jueves, 23 de mayo de 2013

4 Festival Al Este De Lima: La casa con la torreta (Sección Competitiva)

Las radios afirman que la Segunda Guerra Mundial está llegando a su fin. Mientras tanto, en un pueblo ruso, los pobladores y su mismo contexto ya son víctimas de los rezagos de la guerra. La pobreza, el hambre y la enfermedad están al paso de todos, y, sin embargo, en medio del terruño azotado por el más crudo invierno, se asoma una belleza lírica que parece entibiar el alma de alguno de sus residentes. La casa con la torreta, de Eva Neymann, es un filme que enfrenta los síntomas trágicos y estéticos. Es por un lado el seguimiento al drama de un niño, el sujeto más frágil que podría reconocer un conflicto armado, y, por otro lado, es la película en blanco y negro que embellece la melancolía a través de contraluces, el marco minimalista de la naturaleza muerta, encuadres con ligero picado, la luz no artificial que proyecta un halo de luz en medio de la oscuridad.
La casa con la torreta explota el lado visual de un filme inspirado en el cine de Andrei Tarkovsky. Es la mirada al rostro petrificado de la gente, una que más refleja en mudez que con palabras. Es el lenguaje  de la mirada pura de una niña o el plano grotesco de una cara accidentada por la mala vida. La película de Neymann, si bien gira en torno a la historia dramática de un niño, hace planos generales de su alrededor, sea en la ciudad, dentro de un hospital o un tranvía. Las acciones o metas del filme son del todo pasajeras. No hay necesidad de fiscalizar el final de la trama, una que se despeja de un cierre concluso o abierto. La casa con la torreta es una película contemplativa, plagada de personajes planos o estereotipos muy definidos. Un momento de la historia en que hay ciertas cosas que han perdido significado y solo queda lo esencial, lo que emerge del alma y sale a la vista.

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