Semanas atrás, la revista feminista Ms. Magazine publicó un artículo titulado: “Third time still not the charm for Toy Story’s female characters”. Como su mismo título afirma, hay una gran ausencia latente frente a los personajes femeninos en esta tercera secuela de los juguetes Pixar. El artículo es el siguiente:
El largo del escrito es una defensa respecto a la desigualdad de géneros que no solamente Toy Story 3 vende, sino gran parte de la producción Pixar. Natalie Wilson, redactora del artículo, afirma que existe un sabotaje contra los personajes femeninos que han sido reducidos en número, y que además ceden ante la autoridad masculina. Hay también una defensa frente al tercer género, el homosexual, y otras breves aserciones de otros sujetos que son el complemento de su idea, pues al igual que sus anteriores terminan siendo un gesto que va suministrando lecciones machistas, tal y cual pasa como en la vida real.
I
Wilson indica que estudios del Instituto Geena Davis sobre Géneros y Medios de Comunicación, han comprobado que existe la probabilidad que la proporción de tres sujetos masculinos frente a un femenino, provoca en la conciencia del infante razone, a futuro, bajo los estereotipos de género. Esto quiere decir que la escasez de personajes femeninos en un programa “X” puede engendrar en el niño el pensamiento que un hombre es mejor, o más representativo, que una mujer, derivándose de esta toda una categoría de razones que robustezcan su nuevo conocimiento, abriéndose paso a nuevos gestos machistas que posiblemente se irán complementando dentro de la sociedad.
En la actualidad, es inevitable que la crianza infantil no esté interpuesta por la presencia de los productos mass media. Estos al estar a la intemperie de toda “familia postmoderna”, los padres no tendrán opción a que su primogénito conviva (o sea educado) con una tv, un radio, el internet u otros canales, espacios que un adulto común y corriente consume a diario. A parte, se entiende que la recepción del infante es inmediata, agregándose además que su cultura mediática (desde muy menor) es arraigada. El caso Toy Story, si bien es una franquicia que es consumida por un promedio aceptable de público adulto, es de esperar que son el público infantil los que están a la expectativa de esta serie animada, por lo tanto, no es de extrañar que posiblemente son sus pequeños héroes y protagonistas, modelos para su vida diaria.
II
La presencia de la madre, obviamente, no es representativa. Toy Story (1, 2 o 3) es una historia que habla sobre los juguetes y su relación con los menores. El que exista un “nombre” (identidad, según intenta exigir el discurso feminista de Wilson) para la mamá de Andy, está demás. Es claro que la presencia de los adultos en este “mundo de los juguetes” es complementaria, casi alternativa. Entonces no existe mal juicio en los creadores Pixar, respecto a que “hasta ahora no existe nombre para la mamá”. Este razonamiento no queda ahí, Wilson agrega además sobre cómo termina manchada la presencia paternal dentro de la historia.
La madre de Andy incidentalmente manda a la basura el bolso que contenía a los juguetes; primera metida de pata. Los juguetes lograrán escapar de la basura para luego refugiarse a la caja destinada a la guardería-cárcel Sunnyside, transportada, una vez más, por la madre de Andy; segunda metida de pata. Frente a esto, Wilson afirma que la madre queda como provocadora de los infortunios de los juguetes. La pregunta es, luego de esto: ¿Los niños tendrán un resentimiento hacía esa madre que no tuvo la prevención de cerciorarse lo que había dentro de la bolsa antes de dejarla junto a la basura? ¿Existirá en sus cándidas mentes una leve desconfianza frente a sus propios padres producto de la acción de la madre de Andy? Es más que exagerado el juicio que intenta imponer en este caso Wilson.
III
En Bichos (1998) es la hormiga Flick, en Monster Inc. (2001) son James P. Sullivan y Michael Wazouski, en Cars (2006) es Rayo McQueen, en Ratatouille (2007) es Remy, en Up (2009) es Carl Fredricksen y Russell, y por último, en toda la saga de Toy Story (1995 – 1999-2010) han sido Woody y Buzz Lightyear. Tan solo tres producciones de Pixar (Buscando a Nemo, Los increibles y Wall-E), frente a las ocho mencionadas, han tenido a personajes femeninos ocupando un rol principal. A esto se agrega además que dentro de sus personajes secundarios, el estudio que cita Wilson, respecto a que por cada personaje femenino existen cuatro masculinos, sí es dable, e inclusive, en casos sobrepasa el número cuatro frente a un femenino.
En la primera entrega de Toy Story la presencia de Bo Peep, la pastorcilla de ovejas, era el único juguete que representaba al género femenino. En Toy Story 2 se sumó la vaquerita Jessie y una muñeca Barbie. En su última entrega, siguió Jessie y una nueva Barbie, esta vez sin Bo Beep. Además se sumaron las casi mudas intervenciones de un pulpo morado y un par de juguetes de una niña llamada Bonnie. Es también en esta última película que aparecieron muchos nuevos juguetes masculinos, acertando así que obviamente Pixar ha declarado poseer un machismo cauto. La presencia de los juguetes femeninos en Toy Story 3 ha ido en caída respecto a sus anteriores. Pero lo que genera suspicacia es, cuáles fueron los “supuestos” motivadores de la Pixar a crear a sus, tan escasos, personajes femeninos.
