domingo, 16 de junio de 2013

III Festival de Lima Independiente: Mapa (Sección Internacional)

En La casa Emak Bakia (2012) un director emprende un viaje teniendo como meta definida encontrar una casa que encerraría toda la inspiración artística hallada por Man Ray. Su camino, sin embargo, se vería desviado, una y otra vez, por una serie de asuntos planteados por la curiosidad misma de este joven que a su paso se ve encantado por las historias ocultas, aquellas que esperan ser descubiertas por un viajero de paso, como él. Mapa (2012), de León Siminiani, parece recrear una dinámica símil al filme de Oskar Alegría. Sendas películas son protagonizadas por su mismo director, respectivamente, los mismos que van documentando todo lo que ven y, a su vez, van manifestando pistas sobre su estado emocional. Alegría extasiado por la belleza cotidiana, mientras que Simianiani tocado por un reciente despido laboral. Lo otro es que también ambos están atrapados por una ruta impredecible. Estos directores, los dos españoles, son víctimas de acciones improvisadas.
Mapa se inicia como un cambio de aire. La estadía a un lugar exótico, una cultura muy lejana a la de su protagonista: la India. Es el paseo en medio del tumulto, el barullo urbano y el desorden poblacional, algo que descompone y a la vez despierta el lado sensible de este personaje. La memoria y la nostalgia lo asaltan, y entonces la verdadera trama se inicia. Mapa es el proceso tortuoso por la que tendrá que discurrir un individuo obsesionado, no con un artista, sino con una mujer. Simianiani recuerda, ama, se enamora, se despecha, se resiste, odia, vuelve a querer, reflexiona, toma decisiones, se apresura, está desesperado. El filme así se convierte en una especie de diario amoroso, aquel que intenta ocultarse de entre la rutina, la coyuntura, una propia o ajena. El recorrido de la película es tan accidentado como el mismo estado emocional de su personaje. Mapa encuentra como único enganche su relación frente al espectador, uno que funciona a manera de confidente al descubrirle el orador su lado más soso y pudoroso, a veces redundante, aunque entretenido.

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