Carlos César Arbelaez dirige una historia de amistad con un trasfondo real y muy citado en la filmografía colombiana; la violencia de la guerrillas. Manuel es un niño de nueve años que tiene como afición el fútbol, especialmente si juega como guardametas junto a los chicos de su barrio rural, siendo Julián y Poca Luz sus dos más cercanos amigos con quienes dispone gran parte de su tiempo.
Los colores de la montaña (2010) se centra en la vida de estos pequeños niños, personajes que todos sus días corren atrás de un balón maltrecho o buscan la forma de cómo recuperar uno que se ha estancado en medio de un territorio minado. Niños que en paralelo conviven sumisamente con una realidad caótica, el continuo acecho de las fuerzas guerrilleras que comúnmente insisten a sus padres a unirse a la “causa”. A este enemigo se unen los militares quienes también causan revuelo entre los pobladores, que mermados por el hostigamiento de ambos bandos deciden migrar a otros lugares. Arbelaez asocia la realidad de la vida en el campo con el de la violencia, una zona que posiblemente sea igual de peligrosa como el de la ciudad. La única diferencia es que en la vida rural la exposición a este mal es más cercana y no parece tener auxilio.
Esto convierte a este filme colombiano en un drama, muy a pesar que la historia está básicamente situada en la vivencia de los niños, sobre una ternura natural o en ocasiones una sana crueldad de estos personajes. El filme a pesar de iniciarse con tonos cómicos, es la introducción a un mundo de terror a ojos de los niños, aquellos que miran y escuchan, más no entienden el límite de las consecuencias. El fútbol y sus visitas a la escuela parecen ser su único medio de escape a sus fantasías, sin embargo siempre son sorprendidos por la violencia de las guerrillas, bien por la pintas en la fachada de su escuela como por un campo minado dentro de su área de juego. En ocasiones los niños parecen ser conscientes de dicha realidad, más es su condición de infantes la que los hace vivir en su propia burbuja a pesar que la tragedia en ocasiones los encara de la forma más violenta.
Los colores de la montaña está compuesta por una temática y una historia seductora, muy a pesar Carlos César Arbelaez parece no encontrar un aporte novedoso a su filme. La película se guía de las historias de grupos de amigos donde uno es más inocente que el otro. La figura de Poca Luz es el que provoca más simpatía a diferencia de los otros chicos por su misma condición de “ser diferente a los demás” –él es albino –asunto que el director hace bien en no extenderse ya que no habría sido muy ingenioso dentro de una trama donde la prioridad es la de plantear un mundo violento. Se observa también la figura paternal, la abnegada y la del padre con mal carácter, historias arraigadas al mundo rural. Por último, este filme colombiano parece tener una referencia con el filme iraní Las tortugas también vuelan (2004) de Bahman Ghobadi, que posee un nudo dramático similar al filme de Arbelaez.
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