IV
Natalie Wilson afirma que además del escaso protagonismo de las figuras femeninas en Toy Story 3, es cómo se representa a estas dentro de un mundo de juguetes “masculinizado”. El caso de Barbie es el más notorio. La muñeca de plástico está representada como una muñeca llorona, débil, la única que se lamenta (muy diferente a quejarse) del abandono de su dueña. Barbie está dentro del estereotipo de las “chicas soft”, aquellas que se quiebran con gran facilidad, dejando al macho que se ocupe de la actitud fuerte del caso. Wilson coloca además a Barbie como la desertora del grupo, esto debido a que la famosa muñeca prefiere vivir junto a Ken y su lujosa, y tan adecuada casa; justo a su medida. Más que desertora o traidora de sus amigos, Barbie es la mujer materialista, banal, una propiedad que durante la larga historia de la humanidad, la conciencia machista ha ido otorgándole a la mujer.
Un segundo caso es el de la Señora Patata. Dos son las cualidades que Wilson le otorga: bocona y coqueta. Lo primero se recuerda cuando el mismo Lotso dice que es preciso sacarle la “boca” a esa patata, pues habla demás. Lo de coqueta se es explícito a la llegada de la guardería Sunnyside y cómo la Señora se sorprende al tocar los fornidos bíceps de un juguete-insecto. La Señora Patata así representaría a todas las “señoras”. Un tercer caso, que lo pasó por alto Wilson, es la nueva Jessie. Esta vez la observamos sin menos ánimo en relación a la Jessie de Toy Story 2, una vaquera dinámica y aventura. Posiblemente la primera escena del tren podría responder a su antigua personalidad, más es preciso tomar en cuenta que este fue una historia imaginada por Andy, y no fueron los actos propios de Jessie. Entonces por qué Jessie habrá perdido protagonismo en esta secuela. Algunos dirían, por qué no la sacaron como a Bo Peep, en fin y al cabo iba a ser lo mismo. Frente a esto respondo la suspicacia que se me había generado en la parte anterior, sobre cuál es el motivador que la Pixar toma para crear sus personajes femeninos.
En Toy Story tiene que estar Bo Peep. Por qué, porque el héroe, Woody, necesita de una pareja. En Toy Story 2 es protagonista ahora un nuevo personaje femenino, Jessie. Por qué, porque el héroe en esta segunda parte es Buzz, y él necesita de una pareja. Ahora, por qué sigue Jessie y no Bo Peep en la tercera parte. Porque entre las dos, la más atractiva para el público definitivamente es Jessie. Es así como Pixar se animaría a crear sus personajes femeninos: todo “macho” necesita de su “hembra”. Esta idea se complementa con lo también mencionado por Wilson, sobre el estereotipo femenino en Toy Story 3. Barbie al hacer un comentario “inteligente” provoca un efecto de “reverso” en sus oyentes: lo que dice la muñeca no se oye inteligente sino raro o gracioso, tal vez porque el prototipo de Barbie no está adecuado a los parlamentos inteligentes, en contra parte, se le merece tan solo los comentarios tontos. Sin querer los de Pixar le dijeron “bruta” a la rubia muñeca.
V
Pobre Ken, no me imagino que tan duro será para él vivir en medio de un grupo de hombres que no saben diferenciar entre el lado fashion y el ser amanerado. Ken anda de un lado a otro mudando de ropas, un bronceado eterno, luciendo bufandas multicolores (la misma Barbie le dice que por qué usa su bufanda), víctima de dedos que le apuntan y le dicen: “eres un juguete para niñas” y el responde, “yo no soy un juguete para niñas, que no lo soy”. Lo trágico es que al menos el sigue siendo lo que es, un metrosexual, desde mi perspectiva, detalle que dentro de Sunnyside es equivalente a ser maricón.
Wilson informa que un mensaje, subliminal, quedará grabado en los niños, futuros hombres de la sociedad: lo peor que uno puede ser es ser niña u homosexual. Ken al no desear (o aceptar) ser muñeco de niña, está negando al mismo género. La escena donde un gusano bibliotecario piensa que el muñeco de Barbie anda en tacos rosas, no le es de extrañar. Hace como un ademán que simula decir: ya sospechaba. El grupo de los juguetes entonces está casi seguro que Ken en realidad quiere ser “una Barbie”, es posible que por eso siempre lo fastidien diciéndole indirectamente “muñeca”. El insecto, el pulpo (o la pulpo), el que cambia de cara, el robot y otros muñecos se convierten así en homofóbicos.
Un estereotipo más en el saco es la presencia del latin lover, dice Wilson, cuando Buzz repentinamente se modula en un astronauta “españolizado”. El latin lover entonces responde al típico enamorador, siendo la vaquera Jessie, su maja, su presa, su amor "al paso".
Todo lo escrito muy a pesar no lo convierte a este filme en una “mala película”, lo mismo afirma Natalie Wilson. Que el presente artículo sirva como una demostración de qué tan extenso puede ser la lectura de una película, no siempre apuntando a un lado positivo. No se confunda la calidad del cine con el discurso empleado. El motivo que le otorgo es pues producto de una afición al estudio de un buen filme. Para Wilson sin embargo, es más que eso. El mismo slogan de su revista lo afirma: más que una revista, un movimiento.