Basado en hechos de la vida real, Boleto al paraíso (2010) es el típico drama de adolescentes disfuncionales, huérfanos de su propia familia y de la sociedad, donde fluyen temáticas como el alcohol y las drogas, la vida delincuencial y el sexo. El cubano Gerardo Chijona omite la problemática política como sucede en gran parte de los filmes de ese país para dedicarse exclusivamente a lo social, la historia de Eunice (Miriel Cejas) junto a tres adolescentes. La primera ha escapado de su hogar, mientras los otros son un grupo de vagabundos o también llamados “frikis”.
El relato es un recorrido rumbo a La Habana, lugar donde los jóvenes desean llegar sin alguna necesidad premeditada; una meta sin anhelos. En el camino encuentras sorpresas, una que otra escena cómica. Los jóvenes son amigos aunque no comparten ciertos secretos entre ellos. Existe un hermetismo sobre la intimidad de estos “frikis”, solo la vida de Eunice es clara en el filme. A casi veinte minutos de finalizarse la película irrumpe el tema del VIH. La hégira de estos muchachos se posterga y la historia parece tornarse más interesante, sin embargo esta es desaprovechada al acumularse un par de nuevas tragedias ajenas a este atractivo tema.
El final de la película es trágico, desenlace que posiblemente fue un suceso real pero que tiene un gesto inverosímil. No existe un indicio en el que se acerca el “gran drama” de Eunice o de alguno de sus amigos. No hay una motivación, solo sucede y ya. Chijona se queda corto al momento de describir el sufrimiento de un joven convaleciente de SIDA, lo mismo ocurre en otros sucesos; el escape de Eunice, una detención policial, una redada en un concierto de rock, eventos que el director desaprovecha para extender el drama. Boleto al paraíso nos muestra la cara de la tragedia, más no logra convencer.
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