lunes, 8 de agosto de 2011

15 Festival de Lima: Sección Competencia de Ficción: La vida útil


La realidad y la ficción se encuentran en el segundo filme de Federico Veiroj. La vida útil (2010) cuenta la historia de Jorge (Jorge Jellinek), un hombre maduro que labora en un cinematógrafo uruguayo que está pasando por una crisis financiera, además de una profunda escasez de público. Lo que era predecible ocurre, la vanagloriada sala de cine ha cerrado sus puertas y ahora Jorge, sin empleo, tendrá que enfrentar una nueva realidad luego de haber laborado toda una vida para la cinemateca. La pregunta es cómo.
A diferencia de Cinema Paradiso (1988), el ambiente nostálgico en La vida útil no es tan marcado, además de no ser un filme que hace alegoría a un monumento símbolo para toda una comunidad. Veiroj no se enfoca ante lucha frontal de mantener vivos a los cinematógrafos, es más bien el interés de observar a los que habitan dentro de este. Jorge es un sujeto que ha dedicado al cine y al cinematógrafo 25 años de su vida. Desde esta premisa el título de la película suena paradójico. Jorge, dentro del cinematógrafo hacía todo, fuera de este, es un solterón que vive con sus padres y tiene unas cuantas dificultades para abordar a una dama. Este hombre maduro ha sido formado por el cine, desligarlo de esto es posiblemente el inicio de una fatalidad.
Jorge, dentro de su contexto laboral, no dialoga, él repasa líneas, modula su voz, se localiza, ficcionaliza su realidad. Su comportamiento está ajustado a parámetros fílmicos, por ejemplo ensayando sobre cómo invitar a alguien a tomar una taza de café o aguardando a la mujer que le gusta a la salida de un cine. Detalles que funcionan en la ficción pero que el hombre va adaptando a su realidad. Jorge pierde su empleo y Veiroj obliga a su personaje a salir de lo ficticio a lo real. Jorge ahora desempleado ha descendido a la realidad, en palabras de Hitchcock, es uno más del montón. Existe entonces aquí la balanza sobre dos vidas distintas, una más alegre que otra. Sin embargo, hay apenas un brote de nostalgia –dicha como una manifestación de lo real; no de lo factible, sino de lo que en verdad ha ocurrido –.
Jorge ya afuera del cine, comienza hacer de su vida una ficción. Imagina, copia, cita, adapta, exterioriza, manipula, encuentra una escena y pone una historia, incluida la banda sonora. Cada paso que toma este hombre maduro –que hace instantes parecía estar a punto de enfermarse de nostalgia –lo aprovecha para revivir sus ideales fílmicos: una clase maestra, el corte de cabello preciso, el traje adecuado, la cita perfecta en el lugar perfecto. El título del filme entonces deja de ser paradójico. Jorge se sirve de la ficción para sobrevivir. Una escena a recordar es su monólogo sobre la mentira, tema expuesto por tantos directores tales como Godard o Fellini, con un distinto estilo en cada uno pero siempre tomándola como una verdad justificada. La vida útil, así como lo menciona su subtítulo, es “un cuento de cine”, sobre los que aman, viven y entienden de cine, aquellos que viven de la mentira, pero con happy ending incluido.

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