En Cada viernes sangre (2011), Fernando
Montenegro se despliega por un cine con un estilo muy intrincado. Es la
alteración del tiempo, el encuadre inquieto, el juego de planos, variaciones en
la profundidad de campo, modulaciones cromáticas, y, en paralelo, una historia que
fusiona géneros, uno clásico como es el cine noir, y otro casi experimental. Todo esto nunca llega a
armonizarse. El carácter visualmente impulsivo de Montenegro, además de una
trama que intenta cortejar a partir de su atemporalidad, sumado a los
protagónicos que tropiezan en performance como en dicción, desbaratan un filme
que tan solo se enrumba a lo transgresor. Entonces
Ruth (2013), estilísticamente, tiene mucho de Cada viernes sangre. Nuevamente hay un énfasis por componer un lenguaje
visualmente mutable. Lo que sí va cambiar en su más reciente filme es su
estructura narrativa, una que sostiene una trama que a medida que va liberando
su conflicto central va tomando interés.
Entonces Ruth en inicio se presenta como una alegoría al cine de ficción.
Es pues la remembranza a filmes como Blade
Runner (1982), La invasión de los
usurpadores de cuerpos (1956) y la tan citada 2001: Odisea del espacio (1968), aquella de la que toma por
prestado distintos recursos, siendo la menos memorable la primera escena, una
donde la arquitectura limpia y sobreexpuesta que recuerda a alguna locación del
filme de Stanley Kubrick, se ve amputada por un formato cercano al del Cinemascope,
en versión más amplia. Montenegro contempla el diseño artístico de Kubrick, más
ajusta a sus personajes dentro del encuadre, haciendo caso omiso a las normas
de la perspectiva. Tal vez este un gesto también transgresor, sobre construir y
deconstruir el estilo de un director. Lo que sí adolece el filme es su
composición de sonido, uno que busca la necesidad de capturar el audio en
espacios que provocan eco o vacío, simulando lugares de encierro o áreas
secretas, pero que terminan afectando la traducción auditiva.
Al margen de esto, Entonces Ruth se sirve de mejores
actuaciones, algo que de hecho ofrece equilibrio en su trama, una que, como ya
mencionábamos, interesa a partir de la segunda mitad, momento en que el
conflicto se desenmascara y entonces el filme desciende a un plano íntimo. El
cine noir es el de los personajes
perturbados, aquellos que cargan pasados tormentosos, y esto se focaliza en la
protagonista principal, tanto en un lenguaje discursivo como onírico. Es
entonces cuando funciona la rebeldía visual de Montenegro. Más allá de asistir
a una interpretación surrealista, son los momentos de los sueños de Ruth en que
el relato y la personalidad de este personaje va construyéndose. En paralelo,
se va narrando otra historia, la de una creyente y un agnóstico. Son apenas pinceladas
de esta trama la que se manifiestan, esto con la intención de cocinar el cierre
de la película. Entonces Ruth, un
filme sobre extraterrestres carnívoros, desglosa temas como la fe, el
cuestionamiento existencial, hay historias de amor, de suspenso hasta de
terror, todo ello divorciado de giros y cierres convencionales. Existe un gesto
impredecible en este filme lo que la hace apreciable. Una escena: la narración
de unos soldados caídos y el juego de flashbacks infiltrándose en la realidad
presente a medida que se dramatiza cada una de las muertes.
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