Artículo publicado originalmente en Cinespacio.
Puede que intenten relacionar el último filme de Woody Allen con Medianoche en París (2011). Es decir, De Roma con amor (2012) sería una especie de homenaje a la “Ciudad Eterna”, cuna de un extenso listado de artistas, entre pintores, escultores y poetas. Podría ser incluso un acercamiento a su cine, no al neorrealismo, sino uno igual de crítico pero ameno. A la comedia italiana, por ejemplo, el que se burlaba toscamente de sus conciudadanos a partir de los estereotipos sociales. La Italia política incluso, otro tema robusto y muy tatuado en su imaginario social. Lo cierto es que poco o nada se tocan sobre estos asuntos. Woody Allen, a diferencia de su fábula fantasiosa en París, promueve, en gran parte, las experiencias de una colonia estadounidense en la capital italiana.
Puede que intenten relacionar el último filme de Woody Allen con Medianoche en París (2011). Es decir, De Roma con amor (2012) sería una especie de homenaje a la “Ciudad Eterna”, cuna de un extenso listado de artistas, entre pintores, escultores y poetas. Podría ser incluso un acercamiento a su cine, no al neorrealismo, sino uno igual de crítico pero ameno. A la comedia italiana, por ejemplo, el que se burlaba toscamente de sus conciudadanos a partir de los estereotipos sociales. La Italia política incluso, otro tema robusto y muy tatuado en su imaginario social. Lo cierto es que poco o nada se tocan sobre estos asuntos. Woody Allen, a diferencia de su fábula fantasiosa en París, promueve, en gran parte, las experiencias de una colonia estadounidense en la capital italiana.
De Roma con amor es en cierta manera una película muy floja. Siempre ha habido la concurrencia de los individuos neuróticos e indecisos dentro del escenario de Allen, pero lo cierto es que estos mismos han sido autores de diálogos interesantes, monólogos estridentes e hilarantes, de un tono familiar aunque con ciertos rasgos de autenticidad; inteligentes y nunca aburridos. Ninguno de los protagonistas logra alcanzar dicha aspiración, ni el neurótico “Mark Zuckerberg” ni el mismo Woody Allen, quien parece no encontrar las palabras adecuadas para agilizar el parlamento. Lo ágil en el director es un ejercicio de la mayéutica; precisa e instantánea. No ocurre esto. De Roma con amor en principio quiere hacer la de Ettore Scola en Gente de Roma (2003), una atractiva película en tono documental que es testigo de historias con “esencia italiana”. Allen se olvida de la ciudad, y se pierde más bien en una arquitectura de rascacielos.
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