Un fragmento de la
generación adolescente en Serbia es símbolo de la perdición y el libertinaje.
La vida del alcohol y el sexo no parecen tener tapujos ni fechas de calendario
definido. La rutina escolar ha sido desplazada por una norma basada en el ocio,
la violencia y los excesos. Mientras tanto, en casa, en las calles o las
escuelas, no hay rastro de una “ley” que sea capaz de controlar dicha
arrogancia púber. Clip (2012), de
Maja Milos, realiza un filme frontal y objetivo que refracta a una comunidad
que ha engendrado a una sociedad extraviada. Es pues el síntoma del fracaso del
“Padre”, aquel que no solamente se fija en la cabeza de la familia nuclear,
sino que incluso se atreve a dejar en evidencia que el espíritu nacionalista
Serbio, aquel que en un tiempo fue incentivado por medio de conflictos armados,
ha sido consecuencia de la rebeldía que en un presente visten los más jóvenes.
Es así como vemos a
Jasna (Isidora Simijonovic), junto a su collera de amigos, invadiendo a mitad
de la noche las aulas de la escuela, rompiendo ventanas, encendiendo bengalas,
generando caos, agitando una bandera mientras se hace barra a una política de
la que, posiblemente, ni si quiera entiendan. Existe aquí una evidencia sobre
remedar lo que un día hicieron los padres, uno que, a vista de los jóvenes,
parece haber muerto o estar agonizando. En Clip
el rostro del padre está ausente, es más bien la proyección de un recuerdo, sea
vista en fotos o en la memoria. En paralelo, estamos en una ciudad rústica y
degradada. Los indicios son claros, son los rezagos de una guerra, aquella que
ha calado incluso en la inocencia de un menor que insulta a su amigo y que
además lo identifica como su enemigo.
La escena de una
visita a un espacio que alberga niños convalecientes, es el momento más crudo
del filme. Existe una señal en que hay una generación serbia destinada a morir,
limitados a un espacio o territorio luego que han sido víctimas de la violencia
o el abuso en casa, y lo que finalmente dio pase a su estado de orfandad. Lo
cierto también es que hay esperanza. Clip,
en medio de los rituales de desenfreno, conserva un lado frágil. En Jansa, e
incluso en su compañero de cama, un muchacho que representa al estereotipo del
macho, existen señales de sensibilidad, una que guardan para sí mismos, que
callan y que reprimen. Hay una confrontación interna, entre acallar sus
sentimientos y seguir a sus impulsos, y esto se observa en su escena final.
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