” que monta, el personaje que interpreta John David Washington camina también por la línea de la decencia. He aquí el punto que lo distingue del estereotipo del espía internacional. Por ejemplo, el protagonista de Nolan no es el típico casanova o genio en potencia. Ni se dará aires de galán y al parecer sabe tanto de física como nosotros.
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