Leontina regresa al
mar luego de 50 años. Desde entonces el recuerdo de la muerte de un ser querido
ha sido su fantasma, sin embargo el paso del tiempo ha compuesto su alma, una
que todavía es víctima de la nostalgia, aunque siempre es menguada por propia
voluntad. Leontina (2012) es el
documental que Boris Peters le hace a su abuela, y que similar a Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo (Yulene
Olaizola, 2008), será el pasado el tema de fondo. Leontina es el retrato de la
vejez, un estado de vida que evoca recuerdos, pero que a diferencia de los
tratamientos sobre la ancianidad, este no se inclina a lo depresivo. Tanto en
el filme de Peter como el de Olaizola, las mujeres son presas de un recuerdo
que compone un ambiente triste y melancólico, pero que sin embargo conserva un sentimiento
gozoso, una especie de celebración al pasado.
Leontina halla un punto que la diferencia de Intimidades.
Así como se habla del pasado, también se habla del presente. La abuela de
Peters, a medida que hace remembranzas de su vida, responde a cómo estas han
influido en su cotidianeidad. Hay un ejercicio de sabiduría y sobretodo de
ánimos de vida. Recordar la tragedia de un marido muerto no la embauca a la
desolación. Leontina es sobre el
encaramiento al pasado, la reflexión, el perdón y la necesidad de seguir el
transcurso de la vida. El personaje de este documental le hace frente a la
muerte, no con la idea de esperar a su llegada, sino con el fin de aplazar aquello
que –ella es consciente– no le es lejano. El cierre del filme es una ofrenda al
vivir sin sufrir, un espacio que descubre la belleza de la vida y que se
reconoce en la belleza de la vejez o la sapiencia.
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