El marco de la inmigración en Aquí y allá (2012), a diferencia de otros filmes que abarcan esta misma temática, se desarrolla a partir del retorno de Pedro, un pueblerino de la Sierra de Guerrero que regresa a México luego de trabajar varios años en EEUU. El director Antonio Mendez realiza un filme que reúne a una familia que fue dividida por una necesidad, una que además tendrá que restablecer esa comunidad entre marido y mujer, y crear un lazo ausente por años entre padre e hijas. Pedro se marchó para cuando sus niñas aún eran muy pequeñas. Si bien la comunicación telefónica entre la familia fue casi frecuente, es inevitable dejar de pensar que existe una aire de rareza, e incluso incomodidad, ante la presencia de este sujeto que ha estado ausente por largo tiempo convirtiéndolo casi en un extraño.
Aquí y allá es el proceso de reintegración, tanto a la familia como a la sociedad. Pedro tendrá que ganarse poco a poco la confianza de las hijas, como también renacer el amor y la misma atracción sexual hacia su cónyuge. Pedro, nuevamente, asentado en el pueblo que dejó, tiene pensado fundar una banda junto a un grupo de amigos que habitan el mismo pueblo. La película asoma así un factor motivacional. Es el lado optimista, el mismo que ha ido concibiendo durante sus temporadas de trabajo, y que ahora observa como una posibilidad. Aquí y allá, más que provocar un ejercicio ficcional, aspira a ser un documental, una narración objetiva y contemplativa de un grupo de personas que con el tiempo han construido su rutina como familia, con sus altas y sus bajas. Más allá, sin embargo, aguarda algo incierto. Este es el lado trágico de la mirada documental, uno que encara la versión trágica de la realidad y que asume la estabilidad como algo temporal.
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