A Radu (Andrei Mateiu)
se le ha metido una idea a la cabeza, irse de viaje junto a su enamorada a
Tailandia por espacio de un mes. La decisión ha sido tomada a vísperas de
terminar el Año Viejo, mas, en paralelo, ha comenzado a germinarse una decisión
más real, una que será dramática, aunque conveniente para ese joven exasperado
con la rutina que lleva. Un mes en
Tailandia (2012), de Paul Negoescu, es una historia de amor que cruza por el
puente del desencanto y el de la madurez idealizada. Es primero el rompimiento
de una relación hostigada de mimos y atenciones equivalentes al estancamiento
personal, y, en segundo, la renovación de un amor pasado, aquel que fue,
irónicamente, finiquitado por razones símiles a las de su más reciente amor.
Radu, en medio de reuniones íntimas y nocturnas, es víctima de una reflexión
que está siendo motivada a cada paso que da.
Un regalo impremeditado,
una visión en el supermercado, la visita a sus posibles suegros, el comentario
trivial de un viaje frustrado, el Año Viejo que termina y el Nuevo que inicia,
son una serie de eventos que contextualizan y empujan a Radu a lo que otros
llamarían egoísmo, pero para él no es más que un comportamiento que se resiste
a ser arrastrado a lo indeseable, sea ajustándose a las reglas de pareja o
viéndose atado a lo de siempre. Tailandia no es más que el invento de un
símbolo de cambio. Radu es un sujeto allanado por su subconsciente, eso que le
hace imaginar cosas y le hace relacionar todo con su conflicto. Un mes en Tailandia es un constante
movimiento a lugares donde la gente canta letras sobre la renovación, cuenta
historias de vida y de fracasos, nombra a conocidos de otros países, de religiones
distintas y que han viajado a lugares distintos. Tailandia para Radu no es más
que una ilusión pasajera, y lo mismo pasa con sus historias de amor. El sexo
monótono a inicio del filme, es el mismo, aunque con distinta pareja, que el de
su final. Nadia o Adina, da igual, todo es cíclico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario