domingo, 9 de junio de 2013

Terapia de riesgo (o Side Effects)

Artículo publicado originalmente en Cinespacio.

En sus últimos filmes, Steven Soderbergh parece haber sido víctima de los “efectos secundarios” que le ha ido provocando la industria del cine, esa que manifiesta –como él mismo afirma en recientes declaraciones– una ingratitud en referencia a los proyectos no alineados a los blockbusters, senda que emprendió en su taquillera trilogía Ocean, pero de la que no obtuvo una respuesta agradecida para la financiación de siguientes filmes, más personales, menos interesados a las motivaciones de Hollywood. Terapia de riesgo o Side effects (2013), el que sería su penúltima película pensada para la pantalla grande, no tiene ambiciones en convertirse en una gran antesala al cierre de su fílmica cinematográfica.
Side effects inicia con buen pie. Es la historia de una mujer y un psiquiatra, el tratamiento continuo a base de fármacos, las primeras señas de un cuerpo a punto de colapsar y un crimen “no premeditado”, siendo víctima el marido de la paciente.  Hay más. Lo que sigue será la eterna encrucijada del médico envuelto en un acto de negligencia, aquella que abre la brecha sobre la ética y pone a su vez en riesgo una carrera a punto de irse a pique. Es entonces hasta ahora los trances mentales y flexiones físicas de una mujer que parece no ser dueña de sí misma, y luego la introducción a un tema polémico, de coyuntura y que además invierte la suerte de sus protagonistas. Son los usos de lo trágico, el tránsito de lo benefactor a lo condenatorio. Soderbergh prefiere sin embargo irse por la tangente. Side effects termina por ser un thriller predecible en cualquier otro director, más no en uno que está dando señas de despedida.

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